Una separación necesaria

Una separación necesaria

miércoles, 10 de mayo de 2023

 

Te quiero. Pero no a mi lado.

9. Algo indeseado

Pasan los días, para Laura y Marian es como estar de luna de miel. Después del trabajo vuelan a meterse en la cama de Marian y hacer el amor. Laura consiente en quedarse alguna noche a dormir con ella. Se busca una disculpa con sus padres y acude a su encuentro. Desnudas, pero arropadas en la cama, se miran con pasión mutua y las miradas encendidas.

- ¿Te imaginas que esto fuese para siempre? - Comenta Marian.

- ¿Me estás proponiendo que vivamos juntas? - Le pregunta interpretando la frase anterior.

- ¡Ya me gustaría! Pero creo que eso todavía no es posible. ¿Verdad? -  Pregunta mirando con delicadeza a sus ojos.

- ¡Sí! Debo tener en consideración a mis padres. No creo que lo entiendan. Irme a vivir a un piso en el casco viejo y con una mujer. Debería de ser muy convincente. Aún no saben que amo a una mujer maravillosa, me resultará muy complicado explicarlo. - Relata en un tono un poco triste, mientras recoloca el pelo de Marian.

Algún día tendrás que hacerlo. Se merecen que seas honesta con ellos y… contigo misma. -  Marian habla con sabiduría. Laura entiende la importancia del mensaje. Pero le resulta duro pensar en decir a sus padres que ha descubierto que es gay y que está enamorada de Marian.

Me gustaría saber cómo se hace, y al mismo tiempo, evitar el sufrimiento, si no les gusta. No creo que mis padres me rechacen, y espero que no sea una catástrofe, no voy a hundirme si eso sucede, pero no quiero hacerles daño y tampoco pienso en apartarme de ellos. Intentaré hacer lo posible para que me acepten, pero si a pesar de todo no lo hacen, será una decisión muy dura a tomar, yo quiero seguir con mi vida buscando lo mejor para mí. – Laura trata de decir que, muchas de las cosas que consideramos terribles e insoportables, no lo son en realidad y podemos soportarlas, superarlas y ser felices a pesar de ellas.  - Lo hablé con mi hermano Paco, es el único que conoce mis sentimientos por ti. Me sorprendió. Me dijo que no te dejara ir, que un amor así no se puede dejar pasar, igual me arrepentía toda mi vida. Mis padres no sé cómo decírselo y cómo responderán, no quiero que se sientan mal por mí. -  Reflexiona en voz alta. Marian la mira y con cariño.

El momento llegará, lo sabrás porque, ese momento te encontrará a ti y yo estaré a tu lado para apoyarte. -

- Eres un amor. ¿Sabes? Tenía un pánico tremendo con este sentimiento. Huía de tu lado, tenía mucho miedo y ahora no puedo separarme de ti ni un instante. - Laura se siente relajada al lado de Marian. Se ha enganchado a su amor y vive feliz en su compañía. Ha perdido casi todos sus miedos, y se siente más a gusto. Marian disfruta de una paz que hacía tiempo no percibía. Laura colma sus expectativas sentimentales. Constantemente se planteaba que su vida seguiría el camino de las compañías intermitentes. Unas que se van y otras las sustituyen. Con Laura ha cambiado la perspectiva de su existencia. Cree que nada romperá ese amor que las vincula. Que un día podrán casarse, como sus amigas Carmen y Paloma y la idea de ser madres también podría cuajar. De repente vuelve a la realidad. Laura duerme apoyada en su hombro y abrazada a su cintura, ha descubierto la felicidad.

 

Una tarde después de darse una reconfortante ducha, Marian coge un paquete que tenía en una repisa del cuarto de baño y se lo entrega a Laura con una sonrisa.

- ¿Para mí? ¿Qué es? - Pregunta nerviosa.

- Ábrelo y lo sabrás. - Marian juega a las adivinanzas. Es una caja de cartón envuelta en papel de regalo con una etiqueta que tiene escrito “Con todo mi amor”. Laura rompe el papel y retira la tapadera.

¡Un albornoz! Amarillo clarito, ¡Me gusta mucho! - Rápidamente se lo pone y se mira en el espejo coqueteando con su figura.

