Una separación necesaria

Una separación necesaria

martes, 16 de octubre de 2018

8ª Entrega


Recuperarse

Marlene regresa a New York a los cinco días de haber partido, su cabeza no hace más que dar vueltas. Rebecca se ha convertido en una gran obsesión. La visita familiar y a sus amistades en Düsseldorf ha levantado una inquietud inesperada en su corazón, algo tenebroso acecha su mente y le es imposible desprenderse de esa sensación.
Con las largas conversaciones que ha mantenido con Rebecca durante tres semanas, en su pensamiento se fijó la idea de que habían aclarado mucho los conflictos del pasado y creía firmemente que habían dejado pocas cosas pendientes que pudieran interponerse entre ellas. Salvo aquello que ella misma le comentó que debía contarle. De nuevo Marlene tiene la sensación que Rebecca se esconde de sí misma. Dana se lo ocultó de forma deliberada. No podía reprochárselo, había empeñado su palabra. La propia Rebecca le obligó a ocultarlo. Ahora Marlene se enfrenta a un doble reto; explorar las causas del trastorno sufrido antes de continuar el camino de la reconciliación. Y después contarle su propio secreto, algo oculto que es importante darle a conocer.
A su llegada a New York espera en el aeropuerto su representante Yakov.  Marlene le pide que retrase todo compromiso si no es importante. Le comenta que debe hacer algo ineludible esa misma mañana, sin precisar nada del asunto.

Después de instalarse de nuevo en el hotel. Toma un taxi a la calle Stanton donde se encuentra la tienda de Rebecca. Baja del vehículo frente al escaparate. Rebecca trabaja afanosa sobre unos patrones al tiempo que apunta algo en el cuaderno. Levanta la vista pensando o buscando inspiración. Al dirigir la mirada a la calle contempla la figura de Marlene que cruza desde el lado opuesto en dirección hacia ella. Suelta todo lo que tiene entre manos y corre hacia la puerta para abrazarla y cubrirla de besos de bienvenida.
La alegría es contagiosa, las personas que están dentro de la tienda esbozan una sonrisa mirándose. – Ven, vamos.- Rebecca conduce a Marlene hasta el despacho, cierra las cortinillas y se dan un prolongado y apasionado beso, abrazadas con fuerza. Marlene acaricia el rostro de Rebecca, que la contempla con cara de inocencia y una sonrisa de felicidad. – Te he echado mucho de menos.- Le dice al tiempo que toma  su rostro con las manos. - ¡Yo también, corazón, yo también.- Durante unos instantes solo se miran con ternura. Marlene está confusa. Las incógnitas asaltan su mente y su expresión la delata. - ¿Ocurre algo cariño?- Le pregunta. Conoce muy bien sus expresiones y esa mirada indica algo de misterio.     - ¡No, no! No pasa nada. Debe ser el cansancio. Acabo de llegar.- Rebecca no la cree. -¿Seguro?- Marlene se inquieta y aparta la mirada. – ¡Tenemos que hablar!- Rebecca se sorprende. – Lo hemos estado haciendo. ¿Qué sucede ahora? - Rebecca sospecha que en Düsseldorf ha pasado algo. Marlene es muy transparente,  y reconoce en ella los signos con facilidad. Siempre ha leído con claridad los gestos y expresiones de Marlene. – Marlene. ¿Hay algo que deba saber?- Marlene fija la mirada en la de su amante. - ¡Creo que sí! ¡Y yo! ¿Hay algo que debiera saber y aún no me has contado?- Le responde que no. Que no hay nada importante que contar. - ¡Escucha Rebecca! Amar significa confiar. He venido hasta aquí, desde el aeropuerto, porque deseo confiarte algo que aún desconoces. Te dije que algo más debía decirte. Pero tú no lo has hecho, y creo que hay algo que yo debería saber.-

