Te quiero. Pero no a mi lado.
- ¡Si! Te quiero. Pero no a mi lado.- Con esta frase Laura manifiesta dos cosas distintas que Marian no alcanza a comprender; por un lado afirma que si está enamorada y en la segunda le declara que no pueden estar juntas. Tonta contradicción, piensa, es un sin sentido. Marian está satisfecha de la primera respuesta. La segunda le resulta un enigma.
- ¿Qué
quieres decir con, no a mi lado? - Pregunta intrigada.
Laura vuelve a tomar aire.
– Me ha
salido espontáneo, no lo he pensado así. Te quiero, de verdad, estoy enamorada.
Mi hermano me lo hizo ver con claridad. Pero no sé a dónde voy, que es este
sentimiento, no sé si realmente es lo que me espera en la vida. Ya te lo he
dicho. Tengo un sin número de preguntas sin respuesta que necesito resolver. Mi
familia, mi trabajo. Yo misma me muero de vergüenza de que me vean con una
mujer como pareja. No puedo estar a tu lado… aún. Necesito tiempo, primero
necesito responder a todas esas incógnitas, necesito saber quién soy. Es lo que
trato de explicar. - Esta afirmación sorprende a Marian que reflexiona un
instante.
- Dijiste que habías
superado la negación, pero parece que no es así. Aún guardas cosas en tu
interior que me hacen pensar que sigues, al menos una parte de ti, en esa fase.
– Toma aire antes de seguir. - Eres
Laura la recepcionista, relaciones públicas y otras muchísimas pequeñas cosas
que haces y que todos apreciamos en la empresa. Como persona eres tímida y
extraordinariamente tierna. Aprecias las buenas amistades, aunque creo que no
debes tener muchas, eres familiar, afable y tratas a todo el mundo con respeto.
Así podría seguir con muchas apreciaciones personales más. ¿Por qué te
subestimas? - Esta bocanada de piropos deja callada a Laura. Sonríe con
complacencia, mira a Marian con ternura.
– Cualquiera diría
que también estás enamorada. - Laura sorprende a Marian que, apoyada en la fría piedra de la columna, responde sin
pensar, en voz baja y en un tono suave pero muy afectivo.
– ¡Claro que estoy
enamorada! ¡Te quiero con todo mi corazón! Aquel beso abrió la caja de mis
sentimientos. Y tengo que decirte que jamás, ninguna de las mujeres con quien
he estado, me ha provocado un sentimiento tan fuerte como el que se ha
despertado por ti. Has ocupado mi cabeza y mi corazón completamente. - Laura
se siente entusiasmada. - Quisiera
encontrar un rincón para besarte. Eres lo más bonito, interesante y enigmático
que me ha pasado en la vida. Y lucharé
contigo lo que haga falta para que podamos estar juntas algún día. ¡Te quiero,
sí! Pero deseo que estés a mi lado. - Marian vuelca su corazón sin
pretenderlo. – ¡No va a ser fácil!
Defender nuestro amor no lo va a ser ¡Seguro! Solo sé que lo superaremos por la
fuerza del cariño y el deseo de estar juntas. Estoy en un momento en el que ya
no puedo soportar estar sin ti. Echo de menos tus caricias, los momentos de
ternura con que deleitarnos. Y esos besos robados o a escondidas en cualquier
rincón. Necesito estar cerca de ti. Necesito pasar tiempo contigo y que estemos
juntas todo lo posible. – Laura abre los ojos como dos platos. Por un
momento siente la necesidad de decir algo hermoso también.
- ¡No sé que vi en
ti! Desde el primer momento me encontré atrapada por la agradable sensación que
tuve cuando te conocí. Para mí son tiempos difíciles, es un cambio radical en
mi vida. Sin conocer la razón, percibí en tu persona el apoyo que solo dos
almas gemelas pueden darse. – Durante unos instantes se miran a los ojos
con el embeleso fijado en la expresión de sus rostros.
- ¿Sabes una
cosa?... – Marian le dice con suave tono. – A mí, también me sorprendió que me enamorara de ti. Fue un flechazo el
primer beso que me diste. Luego pensé que ya debía estar colada por ti sin
sentirlo como una realidad. - Laura mira a sus ojos y le da un rápido y
dulce beso. No se fija si en el entorno alguien las observa. Es un momento de
éxtasis emocional y solo están ellas en el mundo. Se abrazan con fuerza y
después vuelven a reflejar sus miradas la una en la otra con una sonrisa
alegre.
