Una separación necesaria

Una separación necesaria

martes, 23 de febrero de 2021

6. Mucho que pensar

Te quiero. Pero no a mi lado.

- ¡Si! Te quiero. Pero no a mi lado.- Con esta frase Laura manifiesta dos cosas distintas que Marian no alcanza a comprender; por un lado afirma que si está enamorada y en la segunda le declara que no pueden estar juntas. Tonta contradicción, piensa, es un sin sentido. Marian está satisfecha de la primera respuesta. La segunda le resulta un enigma.

- ¿Qué quieres decir con, no a mi lado? -  Pregunta intrigada. Laura vuelve a tomar aire.

– Me ha salido espontáneo, no lo he pensado así. Te quiero, de verdad, estoy enamorada. Mi hermano me lo hizo ver con claridad. Pero no sé a dónde voy, que es este sentimiento, no sé si realmente es lo que me espera en la vida. Ya te lo he dicho. Tengo un sin número de preguntas sin respuesta que necesito resolver. Mi familia, mi trabajo. Yo misma me muero de vergüenza de que me vean con una mujer como pareja. No puedo estar a tu lado… aún. Necesito tiempo, primero necesito responder a todas esas incógnitas, necesito saber quién soy. Es lo que trato de explicar. - Esta afirmación sorprende a Marian que reflexiona un instante.

- Dijiste que habías superado la negación, pero parece que no es así. Aún guardas cosas en tu interior que me hacen pensar que sigues, al menos una parte de ti, en esa fase. – Toma aire antes de seguir. - Eres Laura la recepcionista, relaciones públicas y otras muchísimas pequeñas cosas que haces y que todos apreciamos en la empresa. Como persona eres tímida y extraordinariamente tierna. Aprecias las buenas amistades, aunque creo que no debes tener muchas, eres familiar, afable y tratas a todo el mundo con respeto. Así podría seguir con muchas apreciaciones personales más. ¿Por qué te subestimas? - Esta bocanada de piropos deja callada a Laura. Sonríe con complacencia, mira a Marian con ternura.

Cualquiera diría que también estás enamorada. - Laura sorprende a Marian que, apoyada en la fría piedra de la columna, responde sin pensar, en voz baja y en un tono suave pero muy afectivo.

¡Claro que estoy enamorada! ¡Te quiero con todo mi corazón! Aquel beso abrió la caja de mis sentimientos. Y tengo que decirte que jamás, ninguna de las mujeres con quien he estado, me ha provocado un sentimiento tan fuerte como el que se ha despertado por ti. Has ocupado mi cabeza y mi corazón completamente. - Laura se siente entusiasmada. - Quisiera encontrar un rincón para besarte. Eres lo más bonito, interesante y enigmático que me ha pasado en la vida.  Y lucharé contigo lo que haga falta para que podamos estar juntas algún día. ¡Te quiero, sí! Pero deseo que estés a mi lado. - Marian vuelca su corazón sin pretenderlo. – ¡No va a ser fácil! Defender nuestro amor no lo va a ser ¡Seguro! Solo sé que lo superaremos por la fuerza del cariño y el deseo de estar juntas. Estoy en un momento en el que ya no puedo soportar estar sin ti. Echo de menos tus caricias, los momentos de ternura con que deleitarnos. Y esos besos robados o a escondidas en cualquier rincón. Necesito estar cerca de ti. Necesito pasar tiempo contigo y que estemos juntas todo lo posible. – Laura abre los ojos como dos platos. Por un momento siente la necesidad de decir algo hermoso también.

- ¡No sé que vi en ti! Desde el primer momento me encontré atrapada por la agradable sensación que tuve cuando te conocí. Para mí son tiempos difíciles, es un cambio radical en mi vida. Sin conocer la razón, percibí en tu persona el apoyo que solo dos almas gemelas pueden darse. – Durante unos instantes se miran a los ojos con el embeleso fijado en la expresión de sus rostros.

- ¿Sabes una cosa?... – Marian le dice con suave tono. – A mí, también me sorprendió que me enamorara de ti. Fue un flechazo el primer beso que me diste. Luego pensé que ya debía estar colada por ti sin sentirlo como una realidad. - Laura mira a sus ojos y le da un rápido y dulce beso. No se fija si en el entorno alguien las observa. Es un momento de éxtasis emocional y solo están ellas en el mundo. Se abrazan con fuerza y después vuelven a reflejar sus miradas la una en la otra con una sonrisa alegre.

 

Ambas están encantadas de conocer los sentimientos mutuos. Se cogen de la mano y reinician el camino. El resto del día lo disfrutan paseando por la ciudad vieja. Visitando todos y cada uno de los lugares interesantes de Compostela y los que a Marian le recuerdan su época de estudiante, como la tasca de su amigo Felipe que la recibe con alborozo al verla entrar en su local.

No hace falta seguir hablando de lo evidente, las miradas entre ellas son de lo más elocuentes. La sonrisa no se borra de sus rostros en todo el día. Cuando regresan, ya anochecido, de vuelta a casa lo hacen llenas de alegría y algunas compras compostelanas.

En el portal de Marian deben despedirse, pero no quieren. Le propone tomar un café arriba, en su casa, Laura declina la invitación.

- ¿Por qué? No pasará nada que no desees. No soy una loba. Solo tomar algo y besarnos, lo necesito. - Se lo pide como una niña pide un capricho.

- Yo también, pero no estoy segura. Te acompaño dentro del portal. - Laura no puede, es superior a sus fuerzas, la tentación de quedarse a solas con Marian la inquieta, mantiene ese miedo incontrolado, no se siente preparada para estar a solas con ella en la intimidad, no entra en sus planes ir más allá de los besos en las actuales circunstancias.

Marian abre el portal y entran hasta la puerta del ascensor, dejan las bolsas en el suelo. Marian comprueba que no hay nadie en la escalera y se cuelga del cuello de Laura literalmente. La besa con pasión y es correspondida con dulzura. Con sus bocas entrelazadas culminan un día que a las dos les ha parecido grandioso.

Llega el ascensor al bajo, allí permanece el tiempo que ellas tardan en separarse, miran dentro de sus ojos la una a la otra sonriendo.  - ¡Te quiero! - Susurra Marian al oído de Laura. - ¡Yo También! - Con un beso corto se despiden. Marian entra de espaldas en el ascensor con las bolsas cogidas en una mano y mirando a su nuevo amor salir hacia la calle. Mientras sube observa que camina también marcha atrás hacia el portón. Laura sale al exterior buscando el coche. Marian sale del ascensor con las bolsas. Entra en casa y las tira en la entrada. Corre a la balconada, llega justo en el momento que ve arrancar a Laura camino de su casa.

Se sienta y se acuna en la mecedora. Con una sonrisa de felicidad, gesticulando aspavientos y braceos sin control, baila liberando alegría por toda la casa. Recoge las compras y las guarda. Se ha quitado los zapatos y anda descalza. Cambia la ropa de calle por el pijama, se dirige a la cocina para prepararse algo de comer.

Mientras cena escucha música que procede del salón, el nocturno para piano de Chopin le suena celestial. De pronto suena el teléfono. 

- ¡Diga! - Dice con intriga.

- ¡Hola! - Responde Laura desde el otro lado, su voz le ilumina la cara.

- ¡Holaa! - Pronuncia en una exhalación de felicidad.

Ya te estoy echando de menos. - Le dice con voz dulce.

Yo a ti también. Es una pena que no te quedases, estaríamos cenando una rica tortilla francesa. -

- No puedo, de verdad. Es muy complicado. No quiero hacer algo de lo que pueda arrepentirme. Necesito ir paso a paso, estar segura de lo que hago. - Le explica con franqueza.

No debes preocuparte. Tú decides. - Muestra su conformidad.

