Te
quiero. Pero no a mi lado.
9. Algo indeseado
Pasan los días, para Laura y Marian es como
estar de luna de miel. Después del trabajo vuelan a meterse en la cama de
Marian y hacer el amor. Laura consiente en quedarse alguna noche a dormir con
ella. Se busca una disculpa con sus padres y acude a su encuentro. Desnudas,
pero arropadas en la cama, se miran con pasión mutua y las miradas encendidas.
- ¿Te
imaginas que esto fuese para siempre? - Comenta Marian.
- ¿Me
estás proponiendo que vivamos juntas? - Le pregunta interpretando la frase
anterior.
- ¡Ya
me gustaría! Pero creo que eso todavía no es posible. ¿Verdad? - Pregunta mirando con delicadeza a sus ojos.
- ¡Sí!
Debo tener en consideración a mis padres. No creo que lo entiendan. Irme a
vivir a un piso en el casco viejo y con una mujer. Debería de ser muy
convincente. Aún no saben que amo a una mujer maravillosa, me resultará muy
complicado explicarlo. - Relata en un tono un poco triste, mientras
recoloca el pelo de Marian.
– Algún
día tendrás que hacerlo. Se merecen que seas honesta con ellos y… contigo
misma. - Marian habla con sabiduría.
Laura entiende la importancia del mensaje. Pero le resulta duro pensar en decir
a sus padres que ha descubierto que es gay y que está enamorada de Marian.
– Me
gustaría saber cómo se hace, y al mismo tiempo, evitar el sufrimiento, si no
les gusta. No creo que mis padres me rechacen, y espero
que no sea una catástrofe, no voy a hundirme si eso sucede, pero no quiero
hacerles daño y tampoco pienso en apartarme de ellos. Intentaré hacer lo
posible para que me acepten, pero si a pesar de todo no lo hacen, será una
decisión muy dura a tomar, yo quiero seguir con mi vida buscando lo mejor para
mí. – Laura trata de decir que, muchas
de las cosas que consideramos terribles e insoportables, no lo son en realidad
y podemos soportarlas, superarlas y ser felices a pesar de ellas. -
Lo hablé con mi hermano Paco, es el único que conoce mis sentimientos por ti.
Me sorprendió. Me dijo que no te dejara ir, que un amor así no se puede dejar
pasar, igual me arrepentía toda mi vida. Mis padres no sé cómo decírselo y cómo
responderán, no quiero que se sientan mal por mí. - Reflexiona en voz alta. Marian la mira y
con cariño.
– El
momento llegará, lo sabrás porque, ese momento te encontrará a ti y yo estaré a
tu lado para apoyarte. -
- Eres un amor.
¿Sabes? Tenía un pánico tremendo con este sentimiento. Huía de tu lado, tenía
mucho miedo y ahora no puedo separarme de ti ni un instante. - Laura se siente relajada al
lado de Marian. Se ha enganchado a su amor y vive feliz en su compañía. Ha
perdido casi todos sus miedos, y se siente más a gusto. Marian disfruta de una
paz que hacía tiempo no percibía. Laura colma sus expectativas sentimentales.
Constantemente se planteaba que su vida seguiría el camino de las compañías
intermitentes. Unas que se van y otras las sustituyen. Con Laura ha cambiado la
perspectiva de su existencia. Cree que nada romperá ese amor que las vincula.
Que un día podrán casarse, como sus amigas Carmen y Paloma y la idea de ser
madres también podría cuajar. De repente vuelve a la realidad. Laura duerme
apoyada en su hombro y abrazada a su cintura, ha descubierto la felicidad.
Una tarde después de darse una
reconfortante ducha, Marian coge un paquete que tenía en una repisa del cuarto
de baño y se lo entrega a Laura con una sonrisa.
- ¿Para mí? ¿Qué
es? - Pregunta
nerviosa.
- Ábrelo y lo
sabrás. - Marian
juega a las adivinanzas. Es una caja de cartón envuelta en papel de regalo con
una etiqueta que tiene escrito “Con todo
mi amor”. Laura rompe el papel y retira la tapadera.
– ¡Un
albornoz! Amarillo clarito, ¡Me gusta mucho! - Rápidamente se lo pone y se
mira en el espejo coqueteando con su figura.
- ¡Hay algo más!