Es un instante tenso. Rebecca es reacia a contar sus debilidades. Así lo ha considerado siempre. La depresión pasada es  para ella una impotencia de su personalidad. No desea que Marlene la perciba como un ser débil. Siempre se consideró una mujer fuerte, con personalidad y un claro sentido de lo que desea en su vida.  Düsseldorf es la causa de esta situación. ¡Seguro! Marlene ya debe saberlo o lo intuye.”  Rebecca piensa que no tiene más remedio que confesarlo, pero para ella es un problema expresar aquello de repente y sin meditar. En este momento, su carácter se impone y le pide dar una salida hacia adelante.  - ¿Y tú? ¿Qué tienes que contarme que yo no conozca?-  Marlene no se sorprende, está preparada para estos cambios de dirección en las conversaciones. – ¡Está bien! Las dos tenemos algo que confesar. Pero, al contrario que tú, yo si creo conocer ese secreto. El mío es un misterio para ti ¿Por dónde empezamos? - Rebecca pone gesto de indisposición y mira frenética a Marlene. Como siempre realiza un gesto habitual en ella, esconderse. -¡Tengo mucho que hacer!- Suelta la mano de Marlene que la sigue y salen por la puerta. Sabe que en este momento no va a progresar en la conversación. Llega a su vera, Rebecca se gira y la mira con frialdad. La situación vuelve a tensarse. Le propone encontrarse más tarde en un lugar lejos de la mirada de sus empleadas, donde poder charlar con tranquilidad. Rebecca asiente con gesto turbado. Marlene la besa, un beso corto apenas, la punta de sus labios tocan los de Rebecca, que acto seguido esboza una ligera sonrisa. Marlene le responde con el mismo gesto.