- ¡Hay algo más! - Le dice Marian. Laura mira en el interior de la caja que la ha tirado al suelo y encuentra una bolsita de tela. La recoge y la abre, en ella hay unas pantuflas de tela muy apropiadas para el baño y a juego con el albornoz.

- ¡Como me gusta! Eres un cielo. -  Laura se expresa muy contenta y besa sus labios.

- Así te encontrarás como en tu casa. Solo te falta el pijama y el cepillo de dientes.

- El pijama puede esperar, nunca lo uso y a tu lado no me va a hacer falta. - Le dice con un tono socarrón. -  Mañana me traigo un cepillo de dientes y un frasco de mi perfume. - Le dice expresándose con agrado.  

 

El trabajo en la empresa sigue su curso natural. Cada cual con su cometido sin interferencias notorias. De vez en cuando el gerente pasea por los pasillos con el gesto malhumorado de siempre, alguien piensa que debe tener una úlcera de estómago y acidez continua. Todos sin excepción piensan que está amargado desde que su mujer e hijos le abandonaron. Nadie sabe la causa, pero se la suponen.

Desde el incidente en el despacho, Laura ni le mira a la cara cuando se cruza con él o acude a la recepción en busca de alguna cosa. Marina y Marian han decidido que a la hora de despachar debe hacerse a la luz de todos. Marina se lo exigió un día que se puso muy bronco y grosero con ella, incluyendo en la medida a Marian, ellas dos son las únicas que gestionan asuntos con él, en un día y hora señalada de la semana. Cualquier otra cosa que deban atender será por medio de su secretaria. Así que Don Fernando cuando se sienta en su mesa está solo, hasta su secretaria deja la puerta abierta cuando él la llama, o debe entrar con algún papel o expediente. La conducta irracional que despliega en su entorno le hace odioso a los ojos de todo el elenco de empleados. Parecía suficiente castigo para él, tener que sujetarse a las normas impuestas por los trabajadores, pero la paz no dura siempre, por un motivo u otro la estupidez y la maldad florecen de nuevo para complicarle la vida a todo su entorno.

A primera hora de la tarde Laura escribe algo en el ordenador tranquilamente cuando el gerente aparece por la entrada con signos de haber bebido algo más de la cuenta. Sin mediar palabra golpea bruscamente con la mano sobre el mostrador de recepción asustando a todo el que estuviera cerca. Por supuesto Laura la que más, había apartado la vista cuando él entraba. - ¡Don Fernando! Me ha asustado. - Le grita con la voz atemorizada. Él se ríe con sarcasmo, como si de una broma se tratase. Marian sale de su pecera al pasillo - ¡Es usted un estúpido malintencionado! - Laura continúa gritando y con los nervios a flor de piel.

- ¿Qué me has llamado? - La increpa, ella está a punto de empezar a llorar.

– Le ha llamado estúpido malintencionado. -  Le habla Marian.

- Al menos eso no es una mierda como ser bollera. - Espeta con brusquedad.

- ¿Por qué es tan grosero? - Le pregunta. 

- ¡Bahh! ¡Déjadme en paz! - Le dice haciendo aspavientos con los brazos y se esconde en su despacho.

- ¿Estás bien? - Marian le pregunta a Laura, ella se sienta con las manos temblando y casi llorando. Cierta palidez asoma en sus mejillas.

– Me ha puesto muy nerviosa. -  

- ¿Te preparo una tila? - Marian se ofrece.

- ¡Sí! ¡Por favor! - Marina se acerca.

- Yo lo haré. Cuida de ella. - Y se va al cuarto del café.

- ¡Gracias Marina! ¿Mejoramos? Respira hondo y despacio. - Marian toma su mano derecha con fuerza y Laura la aprieta igualmente. Con la respiración controlada consigue relajarse. Aparece Marina con la Tila caliente y se la ofrece. Laura recoge la taza. Marian puede comprobar que el temblor de sus manos casi ha desaparecido. Laura le da un sorbo y hace un gesto de desagrado.

- ¿No tendrías mejor un whisky? No me gusta nada este brebaje. -  Las tres ríen de buena gana. Se toma la bebida caliente y el calor interno la hace reaccionar positivamente.