- Le dice
Marian. Laura mira en el interior de la caja que la ha tirado al suelo y
encuentra una bolsita de tela. La recoge y la abre, en ella hay unas pantuflas
de tela muy apropiadas para el baño y a juego con el albornoz.
-
¡Como me gusta! Eres un cielo. - Laura
se expresa muy contenta y besa sus labios.
- Así te
encontrarás como en tu casa. Solo te falta el pijama y el cepillo de dientes.
- El pijama
puede esperar, nunca lo uso y a tu lado no me va a hacer falta. - Le dice con un tono socarrón.
- Mañana
me traigo un cepillo de dientes y un frasco de mi perfume. - Le dice
expresándose con agrado.
El trabajo en la empresa sigue su curso
natural. Cada cual con su cometido sin interferencias notorias. De vez en
cuando el gerente pasea por los pasillos con el gesto malhumorado de siempre,
alguien piensa que debe tener una úlcera de estómago y acidez continua. Todos
sin excepción piensan que está amargado desde que su mujer e hijos le
abandonaron. Nadie sabe la causa, pero se la suponen.
Desde el incidente en el despacho, Laura ni
le mira a la cara cuando se cruza con él o acude a la recepción en busca de
alguna cosa. Marina y Marian han decidido que a la hora de despachar debe
hacerse a la luz de todos. Marina se lo exigió un día que se puso muy bronco y
grosero con ella, incluyendo en la medida a Marian, ellas dos son las únicas
que gestionan asuntos con él, en un día y hora señalada de la semana. Cualquier
otra cosa que deban atender será por medio de su secretaria. Así que Don
Fernando cuando se sienta en su mesa está solo, hasta su secretaria deja la
puerta abierta cuando él la llama, o debe entrar con algún papel o expediente.
La conducta irracional que despliega en su entorno le hace odioso a los ojos de
todo el elenco de empleados. Parecía suficiente castigo para él, tener que
sujetarse a las normas impuestas por los trabajadores, pero la paz no dura
siempre, por un motivo u otro la estupidez y la maldad florecen de nuevo para
complicarle la vida a todo su entorno.
A primera hora de la tarde Laura escribe
algo en el ordenador tranquilamente cuando el gerente aparece por la entrada
con signos de haber bebido algo más de la cuenta. Sin mediar palabra golpea
bruscamente con la mano sobre el mostrador de recepción asustando a todo el que
estuviera cerca. Por supuesto Laura la que más, había apartado la vista cuando
él entraba. - ¡Don Fernando! Me ha
asustado. - Le grita con la voz atemorizada. Él se ríe con sarcasmo, como
si de una broma se tratase. Marian sale de su pecera al pasillo - ¡Es usted un estúpido malintencionado! - Laura
continúa gritando y con los nervios a flor de piel.
- ¿Qué
me has llamado? - La increpa, ella está a punto de empezar a llorar.
– Le ha llamado
estúpido malintencionado. - Le habla Marian.
- Al menos
eso no es una mierda como ser bollera. - Espeta con brusquedad.
- ¿Por qué es
tan grosero? - Le
pregunta.
- ¡Bahh!
¡Déjadme en paz! - Le
dice haciendo aspavientos con los brazos y se esconde en su despacho.
- ¿Estás
bien? - Marian le pregunta a Laura, ella se sienta con las manos temblando
y casi llorando. Cierta palidez asoma en sus mejillas.
– Me ha puesto
muy nerviosa. -
- ¿Te
preparo una tila? - Marian se ofrece.
- ¡Sí!
¡Por favor! - Marina se acerca.
- Yo lo haré.
Cuida de ella. - Y
se va al cuarto del café.
- ¡Gracias
Marina! ¿Mejoramos? Respira hondo y despacio. - Marian toma su mano derecha
con fuerza y Laura la aprieta igualmente. Con la respiración controlada
consigue relajarse. Aparece Marina con la Tila caliente y se la ofrece. Laura
recoge la taza. Marian puede comprobar que el temblor de sus manos casi ha
desaparecido. Laura le da un sorbo y hace un gesto de desagrado.
- ¿No
tendrías mejor un whisky? No me gusta nada este brebaje. - Las tres ríen de buena gana. Se toma la
bebida caliente y el calor interno la hace reaccionar positivamente.