– Algo que se me ha olvidado. Mañana en la oficina. Me aterra que demos señales. ¿Me explico? -   

- No te preocupes, haremos como siempre hemos hecho, comportarnos con normalidad. Nadie se ha dado cuenta que estábamos distantes, eso ha salido perfecto sin planearlo. Tranquilízate todo va a salir como debe ser. Ahora estamos bien. -

- Lo sé. Hemos pasado un día estupendo. ¿Verdad? - 

- Yo lo he pasado fenomenal, he regresado a casa más enamorada. ¡Te quiero! -

- No sospechaba que te habías enamorado también, solo que podía ser un… no sé.-

- Un entretenimiento, dilo sin miedo, a mí se me pasó por la cabeza que podía ser un capricho tuyo. ¡Por probar! Lo creía de veras. -

- Bueno te he llamado para que sepas que he llegado a casa sin problemas. -

- Me gusta. No había reparado en ello, pero gracias, ya sé que estás bien. Buenas noches cariño. -

- Buenas noches, amor. Soñaré contigo seguro. -

- ¡Y yo contigo! Un beso- Cuelgan al unísono. Marian maniobra su teléfono para añadir el número a la agenda del teléfono. – Tengo que poner una foto tuya en la pantalla. - Besa el teléfono con entusiasmo y lo deja en la mesilla.

 

El primer encuentro, a la mañana siguiente en la oficina, resulta esclarecedor para los más cercanos. Quique se fija que la cara de Marian tiene como un destello, un brillo especial que no mostraba últimamente.

Parece que te lo has pasado en grande en la boda. - Le comenta de forma inocente.

- ¿Boda? ¿Qué boda? - Recapacita un segundo. - ¡Ah! Perdona. Tenía la cabeza en otro sitio. ¡Si! Carmen y Paloma. Muy Bien. Me lo pasé en grande. Aunque mejor estuvo el Domingo. - Remata el comentario cuando aparece Laura en la puerta del despacho.

- ¿Qué pasó el Domingo? - Pregunta Quique. Laura llega a su espalda con unas carpetas en la mano, pone un gesto serio haciendo una mueca a Marian, que sonríe.

Pues me fui de excursión con una amiga y nos lo pasamos de rechupete. - Expresa con una pícara mirada hacia Laura que torna el gesto de su cara en grave.

- Pues me alegro. Ya va siendo hora de que pongas mejor cara, porque llevas unas semanas calentita. - Le espeta sin mala intención. Viéndola relajada cree oportuno hacer el apunte.  

- ¿Qué quieres decir? - Intrigada por el comentario.

Pues eso, que llevas unas semanas que no se te podía hablar. Siempre estabas como enfadada. Aquí nadie se lo explica. Si ahora estás bien nos alegramos todos.-  Se da la vuelta y se da de bruces con Laura. - ¿Verdad Laura, que ha estado algo insoportabilita? Contigo casi ni se hablaba. -  Se sorprende como en un susto.

- ¡Si, si! También lo he visto…-  Lo dice sin convencimiento, suena falso.

- ¿Veees?- Dice Quique sin percatarse de la situación de ambas mujeres, al dirigirse a Marian que sonríe. - ¡Hasta luego! Te la dejo para ti sola.- Quique no se da cuenta de la mirada de sobresalto de la recepcionista y abandona el despacho de Marian silbando. Laura y Marian se miran con incertidumbre.

¿Y tú decías que no se te había notado? ¿A ver qué hacemos ahora? - Comenta Laura con mucha seriedad y en voz baja. Marian sonríe con complacencia. - Y ¿Por qué le has contado lo de ayer? - Le dice con enfado.

No le he dicho nada, solo que me fui de excursión con una amiga. ¿Oíste que dijera algún nombre? -  A Laura le cuesta controlar las situaciones incómodas. A veces parece no tener sentido del humor cuando está molesta o se siente ridícula si percibe que le toman el pelo.

- ¡Ya! Pero no me ha hecho ninguna gracia. ¡Listilla! Toma tus papeles. - Le entrega una carpetilla repleta de documentos sobresaliendo por encima y que a buen seguro supone que Marian estará muy ocupada el resto del día. – Y haz el favor de no gastar bromas como esa. – Se acerca a su oído y en voz baja. - ¡Me muero por darte un beso! - Le dice. Marian se ríe de buena gana y Laura sale con un gesto cuasi de enfado y mirada pícara.

 

Un día muy trabajado, los lunes son siempre así. Normalmente todo sale sin dificultades mientras el gerente no mete las narices en las tareas de cada cual. Más que un apoyo termina siendo un estorbo, por su afán de querer controlarlo todo y por el poco respeto que guarda hacia los empleados. Don Fernando es el típico jefe que no sabe organizarse, ni siquiera con su apariencia es cuidadoso. Su despacho es un revoltijo de papeles y libros amontonados encima de la mesa, tiene varios teléfonos e intercomunicadores con lucecitas parpadeantes. A veces se queja de que no tiene buena comunicación con sus empleados, algo que solo explica su ruda forma de tratar a los demás. Aunque todos le respetan como gerente nadie le tiene por un líder en la empresa. Esa particularidad se la reparten a medias entre la directora de gestión, Marina, y Marian. Todo el personal acepta sus indicaciones sin problemas, circunstancia que no consigue el gerente. Cualquier orden o indicación suya es inmediatamente derivada hacia una de las dos mujeres antes de acometerla. Esto da la medida de la falta de liderazgo de Don Fernando. De su gestión hay pocas dudas, su competencia ha estado en entredicho en cuantiosas ocasiones. Tanto papel encima de la mesa, hay quien apuesta que son los mismos que fue colocando al inicio de su gestión y que ahí permanecen inalterables, mientras él, sigue sin resolver ninguno de los problemas por iniciativa propia, todos los han resuelto los demás y él va presumiendo y apuntándose el tanto.

 

Don Luis, el padre de Laura está sentado en la terraza leyendo una novela, que parece interminable por el grueso del libro. Levanta la vista al oír el ruido del motor de un coche que se acerca a la entrada. La puerta comienza a abrirse lenta hasta que permite el acceso del vehículo de Laura que regresa del trabajo. Se acerca a la puerta del garaje y para antes de entrar. Se apea, sube la escalera y se acerca a besar en la frente a su padre. - ¡Hola Papá! - Le dice con el rostro muy alegre, casi cantando.

- ¡Hola hija! Muy contenta te veo. ¿Te ha tocado la lotería o algo así? - Pregunta con curiosidad. Nota que en los últimos días Laura muestra un comportamiento radicalmente opuesto a las pasadas semanas. La veía seria y taciturna regresando del trabajo con un gesto algo triste, y en veinticuatro horas, su semblante ha cambiado de la noche al día. En el presente se muestra alegre con esa sonrisa que le llena la cara. Don Luis piensa que algo agradable le ha sucedido, algún acontecimiento le ha dado la vuelta a su talante. - ¿Te pasa algo? - Le dice.   Ella responde que no.

- Será la primavera y no, no me ha tocado la lotería. Ahora tengo prisa, he quedado con una amiga. - Le cuenta. Sin darle más explicaciones se introduce en la casa. A voz en grito saluda a su madre que debe deambular por algún rincón. Ella le contesta desde el fondo del cuarto donde está viendo la televisión. Laura se da una ducha y se prepara para acudir a la cita que ha mencionado a su padre. Ha quedado con Marian, y ya está nerviosa por salir. - ¡Hasta luego Papá! - Le dice al regresar al coche.

- ¡Hasta luego hija! ¡Que te diviertas! - Don Luis la mira al rostro con preocupación mientras ella le devuelve la mirada con una gran sonrisa. Semejante conducta le resulta, cuando menos, sorprendente. Laura no es de tener cambios de humor tan radicales, y menos de un día para otro. Nunca la ha visto tan expresiva como estos dos últimos días. Piensa que algo bueno le debe estar ocurriendo, aunque no sepa la causa.

Pocas fechas después sondea a su hijo Paco por si sabe algo de su hermana.

- ¿Por qué lo preguntas? -  Le responde preguntando.

Lleva varios días muy contenta. Todas las tardes se va con una amiga, dice, a pasear o a algún espectáculo. El domingo pasado desapareció durante todo el día, solo vino a dormir. No es habitual lo que está haciendo y estoy algo extrañado. ¿La has visto últimamente? - Le pregunta algo inquieto.

Estuve tomando una copa con ella hará unas semanas, más o menos…, no me acuerdo bien. - Paco no quiere contar nada de la conversación que tuvo con su hermana. Le parece un asunto muy personal que solo ella debe desvelar.

- ¿Y cómo estaba? - Pregunta Don Luis.

