Una separación necesaria

Una separación necesaria

martes, 21 de febrero de 2017

CAPÍTULO 51


                              

                              
                                ELLAS SOLAS

Marlene se despierta con los rayos de sol que entran a través de la ventana.  Levanta la cabeza buscando un poco de aire. Se sienta y una oleada de náuseas la invade rápidamente. Salta de la cama corriendo al baño  sosteniendo su estómago se pone de rodillas expulsando el vómito.
- ¡Ohhhh!-  Ella deja escapar una segunda oleada de náusea y luego se sienta en el suelo del baño jadeando. Marlene siente la abrumadora sensación de estar embarazada. Se incorpora desde el suelo al lavabo donde se refresca la cara con agua fría. Se alivia y regresa cayendo lentamente en la cama y en un profundo sueño. - ¡Marlene!- Oye la voz de Rebecca como si fuera en un tubo de vacío, la mano en su hombro la hace estremecerse.
- ¿Qué pasa?- Rebecca se interesa por su estado. 
- ¡Estoy bien!- Le responde, se levanta y continúa hablando.  - Sólo unas pocas de náuseas antes. ¿Qué hora es?- Ella pregunta algo confundida.
- Once y media. ¿Has comido?-  Se interesa echando su  pelo hacia atrás y besando su la mejilla.
- ¡No!  He tenido náuseas y he vomitado,  no me siento muy bien.- Su respuesta no es lo que Rebecca quería oír.
- Voy a la buscar a la señora Lentz, y que te prepararé un té de menta y un poco de sopa.–  Marlene se echa hacia atrás y se queda descansando. Rebecca corre a la cocina, la señora Lentz le prepara el té y la sopa, Rebecca regresa a la orangerie de nuevo junto a ella.  Marlene está sentada con la bandeja en la cama junto a ella. Se lleva el vaso a los labios.
– Tómatelo necesitas estar fuerte.- Ella bebe un poco. 
- ¡Hmmm! Hace calor.-  Rebecca le acerca la taza de nuevo a sus labios.
– Esto va a ayudar a resolver las náuseas. – Rebecca coge la cuchara y le da a tomar la sopa que  calienta su interior.
- ¡Te quiero!-  Marlene susurra terminando el té y la última cucharada de la sopa.      
- Supongo que este malestar será sólo temporal, mañana ni te acordarás, que lo has tenido.-  
- Creo que  va a tardar algo más en que se vaya.- Rebecca la abraza y la acuna.
- ¿Quieres dormir? Tengo que desempaquetar y necesito una ducha.- Marlene cierra los ojos y se dala vuelta. Rebecca la deja descansar y deshace su maleta. Se mete en el baño. Al salir de la ducha se viste cómoda y comprueba los mensajes en su teléfono celular. Se sienta a la mesa a la búsqueda de su agenda para repasar las notas que había tomado.
- ¡Holaa!- Marlene se acerca a la mesa con un bostezo.
- ¿Cómo te encuentras? Te veo mucho mejor.- Comenta Rebecca cerrando su agenda y ofreciéndole una sonrisa.
- Lo estoy, creo que voy a vestirme. Me gustaría salir a caminar por los jardines. Está precioso el día.- Rebecca se pone de pie y la besa suavemente en los labios.
- Sólo si te sientes con las fuerzas necesarias.- Ella asiente con la cabeza y con una sonrisa.      
- Podríamos caminar hasta la casa, creo que papá trabaja hoy.-  Le dice mientras se mete en los vaqueros y se pone un suéter. Se proveen de sendos abrigos y salen a caminar a la terraza. El sol penetra por entre las ramas  de los árboles haciendo extrañas sombras en el terreno. Una ligera brisa del aire llega hasta Marlene que hace una respiración profunda exhalando lentamente.
- Así que, Berlín, ¿Qué pasó?-   Le pregunta sombría, Rebecca suspira.
- Ella estuvo muy distante. Nuestra relación, tú y yo, creo que es demasiado para su ego, supongo.-  Duda un instante.  - Creo que después de hablarle del bebé, no había ninguna razón real para hablar de nada personal. Así que las cosas fueron simplemente sobre el negocio y nada más.-  Rebecca refleja sus impresiones.  Marlene se vuelve hacia ella.
- ¿Qué pasó en la cena? Cuando hablamos que parecías distraída, como si algo te estuviera molestando.- Ella la mira a los ojos con sus manos en los hombros de Rebecca.
- ¡Nada! Ella, ella sólo quería hablar de nosotros,  de lo que teníamos. Me dijo que pensaba en que aún había un fuerte vínculo entre nosotras. Percibía que todavía la podría amar profundamente, es lo que quería saber, creo.-  Marlene aprieta los dientes.  
- Sé que debe haber sido difícil, sólo puedo imaginar lo que debe haber sentido todos estos meses sin contacto, viviendo en la amargura.- Rebecca se aparta discreta.