- ¿Por qué me tienen que tocar siempre individuos de esta especie? – Se pregunta Laura. Marina ha regresado a su despacho y Marian escucha el lamento de su novia. – Es un botarate y un infeliz, nunca ha sabido arreglar sus problemas y es así, un insatisfecho. – Le responde Marian.

No soporto a esta clase de gentuza. Dejé de ser modelo por eso. Me acosaban continuamente. Me hacían sentirme mal cuando algún necio se me acercaba con esas pretensiones. Siempre me encontraba sola en esas circunstancias. Era una sensación de lo más desagradable. – Laura cuenta algo de su pasado que no quiere recordar.

- Ahora me tienes a mí, estoy aquí para ayudarte. ¿Tan difícil era ese mundillo? – Le pregunta con inocencia.

Ni te lo puedes imaginar. Un modisto muy famoso me acorraló en un vestuario, mientras me cambiaba de traje en medio de un desfile, estaba desnuda, no te imaginas la vergüenza. Intentó sobarme y me lie a bofetadas con él hasta sacarlo al pasillo a empujones. Después de aquello me desmayé. Afortunadamente mis compañeras me protegieron y no pasó nada. Me lo hizo pasar muy mal. Fue la gota que colmó el vaso. – Marian la mira atónita.

- ¿Fue entonces cuando decidiste dejar aquel trabajo?

- ¡Sí! – Responde con contundencia.

- ¿Por eso te has mareado antes? Percibes mal la violencia, aunque sea verbal. ¿Y el otro día? ¿Qué te pasó? Perdiste el conocimiento…-

- Ni una palabra a nadie, solo fue una broma de Manolín. Intentó agarrarme por el brazo y respondí de forma violenta dándole una bofetada. No lo hizo con mala intención, quizás mi respuesta fue exagerada. Después me pidió disculpas, es un poco brutito, ya sabes, pero es buena persona. – Le cuenta pidiendo que lo mantenga en secreto.

- ¡Está bien! -     

Marian regresa a sus tareas, por el pasillo se encuentra a Marina que le comenta que deberían hacer algo con este hombre. - No está en sus cabales. -

 

Laura recoge a Marian en la puerta de su casa. Acuden a un concierto en la Plaza de María Pita de la Orquesta de Galicia con un programa sugerente.  Es Laura la más melómana de las dos, Marian va aprendiendo a su lado como vivir este tipo de música que, aunque no le llama especialmente la atención, si suele disfrutar de ella. Laura la guía con las melodías y los compositores, le habla de los grandes clásicos y lo que ha supuesto la música para ella.

Van caminando, casi corriendo. Entran en la plaza y buscan un asiento. El Sol aún no se ha puesto y está presente en los soportales. Encuentran dos sillas en el ala izquierda de la plaza y se sientan.

El concierto resulta muy agradable y entretenido. A Marian le ha gustado mucho, no sabe si por la música o por estar con ella. Se levantan y le pregunta.

- ¿Y ahora qué hacemos? - Dice Marian.

Irnos a cenar. - Responde Laura. – Conozco un sitio aquí cerca que, aunque esté lleno, consigo una mesa. - Caminan por unas callejas del casco viejo hasta un bar existente en una esquina. Entran y está completamente lleno. Es de esos locales de poca fachada y mucho fondo, dos pisos de comedores y mucho bullicio. Laura se dirige a la barra y se da dos besos con alguien que parece el encargado. Por como gesticulan, a Marian le parece que no ha lugar. Regresa Laura con cara de circunstancias.

- ¿Qué pasa? – Pregunta intrigada.

No hay nada de momento. - Le cuenta que está esperando a un grupo de siete personas y que es la única mesa que tiene vacía.

– ¿Tomamos algo y esperamos a ver qué pasa? - Propone Marian. En ese momento se abre la puerta y aparece Paco, el hermano de Laura, con su mujer y tres amigos más, también conocidos de Laura. Después de los saludos protocolarios, es el turno de Laura que presenta a Marian como amiga y compañera de trabajo. En un momento dado Paco le pregunta a Laura en un aparte y en voz baja.

- ¿Es ella? - Lo dice como a escondidas. Laura ríe, mira hacia Marian y luego a su hermano. Con gesto serio pero la cara iluminada, responde.