- ¡Bien! No la noté nada especial. Como siempre. - Trata de eludir cualquier comentario. Aunque conoce a su padre y no va a cejar hasta saber todo lo que suceda. Sabe que todo alrededor de Laura le preocupa.

- ¿Por qué me mientes? Hace dos semanas estaba más triste que una viuda reciente. -

- ¡Bueno! Yo no la vi mal. Me contó varias cosas que la preocupaban sobre el trabajo.- Paco sigue dando evasivas. Don Luis no ceja.

- ¿Qué problemas tan graves tenía que la afectaban tanto? - Paco piensa unos segundos antes de responder.

 - ¡Papá! No quiero mentirte, pero no puedo responderte a esa pregunta. Creo que lo oportuno es que sea ella quien te diga lo que realmente le preocupa. Si ahora está contenta, como dices, es que ya ha solucionado sus preocupaciones. Pero no puedo decirte nada. Tendrás que hablar con ella. -

 

Laura recoge a Marian en la puerta de su casa y rápidamente se dirigen hacia la playa de Orzán. Aparca en una de las calles cercanas y deciden dar un paseo por las inmediaciones. Por la acera que bordea la playa caminan despacio charlando. No buscan otra cosa que estar la una a lado de la otra, con algo más de intimidad que la formal del trabajo, intercambiar temas de sus vidas y de sus aspiraciones. De vez en cuando, cuándo ya ha oscurecido, se dan un beso en algún rincón fuera de la vista de los escasos transeúntes que a esas horas circulan por la calle. Durante días mantienen esta rutina al salir de sus tareas laborales. En ocasiones ni pasan por sus domicilios. Acuden a algún evento cultural o un espectáculo que una u otra, como mujeres algo cosmopolitas, piensan que es interesante acudir a ver o escuchar, en caso de algún concierto de música. Los fines de semana salen de excursión por las poblaciones cercanas a disfrutar del paisaje y charlar de lo que les preocupa y va sucediendo. Laura manifiesta sus temores constantemente. Marian trata de disiparlos con razones y fundamentos de solidez. Las relaciones sanas no se encuentran en el mercado, se aprenden a construir con herramientas que se van adquiriendo con la experiencia, hasta que, en uno de esos intentos sin darse cuenta, ya nos encontramos en medio de uno de esas relaciones bonitas que nos enseñan tanto y nos alimentan las ganas de ser felices. 

Conforme pasa el tiempo la implicación mutua va creciendo y también los contactos cariñosos entre ellas comienzan a ser más y más frecuentes, delicados y tiernos. Sin embargo, el contacto íntimo todavía no aparece, no hay sexo, nunca están a solas en lugares que potencialmente podrían llevar a ello, Laura se encarga de evitarlo. Todavía mantiene un miedo atroz a ese desconocido mundo del contacto carnal. Marian se preocupa, sobre todo después de llenarla de besos, su alma pide más, pero ha de contenerse. Le ha prometido que sería ella la que decidiera el momento adecuado de dar el paso. Eso no evita que lo esté deseando. Laura pone objeciones de forma sistemática, aunque va siendo algo más tolerante y va mostrando sutilezas afectivas muy positivas. Todo esto lo hablan en largas conversaciones.

Es irracional, lo sé. No puedo evitarlo, me asusta, no soy capaz de decidir si deseo hacer el amor contigo. Es algo que todavía está fuera de mi pensamiento. Sigo con miedos irracionales. Pero ¡Por favor! Ten paciencia, te quiero, todo llegará. Necesito encontrar ese momento, ese equilibrio personal que me de la seguridad que ahora no tengo y poder enfrentarme a mí misma con honestidad. - Marian asiente sin remedio. Va cogida del brazo de Laura mientras caminan. – Pensar en que me critiquen por estar con otra mujer me da pánico. Creo que eso hará que algo no esté bien conmigo. Tengo la sensación de que necesito la aprobación de los demás, en especial mi familia, para sentirme cómoda. No quiero sentirme culpable por algo que les afecte y no quiero que me vean como alguien despreciable. – Las dudas de Laura se van concretando. Este último pensamiento le recuerda a Marian la desagradable relación con su propia familia.

- Son muchas cosas a trabajar Laura. ¡Te comprendo! Es un camino difícil. - El mundo de las parejas del mismo sexo nunca ha sido fácil, mejor dicho, siempre ha sido muy difícil. La experiencia de Marian marca cierto contraste con Laura. El aprendizaje adquirido con el paso del tiempo le hace pensar con más pausa y sopesar las cosas con tranquilidad. Ella misma, hubo un tiempo que se sentía inferior al resto de los mortales, hasta que se dio cuenta que poseía otras cosas que nada tienen que ver con ser o no ser lesbiana, rescató sus valores personales. Sus virtudes, por así decirlo, fueron esas cualidades quienes le mostraron el camino y le hicieron recuperar la autoestima. La sexualidad es una parte importante de la personalidad, pero nunca es lo más relevante. Lo más importante es cómo se vea una de forma introspectiva.  Respira y recapacita mientras da un sorbo al café con leche. Se encuentran solas, sentadas en una terraza, al abrigo del aire contemplando como el mar se abate sobre la playa de Riazor. - ¡Escucha! Son las buenas cualidades que uno posee y sobre todo el potencial como individuo, los que te hacen una persona valiosa, no tu orientación sexual y afectiva. – Termina exponiendo Marian a una expectante Laura, que centra toda su atención en lo que Marian le está explicando.

Se levantan para volver al paseo, mientras caminan, ella mira hacia el suelo en un gesto reflexivo, guarda unos instantes de silencio.

- Me gustaría saber cómo se hace eso. ¿Tienes alguna fórmula escrita? – Pregunta con seriedad.

No hay fórmula secreta para la autoestima. Es algo que debes hacer en algún momento, necesitas reconocer tus cualidades y virtudes, a partir de ahí debes trabajarlas para darte cuenta lo buena que eres haciendo lo que haces. Ya te he expresado lo valioso que es tu trabajo en la empresa. Eso debe de enorgullecerte y hacer que tu autoestima sobresalga sobre otras cosas. Eso es lo que, a mi parecer, hace que cualquier persona viva a gusto consigo misma.

- Parece fácil desde tu perspectiva, a mí me resulta muy complicado verlo así. Toda esta revolución, porque es una revolución interior, me hace sentir como algo deprimida. Me veo como encerrada en una habitación en la que solo hay una puerta de salida pero que no quiero abrirla, me da mucho miedo, siquiera acercarme. No sé cómo enfrentarme a ello. – Laura se expresa con incertidumbre manifiesta.

- No te des por vencida de antemano, piensa en el valor de tu persona, en lo que haces, cual es el resultado y lo que estás consiguiendo a nivel humano… Ya te lo dije en Compostela: Eres una persona muy apreciada por todos los compañeros, porque siempre estás haciendo cosas que nos son útiles a los demás, y siempre con alegría. Nadie en su sano juicio dirá nada en contra de tus cualidades, todos las ensalzan a

diario, otra cosa es que tu no lo percibas así, digamos que por modestia o cualquier otra razón que ahora no se me ocurre. Pero no te quepa duda, eres muy valorada por todos.

- Me parece que te has enamorado de otra persona. Yo no me veo así. Sí es cierto, cumplo con mi trabajo, es lo que se me pide y por lo que me pagan, pero no lo veo como una expresión de cualidades o virtudes, es mi obligación. No creo que sea especial en eso.

- Estás equivocada, si eres especial, aunque ahora mi visión esté condicionada porque te quiero, te he observado como persona durante dos años antes de enamorarme de ti, y entiendo que mi opinión continúa siendo objetiva. Tienes un potencial que desconoces y que en algún momento despertará, no lo dudes.

- ¿Tan segura estás de mí? Eso es el amor que te confunde. – Responde Laura satisfecha de tanto halago.