Ambas están encantadas de conocer los sentimientos
mutuos. Se cogen de la mano y reinician el camino. El resto del día lo
disfrutan paseando por la ciudad vieja. Visitando todos y cada uno de los
lugares interesantes de Compostela y los que a Marian le recuerdan su época de
estudiante, como la tasca de su amigo Felipe que la recibe con alborozo al
verla entrar en su local.
No hace falta seguir hablando de lo evidente, las miradas
entre ellas son de lo más elocuentes. La sonrisa no se borra de sus rostros en
todo el día. Cuando regresan, ya anochecido, de vuelta a casa lo hacen llenas
de alegría y algunas compras compostelanas.
En el portal de Marian deben despedirse, pero no quieren.
Le propone tomar un café arriba, en su casa, Laura declina la invitación.
- ¿Por qué? No
pasará nada que no desees. No soy una loba. Solo tomar algo y besarnos, lo
necesito. - Se lo pide como una niña pide un capricho.
- Yo
también, pero no estoy segura. Te acompaño dentro del portal. - Laura no puede, es
superior a sus fuerzas, la tentación de quedarse a solas con Marian la
inquieta, mantiene ese miedo incontrolado, no se siente preparada para estar a
solas con ella en la intimidad, no entra en sus planes ir más allá de los besos
en las actuales circunstancias.
Marian abre el portal y entran hasta la puerta del
ascensor, dejan las bolsas en el suelo. Marian comprueba que no hay nadie en la
escalera y se cuelga del cuello de Laura literalmente. La besa con pasión y es
correspondida con dulzura. Con sus bocas entrelazadas culminan un día que a las
dos les ha parecido grandioso.
Llega el ascensor al bajo, allí permanece el tiempo que
ellas tardan en separarse, miran dentro de sus ojos la una a la otra
sonriendo. - ¡Te quiero! - Susurra Marian al oído de Laura. - ¡Yo También! - Con un beso corto se
despiden. Marian entra de espaldas en el ascensor con las bolsas cogidas en una
mano y mirando a su nuevo amor salir hacia la calle. Mientras sube observa que
camina también marcha atrás hacia el portón. Laura sale al exterior buscando el
coche. Marian sale del ascensor con las bolsas. Entra en casa y las tira en la
entrada. Corre a la balconada, llega justo en el momento que ve arrancar a
Laura camino de su casa.
Se sienta y se acuna en la mecedora. Con una sonrisa de
felicidad, gesticulando aspavientos y braceos sin control, baila liberando
alegría por toda la casa. Recoge las compras y las guarda. Se ha quitado los
zapatos y anda descalza. Cambia la ropa de calle por el pijama, se dirige a la
cocina para prepararse algo de comer.
Mientras cena escucha música que procede del salón, el
nocturno para piano de Chopin le suena celestial. De pronto suena el
teléfono.
- ¡Diga! - Dice
con intriga.
- ¡Hola! - Responde
Laura desde el otro lado, su voz le ilumina la cara.
- ¡Holaa! - Pronuncia
en una exhalación de felicidad.
– Ya te estoy
echando de menos. - Le dice con voz dulce.
– Yo a ti también.
Es una pena que no te quedases, estaríamos cenando una rica tortilla francesa.
-
- No
puedo, de verdad. Es muy complicado. No quiero hacer algo de lo que pueda
arrepentirme. Necesito ir paso a paso, estar segura de lo que hago. - Le explica con
franqueza.
– No debes
preocuparte. Tú decides. - Muestra su conformidad.
– Algo
que se me ha olvidado. Mañana en la oficina. Me aterra que demos señales. ¿Me
explico? -
- No te preocupes,
haremos como siempre hemos hecho, comportarnos con normalidad. Nadie se ha dado
cuenta que estábamos distantes, eso ha salido perfecto sin planearlo.
Tranquilízate todo va a salir como debe ser. Ahora estamos bien. -
- Lo sé.
Hemos pasado un día estupendo. ¿Verdad? -
- Yo lo
he pasado fenomenal, he regresado a casa más enamorada. ¡Te quiero! -
- No
sospechaba que te habías enamorado también, solo que podía ser un… no sé.-
- Un
entretenimiento, dilo sin miedo, a mí se me pasó por la cabeza que podía ser un
capricho tuyo. ¡Por probar! Lo creía de veras. -
- Bueno
te he llamado para que sepas que he llegado a casa sin problemas. -
- Me
gusta. No había reparado en ello, pero gracias, ya sé que estás bien. Buenas
noches cariño. -
- Buenas
noches, amor. Soñaré contigo seguro. -
- ¡Y yo
contigo! Un beso- Cuelgan al unísono. Marian maniobra su teléfono para
añadir el número a la agenda del teléfono. –
Tengo que poner una foto tuya en la pantalla. - Besa el teléfono con
entusiasmo y lo deja en la mesilla.