Esa misma tarde pasean por Central Park, cerca del teatro de marionetas y el jardín de Shakespeare. Detrás se encuentra el Teatro Delacorte donde Marlene representa “Mucho ruido y pocas nueces” un pequeño papel pero permanece en el escenario una buena parte de la obra. Rebecca y Marlene caminan cogidas de la mano. Rebecca ha llegado tarde a la cita. La responsabilidad del trabajo la lleva a olvidarse del tiempo y los compromisos. Marlene se irrita cuando la llama por el móvil para disculparse.  – El trabajo, siempre el trabajo. Se ha vuelto adicta de nuevo. No sé cómo luchar contra eso.- Antes de que se desespere Rebecca aparece. Está a punto de sermonearla, pero desiste. La importancia del momento no aconseja ingredientes que agrien el entorno. En actitud humilde y casi queriendo arrodillarse, le suplica. - ¡Perdona! No me he dado cuenta de la hora. ¡Lo siento!- Marlene acepta las disculpas. Por otro lado piensa que no tiene otro remedio, aprecia sinceridad en el gesto. El paseo por el jardín Shakespeare resulta delicioso. El aire fresco y el aroma de la vegetación de esta tarde de Junio transportan a Rebecca lejos de los patrones y las telas de su tienda. – Recuerdo las veces que pensamos venir a ésta ciudad a buscar una nueva vida.- Marlene responde que en ambas ocasiones fue a causa de situaciones de conflicto. - Todos esos problemas  no han hecho más que fortalecer nuestros sentimientos.- Esa visión positiva anima a Rebecca a abrirse.  - Siempre sentí la necesidad de ser agresiva, como si tuviera que demostrar algo a mi familia. No me importaba, cuántas veces caminaran por encima de mí, me empeñé en demostrarles mi valía y  me dejé llevar por mi egoísmo.-  Marlene espera más. – Perdí el control de mi misma y te perdí. Jamás pensé que volvería a verte. Cuando volviste a Los Ángeles desapareció toda esperanza de mi corazón.  Rebecca comienza así una confesión muy difícil. - ¡Sin yo saberlo! Mis sentimientos hacia ti, tan intensos y profundos, tu ausencia y la soledad fueron minando mi alma, fue uno de los motivos que me hundieron.- Todo había empezado antes de que  Marlene regresara  a Los Ángeles sin conocer lo que sucedía con Rebecca. – Entonces no era consciente de lo que me estaba ocurriendo, pero repercutió en mi creatividad. No te echo la culpa, no eras tu la causa, de verdad, era yo que no miraba mas allá de mi misma, era yo quien se culpaba de todo. Mi creatividad se fue diluyendo de mi mente y al final no tenía nada en la cabeza. Mi familia me fue arrinconando, en LCL igual. Quise buscarte pero te habías ido. ¡Me sentí abandonada, perdida, insignificante! La vida dejó de tener sentido, todo era negro a mí alrededor. No hice otra cosa que lamentarme de mi mala suerte. Me faltaba lo más querido y necesitado, mi amor y mi trabajo. Lo había perdido todo. No sé cuánto tiempo permanecí alejada de la realidad.-  Rebecca no hace responsable a nadie de lo que le ocurrió. El refugiarse en el trabajo y tanto estrés la agotaron al extremo. Luego sintió que estaba sola. El único soporte firme en el que apoyarse estaba lejos, demasiado. -Tampoco se me ocurrió volar hasta ti. Estaba muy ofuscada. Pensé que me recibirías de forma hostil… Dejé de ser creativa, de relacionarme y rechazaba cualquier ayuda que los más cercanos me ofrecían.  ¡Pobre Ricardo! Le hice la vida imposible. – Rebecca comienza a notar alivio en su espíritu y se anima a continuar hablando.  - En plena fase aguda de aquella depresión agredí a Tristán produciéndole varias heridas y arañazos. Fuera de mí, me ingresaron en una clínica especializada, dónde permanecí varias semanas. La convalecencia la hice en la Orangerie. Estuve bajo la tutela de nuestro amigo Ricardo y de Justus que no me quitaba ojo, hasta que recobré algo mi ánimo. Cuando consideré superado el problema emocional, decidí levantar el campamento y trasladarme a New York, aunque aún no estaba del todo bien,  la recuperación no progresaba. Meses después que te marcharas me vine aquí para respirar y emprender una nueva aventura. Y a fe que lo he conseguido. Esta ciudad me ha devuelto la vida, y tú has regresado. No puedo pedir más.  ¡Bien! Ya sabes mi secreto. Querías oír de mis labios lo que han debido contarte en Düsseldorf.- Marlene respira tranquila. Se ha confesado sin presión. Sabe lo que le cuesta a Rebecca poner sus debilidades al descubierto. - ¿Qué importa lo que me hayan contado? Ahora me importa que me lo cuentes tú. Necesitamos confianza, decirnos todo lo que llevamos dentro.- Hacen una pausa. Rebecca tiene la sensación de haberse desprendido de una pesada carga. Nunca había creído que vaciando sus inquietudes en la persona que ama fuese tan liberador. - ¿Sabes una cosa? Cuando llegué a New York todavía tomaba unas pastillas para mantenerme tranquila y equilibrada, para poder dormir y esas cosas. Desde que nos hemos encontrado, he dejado de tomarlas, no me acuerdo de ellas, no las necesito. ¡Tú eres mi equilibrio y mi sosiego! - Rebecca muestra una paz interior de la que no disfrutaba desde hace mucho tiempo. – ¡Ahora te toca! ¿Cuál es tu secreto?- Marlene la mira con una medio sonrisa. – ¡No te lo voy a decir! ¡Te lo voy a mostrar! - Los secretos, siempre trataron de evitarlos, pero en el presente forman parte de la existencia de ambas y  tienen el propósito de ponerlos al descubierto. Como siempre la verdad, igual que el corcho en el agua, siempre sale a la superficie. -¡Quiero presentarte a alguien!- Le dice Marlene con cierto misterio. Hace una señal a una mujer morena, que está acompañada de un niño de corta edad muy rubio y de ojos azules, para que se acerque. Ha permanecido a corta distancia de ellas en todo momento, mientras jugaba con el pequeño. -¿Ves esa mujer con un niño en brazos?- Vuelve a mover la mano hacia ella. - Pero ¿Qué haces?-  Le dice a Marlene pensando en que se ha vuelto loca. – Tranquila. Ahora lo vas a comprender.- Al llegar a su altura el niño se lanza hacia los brazos de Marlene y la abraza con efusión. – ¡Este es Tomy! ¡Mi hijo! Tomy ésta es Rebecca.- La expresión de Rebecca es todo un poema. - ¿Qué es tu hijo? – Marlene responde con naturalidad. - ¡Sí! Acaba de cumplir año y medio. ¡Éste es mi secreto! ¿No te parece guapo?-  Rebecca está estupefacta. - ¡Pero, pero! ¿Cómo…?- Marlene no acaba de ver claro algo en la respuesta de Rebecca. – ¿Te ha sorprendido? – Con gesto de enfado Rebecca se levanta y con enojo responde. - ¡Por supuesto! Pero ¿Qué es esto? Te presentas con un niño y me dices que quieres estar conmigo. ¿Qué broma es esta?- Marlene entrega el niño a Roselyn. - ¡Deja que te explique!-  Rebecca muy airada no escucha. Se da media vuelta con el fin de alejarse. Marlene la sigue insistiendo que tiene que escuchar sus explicaciones. Rebecca se da media vuelta para gritarle. - ¡Maldita sea! ¿Cómo te atreves?- No atiende a razones y continua caminando. Se queda fría al oír de nuevo a Marlene. - ¡Es hijo de Tristán! – Rebecca se detiene en seco. Se da media vuelta con los ojos abiertos, todo lo que su anatomía permite, y clava su mirada en Marlene.  – Consecuencia de lo que pasó entre nosotras cuando nos separamos.-