- ¡Sí! - Enfatizando. Paco hace un gesto de satisfacción. Propone a Laura que se queden con ellos, que ha fallado un matrimonio amigo y hay dos sitios disponibles.

Debo consultarlo con Marian. - Marian no pone ningún problema y deciden quedarse. Cree que es un buen momento para conocer algo del entorno de Laura.

Acabada la velada salen a la calle y comienzan a caminar todos juntos, poco a poco se van espaciando entre ellos. Marian va platicando con dos de los chicos y Laura con Paco.

- ¿Has hablado con Papá últimamente? - Pregunta Paco a su hermana.

- ¿De qué tengo que hablar? - Cuestiona Laura.

– Veo que no. Tendrás que hacerlo un día de estos. Se ha fijado en tus cambios de humor y por lo que me ha parecido, también has cambiado de rutina. Pasas noches fuera. Se ha dado cuenta de esos cambios y está intrigado. Se preocupa poco porque te ve contenta, que por cierto podrías haberme dicho algo. - Le argumenta con seriedad.

- ¡Lo siento, me he olvidado de todo! Desde que estoy con ella el mundo no es lo mismo. Creo que he descuidado a la familia por lo que veo, no me he dado cuenta. Ahora, todo gira en torno a Marian y lo demás es como si no existiera. ¿Me entiendes? -  Paco la mira asombrado. 

Todas las enamoradas sois iguales. Esta no es mi hermana, es otra persona. ¿Qué has hecho con ella? - Bromea con Laura que acusa la gracia.

- ¡No seas así! No he cambiado solo estoy enamorada, sigo siendo la misma ¡Tonto! - Ambos estallan en sendas carcajadas. Marian, que camina unos metros por delante, se detiene a esperar a los hermanos que parece se lo están pasando en grande por las risas. Se acercan a ella lentamente.

- ¿Os veo muy contentos? - Laura besa su frente. - Me vengo aquí porque allí han empezado a hablar de futbol y es algo que no me interesa. - Comenta poniéndose al lado de Laura.

Mi hermano me regañaba porque dice que he cambiado. Y yo le digo que no, solo estoy enamorada, es el único cambio en mi vida. - Lo dice mientras le va echando el brazo por el hombro a Marian, ella la mira con algo de asombro y la abraza por la cintura. Laura ya acepta que esa forma de ir juntas no es algo que llame la atención y lo hacen con naturalidad.

Espero que sea para bien. Ser feliz es difícil, siempre hay piedras en el camino y el vuestro es de esos caminos complicados, encontraréis muchas dificultades. - Hay sabiduría en las palabras de Paco. Marian escucha complacida porque, de alguna manera, él está facilitando el camino a su hermana. Le percibe como cómplice. Ella sabe de esas dificultades que comenta Paco, las ha vivido en su familia. Por eso no fuerza a Laura, no quiere provocar una situación que le pueda resultar desagradable.

Pasa el tiempo después de salir del armario y finalmente vives la vida libre, sin complicaciones, sin tener que esconderte, pero, no todo es miel sobre hojuelas… Tener la confianza de confesar quién se es en realidad y decidirse a ser uno mismo, conlleva un montón de ideas retrogradas e incomprensiones que están en el entorno social y que a primera instancia no te importan, pero contempladas en una observación a fondo, llegan a ser una verdadera molestia.

Laura no ha sido fustigada con el desprecio de sus padres, algo que se hace muy duro, sobre todo siendo muy joven como le pasó a Marian. No quiere pensar que le suceda algo similar, esa visión de las relaciones paternas, siguen siendo complicadas para su mente.

 

Don Fernando aparece, como siempre, con cara de malos amigos. Sin mediar palabra, ni decir buenos días, entra como un burro por la puerta. Pocos minutos después su secretaria se acerca a Laura 

El jefe quiere verte. - Le dice.

- Pues como no venga él aquí. Yo no pienso quedarme a solas con él. - Expone con firmeza. Cristina, que así se llama la secretaria, no se extraña de la respuesta y se da la vuelta de regreso. Al minuto reaparece el gerente con un gesto agresivo en la cara. En un tono grotesco se enfrenta a Laura que permanece sentada con la vista en el ordenador y dando la impresión de no hacerle caso. 