El primer encuentro, a la mañana siguiente en la oficina,
resulta esclarecedor para los más cercanos. Quique se fija que la cara de
Marian tiene como un destello, un brillo especial que no mostraba últimamente.
– Parece que te lo
has pasado en grande en la boda. - Le comenta de forma inocente.
- ¿Boda? ¿Qué boda?
- Recapacita un segundo. - ¡Ah!
Perdona. Tenía la cabeza en otro sitio. ¡Si! Carmen y Paloma. Muy Bien. Me lo
pasé en grande. Aunque mejor estuvo el Domingo. - Remata el comentario
cuando aparece Laura en la puerta del despacho.
- ¿Qué pasó el
Domingo? - Pregunta Quique. Laura llega a su espalda con unas carpetas en
la mano, pone un gesto serio haciendo una mueca a Marian, que sonríe.
– Pues me fui de
excursión con una amiga y nos lo pasamos de rechupete. - Expresa con una
pícara mirada hacia Laura que torna el gesto de su cara en grave.
- Pues
me alegro. Ya va siendo hora de que pongas mejor cara, porque llevas unas
semanas calentita. - Le espeta sin mala intención. Viéndola relajada cree
oportuno hacer el apunte.
- ¿Qué quieres
decir? - Intrigada por el comentario.
– Pues eso, que
llevas unas semanas que no se te podía hablar. Siempre estabas como enfadada.
Aquí nadie se lo explica. Si ahora estás bien nos alegramos todos.- Se da la vuelta y se da de bruces con Laura. -
¿Verdad Laura, que ha estado algo
insoportabilita? Contigo casi ni se hablaba. - Se sorprende como en un susto.
- ¡Si, si! También
lo he visto…- Lo dice sin
convencimiento, suena falso.
-
¿Veees?- Dice Quique sin percatarse de la situación de ambas mujeres, al dirigirse a
Marian que sonríe. - ¡Hasta luego! Te la
dejo para ti sola.- Quique no se da cuenta de la mirada de sobresalto de la
recepcionista y abandona el despacho de Marian silbando. Laura y Marian se
miran con incertidumbre.
– ¿Y tú decías que
no se te había notado? ¿A ver qué hacemos ahora? - Comenta Laura con mucha
seriedad y en voz baja. Marian sonríe con complacencia. - Y ¿Por qué le has contado lo de ayer? - Le dice con enfado.
– No le he dicho
nada, solo que me fui de excursión con una amiga. ¿Oíste que dijera algún nombre?
- A Laura le cuesta controlar las
situaciones incómodas. A veces parece no tener sentido del humor cuando está
molesta o se siente ridícula si percibe que le toman el pelo.
- ¡Ya! Pero no me
ha hecho ninguna gracia. ¡Listilla! Toma tus papeles. - Le entrega una
carpetilla repleta de documentos sobresaliendo por encima y que a buen seguro
supone que Marian estará muy ocupada el resto del día. – Y haz el favor de no gastar bromas como esa. – Se acerca a su oído
y en voz baja. - ¡Me muero por darte un
beso! - Le dice. Marian se ríe de buena gana y Laura sale con un gesto
cuasi de enfado y mirada pícara.
Un día muy trabajado, los lunes son siempre así.
Normalmente todo sale sin dificultades mientras el gerente no mete las narices
en las tareas de cada cual. Más que un apoyo termina siendo un estorbo, por su
afán de querer controlarlo todo y por el poco respeto que guarda hacia los
empleados. Don Fernando es el típico jefe que no sabe organizarse, ni siquiera
con su apariencia es cuidadoso. Su despacho es un revoltijo de papeles y libros
amontonados encima de la mesa, tiene varios teléfonos e intercomunicadores con
lucecitas parpadeantes. A veces se queja de que no tiene buena comunicación con
sus empleados, algo que solo explica su ruda forma de tratar a los demás.