- ¿Por
qué me tienen que tocar siempre individuos de esta especie? – Se pregunta
Laura. Marina ha regresado a su despacho y Marian escucha el lamento de su
novia. – Es un botarate y un infeliz,
nunca ha sabido arreglar sus problemas y es así, un insatisfecho. – Le
responde Marian.
– No
soporto a esta clase de gentuza. Dejé de ser modelo por eso. Me acosaban
continuamente. Me hacían sentirme mal cuando algún necio se me acercaba con
esas pretensiones. Siempre me encontraba sola en esas circunstancias. Era una
sensación de lo más desagradable. – Laura cuenta algo de su pasado que no
quiere recordar.
-
Ahora me tienes a mí, estoy aquí para ayudarte. ¿Tan difícil era ese mundillo? –
Le pregunta con inocencia.
– Ni
te lo puedes imaginar. Un modisto muy famoso me acorraló en un vestuario,
mientras me cambiaba de traje en medio de un desfile, estaba desnuda, no te
imaginas la vergüenza. Intentó sobarme y me lie a bofetadas con él hasta
sacarlo al pasillo a empujones. Después de aquello me desmayé. Afortunadamente
mis compañeras me protegieron y no pasó nada. Me lo hizo pasar muy mal. Fue la
gota que colmó el vaso. – Marian la mira atónita.
-
¿Fue entonces cuando decidiste dejar aquel trabajo? –
-
¡Sí! – Responde con contundencia.
-
¿Por eso te has mareado antes? Percibes mal la violencia, aunque sea verbal. ¿Y
el otro día? ¿Qué te pasó? Perdiste el conocimiento…-
- Ni
una palabra a nadie, solo fue una broma de Manolín. Intentó agarrarme por el
brazo y respondí de forma violenta dándole una bofetada. No lo hizo con mala
intención, quizás mi respuesta fue exagerada. Después me pidió disculpas, es un
poco brutito, ya sabes, pero es buena persona. – Le cuenta pidiendo que lo
mantenga en secreto.
- ¡Está
bien! -
Marian regresa a sus tareas, por el pasillo
se encuentra a Marina que le comenta que deberían hacer algo con este hombre. - No está en sus cabales. -
Laura recoge a Marian en la puerta de su
casa. Acuden a un concierto en la Plaza de María Pita de la Orquesta de Galicia
con un programa sugerente. Es Laura la
más melómana de las dos, Marian va aprendiendo a su lado como vivir este tipo
de música que, aunque no le llama especialmente la atención, si suele disfrutar
de ella. Laura la guía con las melodías y los compositores, le habla de los
grandes clásicos y lo que ha supuesto la música para ella.
Van caminando, casi corriendo. Entran en la
plaza y buscan un asiento. El Sol aún no se ha puesto y está presente en los
soportales. Encuentran dos sillas en el ala izquierda de la plaza y se sientan.
El concierto resulta muy agradable y
entretenido. A Marian le ha gustado mucho, no sabe si por la música o por estar
con ella. Se levantan y le pregunta.
- ¿Y
ahora qué hacemos? - Dice Marian.
– Irnos
a cenar. - Responde Laura. – Conozco
un sitio aquí cerca que, aunque esté lleno, consigo una mesa. - Caminan por
unas callejas del casco viejo hasta un bar existente en una esquina. Entran y está
completamente lleno. Es de esos locales de poca fachada y mucho fondo, dos
pisos de comedores y mucho bullicio. Laura se dirige a la barra y se da dos
besos con alguien que parece el encargado. Por como gesticulan, a Marian le
parece que no ha lugar. Regresa Laura con cara de circunstancias.
- ¿Qué
pasa? – Pregunta intrigada.
– No
hay nada de momento. - Le cuenta que está esperando a un grupo de siete personas
y que es la única mesa que tiene vacía.
– ¿Tomamos
algo y esperamos a ver qué pasa? - Propone Marian. En ese momento se abre
la puerta y aparece Paco, el hermano de Laura, con su mujer y tres amigos más,
también conocidos de Laura. Después de los saludos protocolarios, es el turno
de Laura que presenta a Marian como amiga y compañera de trabajo. En un momento
dado Paco le pregunta a Laura en un aparte y en voz baja.
- ¿Es
ella? - Lo dice como a escondidas. Laura ríe, mira hacia Marian y luego a
su hermano. Con gesto serio pero la cara iluminada, responde.
- ¡Sí!