Cuando Marlene salió de Düsseldorf la primera vez rumbo a Los Ángeles, viajaba embarazada, algo que no podía saber en ese momento, lo descubrió estando ya en California. Tristán hizo la última fechoría cuando Marlene se enzarzó sexualmente con él en “No Limits” después de romper con Rebecca. La dejó embarazada, consecuencia, el pequeño Tomy, que nació en Colonia y en secreto. Nadie de su familia supo nada hasta que ella se lo dijo a su padre con la promesa de no divulgarlo. Solo Dana, su hermana Kim y Biggy estuvieron enteradas. – Ella me acompañó en el tramo final del embarazo y las semanas siguientes al parto. ¡No sabes lo que pensé en ti en aquel momento! También le hice jurar a mi hermana que mantendría el secreto hasta que yo  lo desvelara.  ¡Pobre Dana! Hubo de aguantar doble secreto. ¡Es una gran persona!-  Le dice a Rebecca. – En eso te doy la razón. También estuvo a mi lado en momentos difíciles, ella y Kim se preocuparon mucho por mi. - Marlene se siente orgullosa de sus hermanas. Luego le narra las sensaciones encontradas de lo que sucedió con Tristán, aquel amargo día en que rompieron.

Ha pasado un buen rato con ambas sentadas en un banco del parque con la mirada hacia adelante y sin pronunciar palabra. La una al lado de la otra sin contacto, aunque sus manos permanecen muy cerca deseando entrar en unión. Rebecca toma la iniciativa. - ¡Perdóname! Me he descontrolado. ¡Lo siento, de verdad, lo siento!- Marlene la mira con timidez. – No me imaginé que lo fueses a encajar así. Yo podía haber sido más cauta. - Rebecca mira con fijeza a Marlene. - ¿Lo sabe? ¿Tristán, lo sabe?-  Le pregunta. - ¡No! No le he dicho nada.- Responde Marlene con la vista perdida.  - ¿Piensas contárselo?- Rebecca investiga. - De momento, nó. Tengo muchas dudas. Por no decir todas las dudas.- Marlene responde con firmeza. - Yo también las tendría.-  El impacto es tremendo para Rebecca. Marlene piensa que debía haber preparado el terreno. No se le ocurrió. Tampoco sabía cuando le iba a dar la noticia que tenía un hijo llamado Tomy, cuyo padre, ignorante de su existencia, era Tristán. No calculó las consecuencias y el impacto en sus emociones. Ha reaccionado de forma brusca e incontenible.   – Necesito pensar.-  Le dice Rebecca. - ¡Está bien! Lo entiendo.- Marlene siente que huye y que no volverá a verla. - ¿Vas a alejarte?- Pregunta con timidez, sabe cuál es el riesgo, Rebecca es muy drástica, casi tajante. – Si no quieres que volvamos a…-  Rebecca corta la frase de Marlene, sabe lo que quiere decirle. – No. No es eso. No pienses que quiero abandonarte. Ha sido todo un impacto. Necesito pensar, me he desequilibrado. Esto es completamente nuevo para mí.- Coge la mano de Marlene y mira sus ojos. - Te quiero más que a nada en el mundo. Te llamaré, lo prometo. Ahora debo irme.- Marlene se queda sola. A los pocos minutos rompe a llorar. Cree que no volverá a ver a Rebecca y la invade la tristeza.

Al entrar en el apartamento, presa de un gran nerviosismo, Rebecca se dirige a la búsqueda de sus medicinas. La sacudida que ha supuesto el cambio de situación de Marlene la ha descentrado de ese equilibrio y sosiego que le mencionó en el parque. Necesita recuperar esa paz, pensar con calma como conectar con esta nueva realidad. -¿Qué es lo que debo hacer?- Una vez las pastillas están en su mano, y dispuesta a engullirlas de un solo golpe, se detiene en la intención. De sus ojos brotan dos lágrimas emotivas.

Marlene se encuentra de nuevo con Roselyn y Tomy. Con alegría abraza a su hijo y lo llena de ternura con lágrimas en los ojos. No cree en las promesas de Rebecca, muchas veces las ha incumplido mientras estaban juntas, ¿Por qué iba a ser ahora diferente? Rebecca es una Lanhstein y lo será toda su vida.

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