Aunque todos le respetan como gerente nadie le tiene por un líder en la
empresa. Esa particularidad se la reparten a medias entre la directora de
gestión, Marina, y Marian. Todo el personal acepta sus indicaciones sin
problemas, circunstancia que no consigue el gerente. Cualquier orden o
indicación suya es inmediatamente derivada hacia una de las dos mujeres antes
de acometerla. Esto da la medida de la falta de liderazgo de Don Fernando. De
su gestión hay pocas dudas, su competencia ha estado en entredicho en
cuantiosas ocasiones. Tanto papel encima de la mesa, hay quien apuesta que son
los mismos que fue colocando al inicio de su gestión y que ahí permanecen
inalterables, mientras él, sigue sin resolver ninguno de los problemas por
iniciativa propia, todos los han resuelto los demás y él va presumiendo y
apuntándose el tanto.
Don Luis, el padre de Laura está sentado en la terraza
leyendo una novela, que parece interminable por el grueso del libro. Levanta la
vista al oír el ruido del motor de un coche que se acerca a la entrada. La
puerta comienza a abrirse lenta hasta que permite el acceso del vehículo de
Laura que regresa del trabajo. Se acerca a la puerta del garaje y para antes de
entrar. Se apea, sube la escalera y se acerca a besar en la frente a su padre.
- ¡Hola Papá! - Le dice con el rostro
muy alegre, casi cantando.
- ¡Hola
hija! Muy contenta te veo. ¿Te ha tocado la lotería o algo así? - Pregunta con
curiosidad. Nota que en los últimos días Laura muestra un comportamiento
radicalmente opuesto a las pasadas semanas. La veía seria y taciturna
regresando del trabajo con un gesto algo triste, y en veinticuatro horas, su
semblante ha cambiado de la noche al día. En el presente se muestra alegre con
esa sonrisa que le llena la cara. Don Luis piensa que algo agradable le ha
sucedido, algún acontecimiento le ha dado la vuelta a su talante. - ¿Te pasa algo? - Le dice. Ella
responde que no.
- Será
la primavera y no, no me ha tocado la lotería. Ahora tengo prisa, he quedado
con una amiga. - Le cuenta. Sin darle más explicaciones se introduce en la
casa. A voz en grito saluda a su madre que debe deambular por algún rincón.
Ella le contesta desde el fondo del cuarto donde está viendo la televisión.
Laura se da una ducha y se prepara para acudir a la cita que ha mencionado a su
padre. Ha quedado con Marian, y ya está nerviosa por salir. - ¡Hasta luego Papá! - Le dice al regresar
al coche.
- ¡Hasta luego
hija! ¡Que te diviertas! - Don Luis la mira al rostro con preocupación
mientras ella le devuelve la mirada con una gran sonrisa. Semejante conducta le
resulta, cuando menos, sorprendente. Laura no es de tener cambios de humor tan
radicales, y menos de un día para otro. Nunca la ha visto tan expresiva como
estos dos últimos días. Piensa que algo bueno le debe estar ocurriendo, aunque
no sepa la causa.
Pocas fechas después sondea a su hijo Paco por si sabe
algo de su hermana.
- ¿Por qué lo
preguntas? - Le responde
preguntando.
– Lleva varios días
muy contenta. Todas las tardes se va con una amiga, dice, a pasear o a algún
espectáculo. El domingo pasado desapareció durante todo el día, solo vino a
dormir. No es habitual lo que está haciendo y estoy algo extrañado. ¿La has
visto últimamente? - Le pregunta algo inquieto.
– Estuve tomando
una copa con ella hará unas semanas, más o menos…, no me acuerdo bien. - Paco
no quiere contar nada de la conversación que tuvo con su hermana. Le parece un
asunto muy personal que solo ella debe desvelar.
- ¿Y cómo estaba? -
Pregunta Don Luis.
- ¡Bien! No la noté
nada especial. Como siempre. - Trata de eludir cualquier comentario. Aunque
conoce a su padre y no va a cejar hasta saber todo lo que suceda. Sabe que todo
alrededor de Laura le preocupa.
- ¿Por qué me
mientes? Hace dos semanas estaba más triste que una viuda reciente. -
-
¡Bueno! Yo no la vi mal. Me contó varias cosas que la preocupaban sobre el
trabajo.- Paco sigue dando evasivas. Don Luis no ceja.
- ¿Qué problemas
tan graves tenía que la afectaban tanto? - Paco piensa unos segundos antes
de responder.