- ¡Lo estoy! Y el amor no me confunde, me lo confirma. Ahora te conozco mejor y me siento segura de tus cualidades como persona. – Afirma Marian con seguridad que prosigue con su parrafada. – ¿Sabes una cosa? Antes que todo esto nos pasara, he estado pensando que a mí también me debió suceder algo parecido. Siempre te miraba con simpatía, y a veces me alegraba de tu presencia en la pecera. Nunca me paré a pensar en ti como una pareja romántica. Estabas ahí y yo no me daba cuenta que esa conexión mutua, de la que me hablaste, existía. He estado repasando nuestra relación antes del primer beso y… ¿Sabes qué? Me sentía atraída por ti y no me daba cuenta. Me gustabas, nuestro trato era magnífico, pero ni por un momento pensé que llegaría a enamorarme de ti. Y que tú lo hicieses, me parecía imposible. – Laura la mira incrédula.

- ¡Ya ves cómo es la vida! Te sorprende a la vuelta de la esquina. Yo todavía estoy atrapada en esa especie de perplejidad e incertidumbre. Solo sé que necesito de ti, no de tus cosas o tu trabajo. Es a ti a quien quiero. Solo necesito quitarme ese malestar de la duda y entonces creo que seré libre para entregarme completamente. –

- Nos hemos enamorado de verdad. Creo que nos vamos a entregar de corazón para apoyarnos y estar juntas, porque nos hemos elegido como pareja. No lo haremos complicado, no te voy a pedir que te etiquetes, ni voy a presionarte en ningún sentido, ni siquiera para salir del armario, si no lo quieres hacer. Solo te animo a que vivas con intensidad cada momento que estemos juntas y que disfrutes de tus emociones. -

 

lunes, 15 de febrero de 2021

Te quiero. Pero no a mi lado.

 5.- Tenemos que hablar

Laura y Marian continúan besándose en aquel callejón. La noche no es fría y es muy tarde. Apenas pasa gente por la calle. Alguien se detiene y las observa unos segundos para después seguir su camino. De pronto Laura recuerda que ha dejado a su hermano y amigos sin darles ninguna explicación.

Debo volver, me he marchado sin decir nada y se estarán preguntando donde estoy. - Marian la detiene un momento.

- ¡Espera! ¿Qué más da? Eres mayorcita para justificarte. -

- ¡No puedo! Mi hermano se preocupa por mí, yo… tengo que regresar. -  Insiste.

- ¿No hay nada con lo que pueda retenerte? -  Pregunta Marian un tanto desesperada.

- ¡No! Quiero que me entiendas. Debo regresar. Mañana te veo. - Le da un beso en la mejilla y desaparece. Marian no entiende lo que ha pasado. Se pregunta a que ha venido ese comportamiento infantil.

– Tengo la impresión que ha salido huyendo como el primer día. - Expresa en voz alta.

Marian también regresa al Pub, Laura ha desaparecido, se dirige a las recién casadas y se despide de sus amigas. En la puerta toma un taxi y se dirige a su casa, para refugiarse en el calor de su hogar. Ya en pijama y cubierta con una bata, se sienta sobre la mecedora dentro de la balconada, contempla las luces del puerto y piensa en la escena del callejón, aquellos besos.

- ¡Que bien besa! - Sonríe complaciente y se deja llevar por la imaginación. “¿Cómo será hacer el amor con ella? Comparado con sus besos, puede ser algo fabuloso.”

Poco a poco se va dejando llevar por esos pensamientos y por el sueño que la abraza en un ratito. 

El domingo por la mañana la despierta el constante repiqueteo del móvil. Durante la noche se trasladó de la mecedora al dormitorio, completamente somnolienta y casi inconsciente. Allí ha dormido de un tirón sin la molesta posición de la mecedora. Busca el teléfono entre la ropa allí tirada. Lo encuentra y mira la pantalla, es un número desconocido.

¡Son las ocho! Es Domingo ¿Quién será? - Descuelga - ¡Diga! - Dice con voz sin aclarar.

- ¿Marian? - Pregunta la voz al otro lado.

- ¡Si! Soy yo ¿Quién es? -  Inquieta responde. No reconoce la voz en el teléfono, le suena familiar.

- ¡Laura! - Marian hace la estatua de rodillas sobre la cama, abre los ojos incrédula mirando al infinito. Durante un segundo guarda silencio, gira su cabeza y mira hacia la ventana para descubrir que es realidad lo que está viviendo y no es un sueño. La luz del día, entra por las rendijas de las contras. Aunque la luminaria no es intensa, le anuncia que ha amanecido y que está despierta.

- ¡Pero! ¿Cómo…? ¿Por qué…? - No sabe que decir la ha cogido por sorpresa y aún no puede reaccionar. Es un auténtico mar de dudas.

- ¡Te noto algo confusa! Anoche te dije hasta mañana. -   Le dice mientras sonríe. Marian no ha encajado todavía la situación. Con algo de nerviosismo le contesta tartamudeando. No se cree que esté hablando con ella.

- ¡Sí! Si… Pero pensé que te habías equivocado, en realidad creí que te referías al lunes. ¡Pero bueno! ¿Por qué me has llamado? - Está intrigada. No sabe que pretende Laura.

Invitarte a desayunar. ¿Te parece que compartamos un café y unos bollos en la cafetería de tu amigo Raúl? -  Marian va de sorpresa en sorpresa. La cafetería de Raúl está enfrente de su balconada.

- ¿Cóoomo? ¿Qué estás delante de mi casa? - Corre a través del salón y mira desde detrás de los cristales hacia la acera de enfrente. Detrás de la cristalera del bar puede ver la figura de Laura con el teléfono en el oído y sonriendo. – Pero ¿Cómo sabías…? ¡Espera! Bajo ahora mismo. - Corta la llamada, mira al techo resoplando, sin saber que pensar. Rápidamente se moja la cara y se repeina discretamente recoge el pelo en una coleta. Unos pantalones vaqueros una blusa y un jersey encima, toma el bolso del recibidor, las llaves y sale escaleras abajo. Traspasa el portal y corre atravesando la calle. De repente se detiene y afloja el paso, por un momento piensa que debe aparentar tranquilidad. Con ese aire entra en la cafetería.

- ¡Buenos días Marian! - Raúl le saluda con cordialidad. Raúl es un hombre grandote de unos cincuenta años y el dueño del establecimiento, además de buen amigo.

¡Buenos días Raúl!... Ella se gira hacia su izquierda para contemplar la figura de Laura sentada frente a ella y con una sonrisa en los labios.  - ¡Hola! -  Dirige ahora el saludo hacia ella en un tono suave, con voz aterciopelada y completamente sobrecogida por el encuentro, que nada tiene de casual. 

- ¡Hola! ¿Te he sorprendido? - Le dice en tono de broma y sonriendo ampliamente. Marian tarda en reaccionar unos segundos.

- ¡Pues, sí! - Le confirma mientras se va sentando en la silla frente a ella. Raúl las observa desde la barra mientras pone un cruasán en un plato y un café con leche en vaso, como le gusta a su vecina. Marian está admirada con la expresión fija en el rostro de Laura, gesto que no pasa desapercibido para el barman, hace una mueca de media sonrisa y se dirige a la mesa con el café y el bollo.

- ¿Quieres alguna otra cosa Marian? - Le pregunta antes de retirarse.

- ¡Sí! ¿Te importa hacerme un zumo de naranja antes de esto? – Le pide casi sin apartar la vista de Laura.

- ¡Ahora mismo te lo traigo! - Se acerca a la barra y saca unas naranjas del frigorífico, las exprime y a continuación lleva el vaso de zumo a la mesa. En todo este rato ambas mujeres no dejan de mirarse la una a la otra sin pronunciar palabra. Laura sonríe, Marian atisba esa sonrisa, pero mantiene el gesto de intriga que no es capaz de desprender de su cara.

- ¡Bien! ¿Qué te trae por aquí? - Pregunta Marian un tanto severa de tono.

– Anoche dijiste que teníamos que hablar. Ya ves que no se me ha olvidado. -   Expresa con seriedad. Marian duda, aunque el gesto le parece convincente.