- Enfatizando. Paco hace un gesto de satisfacción. Propone a Laura que se
queden con ellos, que ha fallado un matrimonio amigo y hay dos sitios
disponibles.
– Debo
consultarlo con Marian. - Marian no pone ningún problema y deciden
quedarse. Cree que es un buen momento para conocer algo del entorno de Laura.
Acabada la velada salen a la calle y
comienzan a caminar todos juntos, poco a poco se van espaciando entre ellos.
Marian va platicando con dos de los chicos y Laura con Paco.
- ¿Has
hablado con Papá últimamente? - Pregunta Paco a su hermana.
- ¿De qué tengo
que hablar? - Cuestiona
Laura.
– Veo que no.
Tendrás que hacerlo un día de estos. Se ha fijado en tus cambios de humor y por
lo que me ha parecido, también has cambiado de rutina. Pasas noches fuera. Se
ha dado cuenta de esos cambios y está intrigado. Se preocupa poco porque te ve
contenta, que por cierto podrías haberme dicho algo. - Le argumenta con seriedad.
- ¡Lo siento, me
he olvidado de todo! Desde que estoy con ella el mundo no es lo mismo. Creo que
he descuidado a la familia por lo que veo, no me he dado cuenta. Ahora, todo
gira en torno a Marian y lo demás es como si no existiera. ¿Me entiendes? - Paco la mira asombrado.
– Todas
las enamoradas sois iguales. Esta no es mi hermana, es otra persona. ¿Qué has
hecho con ella? - Bromea con Laura que acusa la gracia.
- ¡No
seas así! No he cambiado solo estoy enamorada, sigo siendo la misma ¡Tonto! - Ambos
estallan en sendas carcajadas. Marian,
que camina unos metros por delante, se detiene a esperar a los hermanos que
parece se lo están pasando en grande por las risas. Se acercan a ella
lentamente.
- ¿Os
veo muy contentos? - Laura besa su frente. - Me vengo aquí porque allí han empezado a hablar de futbol y es algo
que no me interesa. - Comenta poniéndose al lado de Laura.
– Mi
hermano me regañaba porque dice que he cambiado. Y yo le digo que no, solo
estoy enamorada, es el único cambio en mi vida. - Lo dice mientras le va echando
el brazo por el hombro a Marian, ella la mira con algo de asombro y la abraza
por la cintura. Laura ya acepta que esa forma de ir juntas no es algo que llame
la atención y lo hacen con naturalidad.
– Espero
que sea para bien. Ser feliz es difícil, siempre hay piedras en el camino y el
vuestro es de esos caminos complicados, encontraréis muchas dificultades. - Hay
sabiduría en las palabras de Paco. Marian escucha complacida porque, de alguna
manera, él está facilitando el camino a su hermana. Le percibe como cómplice.
Ella sabe de esas dificultades que comenta Paco, las ha vivido en su familia.
Por eso no fuerza a Laura, no quiere provocar una situación que le pueda
resultar desagradable.
Pasa
el tiempo después de salir del armario y finalmente vives la vida libre, sin
complicaciones, sin tener que esconderte, pero, no todo es miel sobre hojuelas…
Tener la confianza de confesar quién se es en realidad y decidirse a ser uno
mismo, conlleva un montón de ideas retrogradas e incomprensiones que están en
el entorno social y que a primera instancia no te importan, pero contempladas
en una observación a fondo, llegan a ser una verdadera molestia.
Laura
no ha sido fustigada con el desprecio de sus padres, algo que se hace muy duro,
sobre todo siendo muy joven como le pasó a Marian. No quiere pensar que le
suceda algo similar, esa visión de las relaciones paternas, siguen siendo
complicadas para su mente.
Don
Fernando aparece, como siempre, con cara de malos amigos. Sin mediar palabra,
ni decir buenos días, entra como un burro por la puerta. Pocos minutos después
su secretaria se acerca a Laura
– El
jefe quiere verte. - Le dice.
- Pues
como no venga él aquí. Yo no pienso quedarme a solas con él. - Expone con
firmeza. Cristina, que así se llama la secretaria, no se extraña de la
respuesta y se da la vuelta de regreso. Al minuto reaparece el gerente con un
gesto agresivo en la cara. En un tono grotesco se enfrenta a Laura que
permanece sentada con la vista en el ordenador y dando la impresión de no
hacerle caso.