- ¡Papá! No quiero mentirte, pero no puedo
responderte a esa pregunta. Creo que lo oportuno es que sea ella quien te diga
lo que realmente le preocupa. Si ahora está contenta, como dices, es que ya ha
solucionado sus preocupaciones. Pero no puedo decirte nada. Tendrás que hablar
con ella. -
Laura
recoge a Marian en la puerta de su casa y rápidamente se dirigen hacia la playa
de Orzán. Aparca en una de las calles cercanas y deciden dar un paseo por las
inmediaciones. Por la acera que bordea la playa caminan despacio charlando. No
buscan otra cosa que estar la una a lado de la otra, con algo más de intimidad
que la formal del trabajo, intercambiar temas de sus vidas y de sus
aspiraciones. De vez en cuando, cuándo ya ha oscurecido, se dan un beso en
algún rincón fuera de la vista de los escasos transeúntes que a esas horas
circulan por la calle. Durante días mantienen esta rutina al salir de sus
tareas laborales. En ocasiones ni pasan por sus domicilios. Acuden a algún
evento cultural o un espectáculo que una u otra, como mujeres algo
cosmopolitas, piensan que es interesante acudir a ver o escuchar, en caso de
algún concierto de música. Los fines de semana salen de excursión por las
poblaciones cercanas a disfrutar del paisaje y charlar de lo que les preocupa y
va sucediendo. Laura manifiesta sus temores constantemente. Marian trata de
disiparlos con razones y fundamentos de solidez. Las relaciones sanas no se encuentran
en el mercado, se aprenden a construir con herramientas que se van adquiriendo con
la experiencia, hasta que, en uno de esos intentos sin darse cuenta, ya nos encontramos
en medio de uno de esas relaciones bonitas que nos enseñan tanto y nos alimentan
las ganas de ser felices.
Conforme pasa el tiempo la implicación mutua va creciendo
y también los contactos cariñosos entre ellas comienzan a ser más y más
frecuentes, delicados y tiernos. Sin embargo, el contacto íntimo todavía no
aparece, no hay sexo, nunca están a solas en lugares que potencialmente podrían
llevar a ello, Laura se encarga de evitarlo. Todavía mantiene un miedo atroz a
ese desconocido mundo del contacto carnal. Marian se preocupa, sobre todo
después de llenarla de besos, su alma pide más, pero ha de contenerse. Le ha
prometido que sería ella la que decidiera el momento adecuado de dar el paso.
Eso no evita que lo esté deseando. Laura pone objeciones de forma sistemática,
aunque va siendo algo más tolerante y va mostrando sutilezas afectivas muy
positivas. Todo esto lo hablan en largas conversaciones.
– Es irracional, lo
sé. No puedo evitarlo, me asusta, no soy capaz de decidir si deseo hacer el
amor contigo. Es algo que todavía está fuera de mi pensamiento. Sigo con miedos
irracionales. Pero ¡Por favor! Ten paciencia, te quiero, todo llegará. Necesito
encontrar ese momento, ese equilibrio personal que me de la seguridad que ahora
no tengo y poder enfrentarme a mí misma con honestidad. - Marian asiente sin remedio. Va cogida
del brazo de Laura mientras caminan. – Pensar
en que me critiquen por estar con otra mujer me da pánico. Creo que eso hará
que algo no esté bien conmigo. Tengo la sensación de que necesito la aprobación
de los demás, en especial mi familia, para sentirme cómoda. No quiero sentirme
culpable por algo que les afecte y no quiero que me vean como alguien
despreciable. – Las dudas de Laura se van concretando. Este último
pensamiento le recuerda a Marian la desagradable relación con su propia
familia.
- Son muchas cosas
a trabajar Laura. ¡Te comprendo! Es un camino difícil. - El mundo de las
parejas del mismo sexo nunca ha sido fácil, mejor dicho, siempre ha sido muy
difícil. La experiencia de Marian
marca cierto contraste con Laura. El aprendizaje adquirido con el paso del
tiempo le hace pensar con más pausa y sopesar las cosas con tranquilidad. Ella
misma, hubo un tiempo que se sentía inferior al resto de los mortales, hasta
que se dio cuenta que poseía otras cosas que nada tienen que ver con ser o no
ser lesbiana, rescató sus valores personales. Sus virtudes, por así decirlo,
fueron esas cualidades quienes le mostraron el camino y le hicieron recuperar
la autoestima. La sexualidad es una parte importante de la personalidad, pero
nunca es lo más relevante. Lo más importante es cómo se vea una de forma
introspectiva. Respira y recapacita mientras da un sorbo al
café con leche. Se encuentran solas, sentadas en una terraza, al abrigo del
aire contemplando como el mar se abate sobre la playa de Riazor. - ¡Escucha! Son las buenas cualidades que uno
posee y sobre todo el potencial como individuo, los que te hacen una persona
valiosa, no tu orientación sexual y afectiva. – Termina exponiendo Marian a
una expectante Laura, que centra toda su atención en lo que Marian le está explicando.