– Estoy de acuerdo. ¿Qué propones? Y ¿Cómo sabes dónde vivo? -  Marian va directa y sin miramientos. - ¿Y por qué conoces a Raúl? -

- Está en tu ficha, tengo una lista de los empleados en mi agenda de trabajo, no he tenido más que copiarla y ya ves… De Raúl has hablado de sobra en el trabajo. ¡Bueno! ¿Pasamos el día juntas? No tenía ningún plan para hoy y que mejor que pasarlo contigo después de lo de anoche. ¿Te apetece? Tendremos tiempo para hablar de todo lo que se nos antoje... La verdad es que estoy hecha un lío y necesito aclararme. - Le propone. La necesidad de acercarse a ella está en su mente desde hace tiempo, pero no era capaz de tomar la iniciativa. Alguna tarde había aparcado delante de la casa de Marian a la espera que apareciese y poder hablar con ella y esclarecer la situación, pero se echaba atrás nada más verla asomar por el portal, se escondía en su propio vehículo presa de un pánico irracional. En este momento tiene esa misma sensación, pero se ha prometido resolver esta incertidumbre. Y de paso, cumplir con la palabra dada, aunque tuvo un momento de duda antes de marcar el número de teléfono de Marian. 

Cuando la abandonó en aquel callejón la noche anterior, ya había decidido que era la hora de dar un paso adelante, ese segundo beso la ha lanzado al encuentro de Marian con decisión. Casi no ha dormido, dándole vueltas a la pequeña charla que sostuvieron, y, a los besos que se dieron en aquel oculto rincón.

La idea de pasar el día juntas es atrayente para Marian. Muchas horas para intentar aclarar la situación, conocerse mejor y acercar sus vidas en la medida de lo posible.

Me parece una idea estupenda. - Marian ya ha pasado de la ansiedad a cierta entereza que le da la compañía de la mujer más hermosa que haya conocido nunca. Y de la que se ha enamorado a partir de un beso. “Y qué beso”. La cautivó al instante, después todo han sido dudas, inquietud y emociones sin salida. Acaban el desayuno y salen del local.

Marian necesita volver a su casa para adecentarse algo, ha salido de estampida y le hace falta cambiar de vestimenta.

He de volver a mi casa. Estoy un poco sudada. ¿Me acompañas? - Laura duda, tiene aprensión a quedarse a solas con ella y tarda en darle una respuesta. Marian se da cuenta de que algo pasa. - ¿Hay algún problema? - Pregunta con dudas.

- ¿Te importa que espere aquí? No estoy segura de querer subir. - Le dice con cierta timidez.

¿Por qué? No lo entiendo. - Duda antes de seguir. - ¿Hay algo más que no me has dicho? - Esta vez la pregunta va con intención. Laura mira al suelo y contesta algo avergonzada.

- ¡Sí! De eso también debemos hablar. - Responde insegura.

- ¡Está bien! Vuelvo en un ratito. ¿Seguro que estarás aquí? ¿No vas a salir huyendo? - Marian ya pregunta con incertidumbre.

– Estaré aquí. No te preocupes. Te he propuesto pasar el día juntas. ¿Lo recuerdas? Te espero en el coche. - Marian la mira con extrañeza. Da su conformidad y regresa a su domicilio para aparecer de nuevo quince minutos más tarde, ya preparada para la inesperada aventura de este día, que no es precisamente bueno en cuanto al clima. Laura propone salir de excursión, no se siente cómoda en su ciudad, aunque no tiene una idea concreta de dónde ir. Marian le plantea viajar hasta Santiago de Compostela, pasear por el casco viejo, visitar la catedral y comer en alguna de las tascas que ella frecuentaba de estudiante. Lejos del lugar que habitan, la Coruña, donde, en cualquier rincón te puedes encontrar con amigos, familiares y otras gentes conocidas. Que no harían otra cosa que distorsionar el diálogo entre las dos. 

Marian comienza a sospechar que Laura tiene un problema de aceptación interna que debe resolver. En un lugar alejado donde se puede ocultar de su entorno habitual, podrá mostrarse más relajada y mantener un diálogo más fluido sin interrupciones inoportunas.

 El viaje por la autopista es cómodo, apenas hay tráfico, es domingo y muy temprano, en cuarenta y cinco minutos se presentan en la ciudad del Apóstol. En ese tiempo charlan de trivialidades. Laura es la que conduce.  A veces reposa su mano sobre el cambio. Marian está tentada de acariciarla en varias ocasiones. Esa tentación, tantas veces repetida, de acercar la mano al mismo lugar termina por atraerla. Por fin se decide y en la siguiente ocasión acaricia el dorso de la mano de Laura con la punta de los dedos, produciendo un ligero cosquilleo sobre su piel. Ella con un movimiento rápido retira la mano con brusquedad. “Error” Piensa Marian, se lo recrimina a sí misma con frustrada actitud.

De pronto Laura le extiende su mano para que la acerque, es ella ahora quién la acaricia con suave tacto. Marian la observa con una sonrisa, empieza a sentirse optimista. Laura sonríe y también de vez en cuando mira hacia ella con gesto pícaro.

Pasean por la Rúa del Vilar la una al lado de la otra sin contacto y calladas. Marian piensa que debe provocar la conversación por difícil que le pueda resultar a Laura. Necesita aclarar un montón de cosas y el silencio no conduce a ninguna parte.

- ¿Por dónde empezamos, Laura? - Rompe el silencio entre las dos. Laura duda un momento, quiere hablar, pero algo la atenaza. Por fin rompe el mutismo en el que estaba refugiada y descarga su ansiedad de forma atropellada.

- ¡Todavía estoy algo asustada!... Me siento incómoda conmigo misma. Lo que siento me resulta muy agradable, pero todo esto es nuevo para mí, desconcertante y no sé qué hacer. Me preguntabas en la puerta de tu casa, si iba a salir huyendo. Esa sensación me asalta cada vez que estamos cerca. No sé lo que me ocurre, me siento inquieta y muy nerviosa. Tenerte al lado me produce sensaciones muy inquietantes…- Marian la interrumpe.  - ¿Como la de besarme de improviso? -  Le comenta con una sonrisa. En realidad, trata de que se relaje. Percibe que Laura se expresa con tensión y quiere que se encuentre cómoda, que se pronuncie con naturalidad. No se lo hará complicado, no le pedirá que se etiquete, ni la va a presionar para salir de un armario que ni conocía. La anima a vivir al máximo el momento y disfrutar de sus emociones. - ¡Ya! Lo siento si te hice sentir mal, no era mi intención. Fue un impulso, ya lo sabes. Ese impulso es lo que no acabo de comprender. ¿Por qué me atraes de esa manera? Siempre me he tenido por ser una persona normal, una mujer a quien le tienen que gustar los chicos. - 

- Heterosexual. - Matiza Marian.

- ¡Sí! Eso… Desde que te conozco… El día que nos presentaron, no sé si te acuerdas, nos dimos un abrazo superficial, así… como informal. ¡Sentí un calor interior al tocarte! Una sensación que nunca he tenido. - Lo dice con afecto. – Fue agradable. No sabía quién eras, ni siquiera que eras gay. Solo percibí un estremecimiento que me impresionó. Nadie, repito, nadie me ha producido esa emoción en un primer encuentro. Algo de curiosidad se despertó en mi con aquella especie de sacudida al abrazarnos. Desde ese día, comencé a darme cuenta que mi interés por ti aumentaba, una sensación que no he sentido jamás con nadie. Cuando estás cerca es como si nadie más estuviera, mi cabeza no deja de dar vueltas a tu alrededor, me atraes y necesitaba, de alguna manera, acercarme. No sabía cómo hacerlo, hasta ese día que no pude evitar besarte. Primero con la conversación, fui algo torpe, lo reconozco y después en medio del baile, estábamos medio abrazadas y volví a percibir aquel calor que surgía de dentro. Esa vez era intenso, estar abrazadas en un baile me impresionó mucho más que otras veces, sí, esa sensación la tuve en otras ocasiones. Por un impulso, es que me atraía con mucha fuerza, como un imán, llevé mi boca hacia la tuya y te besé. Al separarnos, me maldije y salí corriendo, no porque no me gustase aquel beso. Todo lo contrario, me gustó… me encantó, fue algo maravilloso y eso fue lo que puso en mi alma el miedo. Me asusté porque me sentí fascinada. - Laura se detiene en medio de la Rúa y mira severamente a Marian. - ¿Me has echado un embrujo o algo así? - Marian se ríe con ganas ante la pregunta tan extravagante de Laura.