– Aquí cuando yo digo una cosa se me obedece sin rechistar. ¿Entiendes bollera de mierda? -  Laura sigue sin responder y continua en apariencia con su tarea. Las voces llaman la atención de los de alrededor. - ¿Me estás escuchando? ¡Contesta! - Laura levanta de forma leve la ceja derecha y le mira de reojo.

– Cuando me gritan, tengo la costumbre de no entender lo que me dicen. - Responde y devuelve la vista a su tarea. El jefe se enfurece, por encima del mostrador echa la mano e intenta cogerla del pelo inclinándose hacia ella. La respuesta de Laura es inmediata y sin pensarlo se levanta hacia atrás y le sacude un bofetón que da de lleno en la cara de aquel hombre iracundo. Espantado pone una expresión de cólera y la mira estupefacto. En ese momento llega a su altura Marian que ha acudido al oír el alboroto. El gerente hace un gesto agresivo de querer devolver el golpe, pero es parado por Marian. Laura rápidamente retrocede dando un paso atrás queriendo salir de su rincón, tropieza con la silla y cae golpeándose en la cabeza con el borde de la mesa. Al llegar al suelo ya ha perdido el conocimiento.

– ¡Estás despedida, maldita tortillera! - Brama el gerente sin percatarse del estado de la recepcionista. Marian quiere golpearle sin piedad, pero es detenida por Esther y Marina que llegan en ese momento, Adela y Susana son testigos mudos de la escena. Marian se acerca rápida a Laura, que permanece inmóvil en el suelo.

- ¡Llamad a una ambulancia, por favor! - Grita desesperada. Se da cuenta que Laura no da ninguna señal de consciencia y el golpe en la frente muestra un aspecto poco agradable. – Cariño estoy aquí. Dime algo por favor, abre los ojos. No me dejes. - Expresa llorando y desesperada. A los pocos minutos entra un equipo de Urgencias que la estabilizan y se la llevan al Hospital. Marian la acompaña con la desesperación estampada en su rostro, como así refleja su mirada. Llegan al Hospital e inmediatamente la ingresan en la Unidad de cuidados intensivos. Marian debe quedarse fuera. Laura está sin conocimiento, no reacciona y ella se muere de impotencia. La primera media hora es desmoralizante, nadie le da ninguna explicación de lo que le pasa a su amada. Poco rato después aparecen los padres de Laura. Marina les ha llamado desde la empresa cuando se la llevaron en la ambulancia. Marian solo acierta a contar que se ha golpeado la cabeza al caer al suelo por un tropezón. Don Luis le agradece a Marian su interés y le dice que ya se hacen cargo ellos, que puede regresar a su trabajo. Marian le mira con gesto angustiado y le ruega que le permita esperar hasta tener alguna noticia. Que es su amiga más querida y que no se irá hasta que sepa lo que pasa. La madre de Laura capta el desespero de Marian y con un gesto hace ver a su marido que debe consentir.

Pasea muy inquieta por las cercanías de la puerta de intensivos. Aparece Paco y al rato un médico pregunta por la familia. Los cuatro se acercan con nerviosismo, él los tranquiliza.

Laura está estabilizada. Tiene un fuerte golpe en la cabeza y aún continua inconsciente. Le haremos un escáner en cuanto tengamos un hueco. No corre peligro, de hecho, no ha sido necesario intubarla, respira espontánea, pero aún no reacciona. Debemos esperar, las primeras veinticuatro horas son importantes para ver cómo evoluciona. No hay fractura aparente del cráneo, pero es posible que tenga una contusión cerebral importante. -

Dicho esto, el facultativo se introduce de nuevo por la puerta que había salido, Don Luis se dirige a Marian.

- Muchas gracias señorita. Ya ha oído, debemos esperar. Su presencia aquí ya no es necesaria. - Le dice con crudeza. Marian asiente sin decir palabra, mira a Paco, se da media vuelta e inicia el camino hacia la salida.

– Espera Marian. - Le grita Paco.

- Voy a llevarla. Es lo menos que puedo hacer. Vuelvo en un rato. - Le dice a su padre que asiente de buena gana. Acto seguido coge a Marian del brazo y juntos bajan la escalera.