Se levantan para volver al paseo, mientras caminan, ella
mira hacia el suelo en un gesto reflexivo, guarda unos instantes de silencio.
- Me gustaría saber
cómo se hace eso. ¿Tienes alguna fórmula escrita? – Pregunta con seriedad.
– No hay fórmula
secreta para la autoestima. Es algo que debes hacer en algún momento, necesitas
reconocer tus cualidades y virtudes, a partir de ahí debes trabajarlas para
darte cuenta lo buena que eres haciendo lo que haces. Ya te he expresado lo
valioso que es tu trabajo en la empresa. Eso debe de enorgullecerte y hacer que
tu autoestima sobresalga sobre otras cosas. Eso es lo que, a mi parecer, hace
que cualquier persona viva a gusto consigo misma. –
- Parece fácil
desde tu perspectiva, a mí me resulta muy complicado verlo así.
Toda esta revolución, porque es una revolución interior, me hace sentir como
algo deprimida. Me veo como encerrada en una habitación en la que solo hay una
puerta de salida pero que no quiero abrirla, me da mucho miedo, siquiera acercarme.
No sé cómo enfrentarme a ello. – Laura se expresa con incertidumbre
manifiesta.
- No te des por
vencida de antemano, piensa en el valor de tu persona, en lo que haces, cual es
el resultado y lo que estás consiguiendo a nivel humano… Ya te lo dije en Compostela:
Eres una persona muy apreciada por todos los compañeros, porque siempre estás
haciendo cosas que nos son útiles a los demás, y siempre con alegría. Nadie en
su sano juicio dirá nada en contra de tus cualidades, todos las ensalzan a
diario,
otra cosa es que tu no lo percibas así, digamos que por modestia o cualquier
otra razón que ahora no se me ocurre. Pero no te quepa duda, eres muy valorada
por todos. –
- Me parece que te
has enamorado de otra persona. Yo no me veo así. Sí es cierto, cumplo con mi
trabajo, es lo que se me pide y por lo que me pagan, pero no lo veo como una
expresión de cualidades o virtudes, es mi obligación. No creo que sea especial
en eso. –
- Estás equivocada,
si eres especial, aunque ahora mi visión esté condicionada porque te quiero, te
he observado como persona durante dos años antes de enamorarme de ti, y
entiendo que mi opinión continúa siendo objetiva. Tienes un potencial que
desconoces y que en algún momento despertará, no lo dudes. –
- ¿Tan segura estás
de mí? Eso es el amor que te confunde. – Responde Laura satisfecha de tanto
halago.
- ¡Lo estoy! Y el
amor no me confunde, me lo confirma. Ahora te conozco mejor y me siento segura
de tus cualidades como persona. – Afirma Marian con seguridad que prosigue
con su parrafada. – ¿Sabes una cosa?
Antes que todo esto nos pasara, he estado pensando que a mí también me debió
suceder algo parecido. Siempre te miraba con simpatía, y a veces me alegraba de
tu presencia en la pecera. Nunca me paré a pensar en ti como una pareja
romántica. Estabas ahí y yo no me daba cuenta que esa conexión mutua, de la que
me hablaste, existía. He estado repasando nuestra relación antes del primer
beso y… ¿Sabes qué? Me sentía atraída por ti y no me daba cuenta. Me gustabas,
nuestro trato era magnífico, pero ni por un momento pensé que llegaría a
enamorarme de ti. Y que tú lo hicieses, me parecía imposible. – Laura la
mira incrédula.
- ¡Ya
ves cómo es la vida! Te sorprende a la vuelta de la esquina. Yo todavía estoy
atrapada en esa especie de perplejidad e incertidumbre. Solo sé que necesito de
ti, no de tus cosas o tu trabajo. Es a ti a quien quiero. Solo necesito
quitarme ese malestar de la duda y entonces creo que seré libre para entregarme
completamente. –
- Nos
hemos enamorado de verdad. Creo que nos vamos a entregar de corazón para
apoyarnos y estar juntas, porque nos hemos elegido como pareja. No lo haremos
complicado, no te voy a pedir que te etiquetes, ni voy a presionarte en ningún
sentido, ni siquiera para salir del armario, si no lo quieres hacer. Solo te
animo a que vivas con intensidad cada momento que estemos juntas y que
disfrutes de tus emociones. -