– Ya me gustaría. ¡Pero no! No tengo esa capacidad. Mis sensaciones contigo siempre han sido agradables, pero no al punto que tú relatas. Nunca soñé con que te acercases a mí de esta manera. Siempre presumiendo de ligona, que si los chicos aquí, que si los chicos allá. Ni en mis mejores sueños pensé en lo que está sucediendo ahora. Le has dado la vuelta a mis emociones para contigo… Fijarse en ti es sencillo acaparas el escenario donde estés. Acercarse, sin embargo, es difícil no dejas que nadie entre en tu cabeza, si tú no quieres…- Laura se sorprende por el comentario.

- ¿Cómo sabes eso? ¿Me has psicoanalizado, o algo así? - Marian le responde con placidez.

– Sé muchas cosas de ti. Lo dices todo con tu comportamiento. -

- También puedo estar mintiendo, no todo lo que digo puede ser verdad. -

- ¡Es cierto! Mientes mucho, bueno en las cosas superficiales o en trivialidades. De eso me di cuenta muy pronto. Por ejemplo, presumes de ligona. ¿Por qué no liga en el trabajo? Me preguntaba. Hay chicos de nuestra edad que estarían encantados de estar contigo. - Laura la mira como con espanto.

– ¿Estás segura de lo que dices? - Marian asiente, Laura no puede creer lo que le está diciendo. En su mente resuena la gran mentira que le acaban de descubrir.      - ¡Es una Táctica! Una táctica que es efectiva, así los contengo. Nada asusta más a un hombre que el temor de que una mujer pueda ir a por él. De esta manera los mantengo alejados. - Le explica a Marian entre risas.

Inteligente. A mí no me hace falta usar tácticas ni engaños, soy directa, esté donde esté, siempre soy honesta con mi sexualidad, no lo voy pregonando, solo mantengo mi posición. Si hay alguien a quien le gusta o no, es algo que no me importa. Es una forma de saber el lugar que ocupamos cada uno. Tú tienes que recurrir a subterfugios porque lo has elegido así. ¿Qué necesidad tenías de hacerlo? ¿Eres homosexual y necesitas esconderte? - Esta pregunta pone en un compromiso a Laura que no sabe que responder.

- ¡No lo sé! No me lo he planteado, no he sentido atracción ni por hombres ni por mujeres. Esta situación es estresante para mí. ¿Por qué crees que me siento tan mal? No sé qué me pasa, bueno sí, tengo una atracción contigo que no puedo explicar. Nunca he tenido esta sensación, y menos con una mujer, estoy confundida y con mi cabeza muy revuelta. Ser homosexual es algo que nunca ha pasado por mi cabeza. Y tampoco siento que lo sea. - Lo explica lo mejor que puede. Sentir atracción por otra mujer, creyéndose heterosexual, es un lio. Ahora está aquí enfrentándose al hecho de ser homosexual, lo que conlleva el olvidar todo lo que, desde niña, le han enseñado y, por tanto, plantear su vida con una perspectiva completamente distinta a lo que ha sido su realidad hasta el presente. Ve a Marian, a esa mujer en concreto, y encuentra en ella todo aquello que esperaba de alguien desde hace mucho tiempo. Para Laura es como la panacea del universo, se ha enamorado porque a su lado ha encontrado esa sensación tanto tiempo deseaba. No condiciona el amor en el género para ponerse una etiqueta, simplemente eso no le importa, le gusta ella, a su modo está embelesada por ese amor que la ilusiona, pero ve que la sociedad, los prejuicios y otros factores lo hacen muy complicado. A su modo también ella misma no deja de ponerse barreras justificándolas según las circunstancias. En estos dos meses desde el primer beso no ha hecho otra cosa que sentir pánico. Atenazada, no era capaz de dar un paso en un sentido u otro, simplemente se sentía como si sus pies estuviesen metidos en un bloque de cemento, impidiendo cualquier movimiento. 

Hallarse en un lugar donde se siente libre para expresarse resulta algo más cómodo para Laura. Necesitaba esa sensación interna de poder hablar con libertad. Conversar con Marian empieza a percibir que le es más agradable de lo que había pensado. La barrera mental que ella misma se había generado ha desaparecido como niebla llevada por el viento. Tiene la sensación de que puede dialogar con ella libremente diga lo que diga, observa que la escucha con atención todo lo que dice y acaba de darse cuenta que la conoce mejor de lo que pensaba.

No es fácil reconocer que se es homosexual. Tengo amigas que han pasado por el mismo problema. Cuando te das cuenta que eres distinta a como has creído siempre, surge un conflicto y la negación es uno de los primeros enemigos que aparecen en ese campo de batalla. Se niega todo y el rechazo a una misma suele ser lo más frecuente. Digamos que no quieres ser lo que ya has reconocido que eres y entras en un conflicto, que no deja de ser otra cosa que un laberinto en el que parece que no hay salida. -  Laura escucha atenta las explicaciones de Marian.

Sí, pero no me importaría reconocer que lo pueda ser, por esta sensación que tengo en tu compañía tan agradable, estar contigo me gusta. A tu lado tengo la sensación de que todo encaja de forma perfecta en mi vida. Me siento muy afortunada de conocerte.  Lo que no sé hacer es hallar la forma de encontrarme a gusto conmigo misma, no quiero vivir con el malestar de no saber quién soy. -  

- Deberás aceptarlo. El primer paso es hacerte visible a ti misma. Hasta entonces no encontrarás el equilibrio que necesitas. - 

- ¡Está bien!  Y ¿Cómo se hace eso? - 

- No lo sé. Cada persona es un mundo, es un camino que debes recorrer sola en tu interior. Los demás solo podemos apoyarte con nuestra experiencia y cariño. Pero el rumbo debes elegirlo tú. -

- Creo que la negación para mí ya ha pasado. Al menos eso pienso, pero todavía me quedan muchas dudas. Necesito ir despacio y tener la seguridad de que esto es lo que la vida me tiene preparado, que no es un juego ni una broma del destino. –

- ¡Bueno! Todos tenemos dudas con nuestra vida, el futuro, los sentimientos y todo aquello que nos genera inquietud. Todo eso propicia una ansiedad que nos lleva a dudar de lo que nos está sucediendo. Si insistimos en buscar una explicación o una solución, más tarde o más temprano la encontraremos. Es cuestión de paciencia y constancia. 

Laura está pensativa, mira con inquietud a su alrededor, como buscando una respuesta a todas sus preguntas. En ese silencio momentáneo se aproxima al costado de Marian y coge su mano con suavidad. Ella la mira con el rabillo del ojo y con discreción la lleva debajo de uno de los arcos de la calle. Apoya su espalda en la columna y mira con firmeza a los ojos de Laura.

- Laura tengo una pregunta que me interesa hacerte y te pido sinceridad en la respuesta. Con un sí o un no, será suficiente. ¿Estamos de acuerdo? - Laura asiente con la cabeza. El misterio se apodera de ella y de lo que quiere saber. Marian se detiene prolongando el enigma y mira fijamente a los ojos de Laura que la contempla expectante. – Laura ¿Estás enamorada? – La pregunta es directa y va franca al corazón. Marian sabe lo que pregunta, las sensaciones que está percibiendo afirman que ha conquistado su corazón, pero necesita que se lo verbalice. A Laura se le acelera el pulso solo pensar que debe responder a una pregunta que no esperaba escuchar. Durante un instante duda como dar la respuesta. Toma aire mira a su alrededor esperando que nadie la escuche y vuelve la mirada hacia los ojos de Marian que espera una respuesta clara. 

- ¡Si! Te quiero. Pero no a mi lado. –

 

lunes, 8 de febrero de 2021

Te quiero. Pero no a mi lado.

 4. Insospechada aparición. 

Han pasado más de dos meses desde el suceso en la discoteca con aquel beso en medio de la pista de baile. Poco han cambiado las cosas entre Marian y Laura, su relación es correcta y sobre todo muy profesional. No hay un acercamiento manifiesto, pero tampoco hay una sensación de separación notoria. Marian hace su vida sin exponerse emocionalmente. Aunque la distancia en el tiempo ha aumentado, el peso de lo sucedido con Laura no desaparece. Está convencida que hasta que no puedan comunicarse con naturalidad, nada hará que la situación mejore o cambie. Poco a poco ha crecido en su interior un sentimiento algo más que afectuoso hacia la recepcionista, sufre al no poder dar salida a esa sensación. La firme presencia de la imagen de Laura en su mente se ha convertido en una constante y no abandona sus pensamientos. 