– Aquí cuando yo
digo una cosa se me obedece sin rechistar. ¿Entiendes bollera de mierda? - Laura sigue sin responder y continua en
apariencia con su tarea. Las voces llaman la atención de los de alrededor. - ¿Me estás escuchando? ¡Contesta! - Laura
levanta de forma leve la ceja derecha y le mira de reojo.
– Cuando me gritan,
tengo la costumbre de no entender lo que me dicen. - Responde y devuelve la vista a
su tarea. El jefe se enfurece, por encima del mostrador echa la mano e intenta
cogerla del pelo inclinándose hacia ella. La respuesta de Laura es inmediata y
sin pensarlo se levanta hacia atrás y le sacude un bofetón que da de lleno en
la cara de aquel hombre iracundo. Espantado pone una expresión de cólera y la
mira estupefacto. En ese momento llega a su altura Marian que ha acudido al oír
el alboroto. El gerente hace un gesto agresivo de querer devolver el golpe,
pero es parado por Marian. Laura rápidamente retrocede dando un paso atrás
queriendo salir de su rincón, tropieza con la silla y cae golpeándose en la
cabeza con el borde de la mesa. Al llegar al suelo ya ha perdido el
conocimiento.
– ¡Estás
despedida, maldita tortillera! - Brama el gerente sin percatarse del estado de la
recepcionista. Marian quiere golpearle sin piedad, pero es detenida por Esther
y Marina que llegan en ese momento, Adela y Susana son testigos mudos de la
escena. Marian se acerca rápida a Laura, que permanece inmóvil en el suelo.
- ¡Llamad
a una ambulancia, por favor! - Grita desesperada. Se da cuenta que Laura no
da ninguna señal de consciencia y el golpe en la frente muestra un aspecto poco
agradable. – Cariño estoy aquí. Dime algo
por favor, abre los ojos. No me dejes. - Expresa llorando y desesperada. A
los pocos minutos entra un equipo de Urgencias que la estabilizan y se la
llevan al Hospital. Marian la acompaña con la desesperación estampada en su
rostro, como así refleja su mirada. Llegan al Hospital e inmediatamente la
ingresan en la Unidad de cuidados intensivos. Marian debe quedarse fuera. Laura
está sin conocimiento, no reacciona y ella se muere de impotencia. La primera
media hora es desmoralizante, nadie le da ninguna explicación de lo que le pasa
a su amada. Poco rato después aparecen los padres de Laura. Marina les ha
llamado desde la empresa cuando se la llevaron en la ambulancia. Marian solo
acierta a contar que se ha golpeado la cabeza al caer al suelo por un tropezón.
Don Luis le agradece a Marian su interés y le dice que ya se hacen cargo ellos,
que puede regresar a su trabajo. Marian le mira con gesto angustiado y le ruega
que le permita esperar hasta tener alguna noticia. Que es su amiga más querida
y que no se irá hasta que sepa lo que pasa. La madre de Laura capta el
desespero de Marian y con un gesto hace ver a su marido que debe consentir.
Pasea muy inquieta por las cercanías de la
puerta de intensivos. Aparece Paco y al rato un médico pregunta por la familia.
Los cuatro se acercan con nerviosismo, él los tranquiliza.
– Laura
está estabilizada. Tiene un fuerte golpe en la cabeza y aún continua
inconsciente. Le haremos un escáner en cuanto tengamos un hueco. No corre
peligro, de hecho, no ha sido necesario intubarla, respira espontánea, pero aún
no reacciona. Debemos esperar, las primeras veinticuatro horas son importantes
para ver cómo evoluciona. No hay fractura aparente del cráneo, pero es posible
que tenga una contusión cerebral importante. -
Dicho esto, el facultativo se introduce de
nuevo por la puerta que había salido, Don Luis se dirige a Marian.
- Muchas
gracias señorita. Ya ha oído, debemos esperar. Su presencia aquí ya no es
necesaria. - Le dice con crudeza. Marian asiente sin decir palabra, mira a
Paco, se da media vuelta e inicia el camino hacia la salida.
– Espera Marian.
- Le grita
Paco.
- Voy
a llevarla. Es lo menos que puedo hacer. Vuelvo en un rato. - Le dice a su
padre que asiente de buena gana. Acto seguido coge a Marian del brazo y juntos
bajan la escalera.