Pasaron las Navidades y cada una en su ambiente, Laura con toda su familia y Marian con su circulo de amistades mas cercano. Nada ha entorpecido el pensamiento de ambas, cada una recapacitando sobre la otra como si de una conexión cósmica se tratara.

Ya está cerca la primavera y los preparativos de boda de Carmen y Paloma se van acelerando. Marian las contempla con sana envidia al verlas tan enamoradas y felices por el próximo enlace de sus vidas. Como era de prever nadie de la familia de Carmen la acompaña en el día más importante para ella.

De alguna manera ante tanta dicha, Marian se siente algo desventurada. No parece estar interesada en buscar, encontrarse con alguien que pueda hacerla feliz. Esa necesidad básica de afecto la cubre con sus amigas. El sexo que con carácter ocasional a veces se presentaba oportuno ya no le interesa, se siente desganada. Porque no hay continuidad y tampoco encontraría satisfacción en ello en las circunstancias actuales. Esas aventuras han desaparecido de su lado. Está sola con sus pensamientos, que inopinadamente están constantes en la figura de Laura. Sueña con ella despierta o dormida, se ha acomodado en su pensamiento y también en su alma. El sabor que le dejó aquel beso en su espíritu, es como haber labrado su nombre en el corazón. A veces piensa que es una pesada broma del destino lo sucedido con aquel beso.

Que a partir de esa fecha Laura levantase un muro en su trato personal le parece inconcebible. “¿Por qué lo hizo? No ha hecho más que complicarme la existencia” Piensa a veces. El hecho es que ella debería desatascar la situación en algún momento. “Pero… ¿Cómo hacerlo si ella no recuerda o no quiere recordar nada de aquella noche? Se escuda en que estaba muy borracha, la amnesia es su coartada. Pero su actitud la delata, que diera ese cambio radical a sus relaciones conmigo, es que debe recordarlo, pero no quiere admitirlo. Si realmente no se acordase de nada, no habría motivo para ese cambio tan drástico en su conducta, la relación no habría cambiado. Debo intentarlo en cuanto pueda. Esto no puede seguir así. ¿Es que tiene algún prejuicio con ello? ¿Por qué si no? No hay otra explicación, rechaza tener una relación homosexual.” 

Y llega el día de la boda. Carmen y Paloma lucen espléndidas y felices. Se celebra en el juzgado en presencia de una tropa de amigos. Un hermano de Paloma ejerce de padrino para ella y a Marian le toca ser la Madrina de Carmen. Se lo pidió después de una desagradable visita a sus padres. Salió llorando de su casa con el alma encogida. Afuera la esperaba Paloma que la acogió entre sus brazos con todo el amor que le fue posible. La intolerancia y falta de comprensión fueron la conducta dominante en unos padres que no soportan que su hija sea homosexual y que quisiera casarse con otra mujer, era una ofensa inaceptable. Con gritos y muy malos modos la echaron de su casa por segunda y última vez. Carmen se prometió que nunca volvería a pisar ese sitio. Todo lo contrario que Paloma, por su parte cuenta con el aprecio de sus hermanos, sus padres fallecieron hace tiempo.

Marian sigue en su monótono pensamiento, es incapaz de quitarse de la cabeza a Laura. Algo que empieza a parecer un tormento o una paranoia. Esa dosis diaria de tener que verla a través de la cristalera actúa como lenta intoxicación para sus sentimientos. No sabe cómo actuar. Durante la ceremonia está absorta, su mente se separa de la realidad y contemplando a sus amigas se ve en ellas con Laura cogida de la mano y diciendo un sí quiero dentro de una nebulosa. Despierta al escuchar el pueden besarse, que cierra la ceremonia.

Pero los pensamientos sobre Laura siguen azotando su mente de forma machacona. Es un comportamiento obsesivo, se dice a sí misma, Marian no deja de pensar en su compañera de trabajo.

Durante el banquete se encuentra como aislada, permanece callada casi todo el tiempo, aunque una de sus amigas más cercanas, Rocío, trata de levantarle el ánimo. - Estás ausente Marian. ¿Qué te pasa? - Le pregunta en un momento que le pilla con la guardia baja. - No lo sé. Es que esto de la boda y que últimamente no duermo bien, estoy muy cansada. -  Se exprime el cerebro para encontrar una justificación. Rocío, que la conoce bien, no se lo cree. - ¿Estás segura? ¿No estarás enferma? - Le pregunta, ella responde que no, pero su amiga es insistente. – Entonces creo que tienes algún problema sin resolver. Dime cariño ¿Qué es lo que te agobia? Puedes confiar en mí, no se lo voy a decir a nadie.- Marian vuelve la vista hacia ninguna parte como queriendo no hacer caso. Hace una inspiración profunda y expulsa el aire con violencia. ¡Creo que estoy enamorada de alguien! - Expresa en voz baja. - Me lo imaginaba. ¿Pero? Hay algo más. ¿Verdad? - Rocío hurga en la llaga sin querer. No me siento correspondida y eso me está doliendo mucho. Nunca imaginé que me ocurriría algo así, está siendo muy duro. - En pocas frases resume su situación. Bueno pues eso lo explica todo. Ahora ven a mi lado, necesitas algo de consuelo. Aquí tienes una amiga para lo que haga falta. - Rocío se muestra como bálsamo para Marian y la abraza con afecto. Ella esconde su cara en el hombro de Rocío para sollozar, no quiere arruinar la fiesta de sus amigas. Carmen y Paloma se acercan a ellas entre risas y gestos de cariño. Al verlas abrazadas se paran y Carmen pregunta que es lo que pasa. Rocío hace un ademán para que se alejen gesticulando, que después hablará con ellas. Carmen se preocupa, pero Rocío insiste con gestos, ellas se alejan llenas de dudas.

¿Estás mejor? Ya te has desahogado. ¡Toma! - Le ofrece un pañuelo con el que se seca el rostro, tiene los ojos irritados por el llanto. Nunca le había pasado algo semejante. Plañir de esa manera no es su estilo, raramente lo hace, pero esta vez su emoción la desborda, una sensación imposible de controlar. - ¡Gracias Rocío! Eres una buena amiga. - Mira su cara que le está diciendo que quiere saber más. – Es una compañera del trabajo, preciosa y encantadora. Un día me dio un beso, fue una sorpresa enorme. Un beso lleno de pasión y eso lo desencadenó todo. Desde entonces se muestra distante, huye de mí, aunque a veces tengo la sensación de que me vigila. Y me he enamorado de ella como una idiota sin obtener nada a cambio… Me enamoré de quien no imaginé y de quién no esperaba. Me he dado cuenta que el amor no se elige. Es él quien te elige a ti. -  Rocío escucha con cariño a Marian. Reflexiona durante unos instantes. Voy a decirte algo. Puedo equivocarme, pero no puedo dejar el darte mi opinión. Creo que a ella le sucede lo mismo que me pasó a mí… Esa conducta de rechazo es solo miedo. Hace lo contrario de lo que realmente desea porque en el fondo está asustada de sus sentimientos. Te preguntarás porque lo digo. Yo viví esa situación la primera vez que me enamoré de una mujer. Lo rechacé durante tiempo, no era consciente de quien era en realidad y mi respuesta fue parecida a la que me has contado. Me escondí de mi misma. Debes ser paciente, si es como te digo un día vendrá a ti sin cargas, pero debes esperarlo con tranquilidad. Ella necesita reconocer esos sentimientos como algo positivo, y no es fácil precisamente, exige mucha madurez y reflexión, pero al final todo estará bien. - Marian la mira sorprendida y agradecida.          Espero que tengas razón. - Marian responde sin convencimiento, pero se anima algo. El vaciar su ansiedad con alguien en quien confía le hace sentirse mejor y renueva su espíritu para afrontar el resto de la fiesta. Después del banquete se citan en el pub cerca del domicilio de las recién casadas, para acabar la fiesta tomando unas copas. Las novias se retiran a su casa para cambiar el atuendo y refrescarse algo. De paso celebran a su manera en la intimidad otra ceremonia más íntima y afectiva que la social. - ¡Te quiero con toda el alma, Paloma! - Le dice mirando tiernamente a sus ojos. - ¡Lo sé! Eres lo mejor de mi vida y yo también te amo con todo mi corazón. - 

Entrada la noche la mayoría de los participantes en la boda están sentados tomando una copa o bailando en el centro del local. Marian, Rocío y las recién casadas comparten una mesa bebiendo y haciendo risas en un ambiente relajado, aunque un poco ruidoso. Paloma saca a bailar a Carmen cuando suena una canción romántica que invita al arrumaco entre amantes. Rocío le insinúa a Marian para salir a la pista, ella rechaza la invitación, no se encuentra con ganas. - Prefiero seguir charlando. Siempre me ha gustado mucho hablar contigo, eres muy buena conversadora. – Rocío se siente halagada por el cumplido de su amiga. En animada cháchara siguen ambas sentadas en una mesa alejadas de la bulliciosa pista de baile.  Pasado un rato, por la entrada del local, Laura aparece acompañada por otras personas entre las que está su hermano Paco. Marian no se percata de su presencia, pero ella si la reconoce nada más cruzar la puerta, allí sentada al lado de una mujer muy guapa con la que conversa afable y sonriente. Se acerca a la barra escondida entre sus amistades, pide y le sirven una copa. Mientras, observa con el rabillo del ojo como Marian abraza afectuosa a su acompañante. A Laura se le encienden las alarmas, de repente se pone muy nerviosa, y sabe por qué, le entran unos celos terribles, a pesar de reconocerlo le cuesta pensarlo. “¿Será que tiene novia, y no me he enterado?” Piensa por un momento. Durante un rato mantiene una actitud expectante, camuflada entre sus amigos, y muy alterada por lo que está viendo, siente unas dudas terribles, es incapaz de controlarse. En un momento dado, Marian y Rocío se levantan, Marian se dirige al baño y su acompañante a la pista, mezclándose con la gente que está bailando en ese momento. Sin decir palabra a sus acompañantes, Laura sigue los pasos de Marian hasta el servicio. Se para en la puerta y espera.

Marian termina de lavarse las manos, se las seca y abre la puerta. Su expresión es un poema al ver a Laura allí apostada esperando. Con voz entrecortada la saluda, nerviosa.     - ¡Hola! - No alcanza a decir nada más. Laura la empuja de nuevo adentro, cierra la puerta, la abraza con fuerza, fija la mirada en sus ojos con intensidad y vuelve a besarla, esta vez con ímpetu. Inmovilizada su cara, Marian no quiere responder, pero después de unos segundos se deja llevar. Mezclan sus lenguas entre gemidos. Cuando Laura se separa es Marian quien no quiere hacerlo y continúan besándose unos instantes más. Se miran con ansiedad y con misterio. Marian no sale de su asombro, Laura, al contrario, muestra una sonrisa leve, se siente relajada. - ¿Es esa tu novia? Con la que estabas abrazada. - Le increpa beligerante.  - ¡No! Es solo una amiga. – Toma aire  con fuerza. - Tenemos que hablar. - Expone Marian serena. - ¡Lo sé! - Responde en un tono suave y expresión algo vergonzosa. - Pero no aquí. Vamos a un sitio más tranquilo. - Le propone con alegría contenida. - Vale. ¿Salimos? - Laura contesta con una sonrisa. La besa de nuevo, un beso corto muy intenso antes de abandonar el servicio. De vuelta al recinto se dirigen hacia la puerta de la calle, se cruzan con Carmen que también acude al servicio. - ¿Estás mejor? – Le pregunta. - ¡Sí! En realidad, no me pasaba nada. – Le contesta con soltura y sin dejar de sonreír mientras camina. Se siente como liberada, este nuevo encuentro ha cerrado una crisis que ya se volvía insoportable. Con presteza salen del pub y comienzan a deambular por la calle despacio. - ¿Dónde vamos? - Pregunta Laura en voz baja. Hace buena noche. ¿Te parece que paseemos? -  Propone Marian. ¡Lo siento! He sido una impetuosa. – Laura rompe su silencio después de unos minutos de mutismo. - No quiero tus disculpas, quiero que me digas lo que está pasando. Necesito una explicación. - Marian expone con seriedad. - No sé por dónde empezar. - Dice Laura mientras caminan. - ¿Qué te parece si me dices lo del beso de hace unas semanas? - Marian está aparentemente serena y centrada, pero por dentro es un flan está impaciente por conocer lo que Laura pueda decirle. - ¡Quiero disculparme! Fue un impulso repentino, lo hice sin pensar. De pronto sentí la necesidad de besarte y me dejé llevar. Supongo que le habrás dado mil vueltas. Pero eso es lo que pasó. - Laura no sabe seguir, siente su lengua atenazada y la boca seca. Teme, que si cuenta sus sentimientos puede provocar una situación incómoda.  – ¿Eso es lo que pasó? ¿Eso es lo que pasó? Lo dices como si hubiese ocurrido algo sin importancia. Nadie da un beso así sin darle la más mínima importancia. Me das un beso por sorpresa, huyes y después vas y dejas de hablar conmigo, escapas cada vez que estoy delante. ¿Por qué me dijiste que no te acordabas? ¿Por qué me mentiste? – Marian aparenta estar hecha una furia, deja que la ansiedad acumulada salga hacia la persona causante de la misma. - ¡No es tan fácil! ¡Entiéndeme! Ahora tampoco lo está siendo. Esta es una situación nueva para mí, aparte de inexplicable. Me acobardé. No sabía qué hacer. Y decidí de forma inconsciente esconderme. ¡Perdóname! Quiero pedirte disculpas. No sé cómo lo estás viviendo tú, pero a mí, me está costando un mundo. - Laura trata de justificarse lo mejor que puede. En su interior guarda muchas dudas aún y no se siente segura con lo que le está pasando. - ¿Por qué me has besado esta noche? - Marian pregunta con intención. Después de unos segundos de dudas Laura responde con algo de temor. Porque lo necesitaba desde que te di el primer beso. Me entraron unos celos terribles al verte abrazada a otra persona, ¿Celos?... ¡Por dios! ¿Qué me pasa?...  Y ahora mismo estoy deseando besarte otra vez. ¡Oh dios mío! ¿Cómo se me ocurre?- Marian mira sus ojos verdes con emoción. Ella también está deseosa de besarla de nuevo. – Ni se te ocurra hacerlo aquí en la calle, me muero de vergüenza. - Laura detiene a Marian en sus intenciones. Con seriedad da un paso atrás. Marian se hace más reflexiva. No quisiera descubrir que esto es un juego para ti. O que pretendes acostarte conmigo para divertirte. - Se muestra fría y distante. Laura acusa el golpe, desea decirle que en realidad está enamorada, que la quiere, pero el temor aún está presente, no se atreve. Ese camino oscuro presenta aún muchas incógnitas. Nada de eso ha pasado por mi cabeza. Escucha Marian, me caes bien, más que bien. Desde hace tiempo eres alguien especial para mí. Me gusta tenerte cerca, siento que hay algo entre nosotras, como si nos conociéramos de siempre o de otra vida. No sé qué quieres decir con eso de un juego. Te lo digo totalmente en serio me gustaría acabar con mi farsa y que podamos hablar como lo hemos hecho siempre. - Se va encontrando algo mas suelta y confiada, el estar hablando con Marian de nuevo lo vive como una liberación. - Yo también te echaba de menos. Me has hecho sufrir. Desearía decirte algo más, pero creo que es precipitado en este momento. Ahora deberíamos reposar nuestros pensamientos. ¿Seguimos mañana? Creo que el encuentro de hoy ha sido magnífico. El beso, el paseo, la compañía y lo que es más importante, que volvamos a hablarnos con sinceridad. Echaba de menos tus sonrisas en la pecera - Laura la mira con una sonrisa, le brillan los ojos de la emoción y unas ganas terribles de volver a besarla. – ¡Ven! - Coge a Marian de la mano y se meten en un callejón casi a oscuras. Laura contempla el cabello de Marian y lo acaricia, su mejilla y acerca sus labios y, con dulzura, la besa plácidamente. ¡Eres un amor! – Le dice al concluir ese gesto de cariño.