- Ella me odia en secreto, arruiné su vida porque no le di ninguna oportunidad de demostrar su amor.-  Marlene baja la cabeza y la mira con ternura.
- Regresé a casa porque mi única intención era estar contigo, queremos estar juntas y supongo que mientras las demás personas estén en nuestras vidas habrá dificultades, intereses y caprichos. Tenemos de recordar cómo hemos llegado a donde estamos y que debemos ser fuertes, no importa lo qué suceda a nuestro alrededor, no  quiero que te canses de oírme decirte, que  te quiero.-  Caminan cogidas del brazo y en un abrazo. Rebecca recuerda.
- Echo de menos estos paseos, echo de menos nuestras conversaciones tontas sobre cosas triviales.-  Ella sonríe. 
- Y me alegro que te encuentres mejor.- Marlene camina  mirando los árboles,  de pronto la detiene.
- ¡Bésame!- La coge por  la solapa del abrigo de Marlene, tira de ella hasta estar tan  cerca que apoyan sus frentes y sus labios contactan con dulzura.   
- Te amo con todo mi corazón.- Rebecca le dice en un susurro, Marlene puede sentir que el calor del deseo sexual comienza a levantarse en ella.
- ¡Vamos a caminar!-  Ordena Marlene tirando de su mano. Se dirigen a la casa. Está vacía, abren la puerta pensando en encontrar a los obreros y al padre de Marlene
- Deben estar haciendo un almuerzo tardío.-   Marlene dice adivinando.
- O terminaron temprano.-  Le recuerda Rebecca. Entran en la gran sala cubierta de plástico tirado en el suelo, el olor de las paredes recién pintadas llena la habitación.
- Me gusta el color del gris claro,  destaca la Chimenea.- Rebecca le pasa la mano por  la repisa y mira hacia arriba.
- Y aquí una fotografía tuya vestida de novia, estarás preciosa. ¿No te parece?-  Señala el espacio por encima de la chimenea.
- ¡Rebecca!- Marlene se ríe con timidez. Recorren el resto de la planta baja antes de subir las escaleras.
– ¿Qué opinas de la habitación principal?-  Rebecca  gira alrededor en el espacio abierto.
- Los colores realmente resultan bonitos. ¿Supongo que la cama estará aquí?- Hace un gesto con la mano.
- ¡Sí! Y la cómoda aquí.- Marlene se coloca en el lugar. Rebecca piensa por un momento.
- Tendremos que contratar a  una niñera para el bebé.- Comenta con intención Rebecca.
- Estoy pensando en las clases de cocina a las que estoy asistiendo, no necesitaremos un cocinero, pero sí alguien para ayudar con las tareas domésticas básicas. No sé Rebecca, me gustaría  que mi cocina sea sólo eso, mi cocina, una niñera será útil cuando vuelva a trabajar, pero quiero que seamos responsables de nuestro hijo y de sus necesidades.-  Rebecca sonríe. 
- Siempre he pensado que los niños deben estar con sus padres y no necesitaremos mucho la atención de los demás.  Marlene también debemos ser realistas con nuestras profesiones, que vamos a tener que  atender...  -  Le argumenta con tranquilidad.
- Estoy de acuerdo, pero creo que cuanto más involucradas estemos con nuestros hijos, mejor estaremos.- Le responde ella.
- ¿No estás en lo más mínimo nerviosa? No sabemos nada acerca de bebés, Marlene.- Ella se ríe.
- ¡Rebecca! Quiero esto y tendremos a Biggi para ayudarnos y Dana quiere pasar algún tiempo aquí cuando llegue el bebé.- Expone  serena. Rebecca pone una mirada de preocupación.
– Entiendo,  Biggi y Dana serán una gran ayuda, pero ¿Y si yo me he ido y tú estás aquí sola para gestionar todo?-  Marlene la atrae más cerca de ella.
- No tienes que preocuparte.- Ella le sonríe  mirando sus ojos marrones. - Me encantas cuando te preocupas.- Le dice con cariño. Rebecca suspira. 
- Consultaremos con Justus o la señora Lentz, quizás conozcan a alguien o donde podemos entrar en contacto con una agencia.- Comenta agarrando a Marlene alrededor de la cintura. Rebecca mira sus ojos.         
- Hace frío aquí.- Afirma. - Podría entrar en calor.- Marlene no duda en responder. 
- Estoy segura de que podrías.- Su voz tiembla igual que el frío de la sala las hace  temblar. Los labios de Marlene se encuentran con los suyos, las lenguas se entrelazan  explorando mutuamente con pasión.
- ¡Hmmm! ¡Qué sabor tan delicioso!- Marlene le dice sin separar sus bocas, ella comienza a reír.
- Tienes los más bellos labios Rebecca.- Apoya el dedo índice en su labio inferior. Rebecca se queda en silencio, una pequeña sonrisa se formó. - La primera vez que nos besamos, quería besarte más, aunque pasara el tiempo e incluso a pesar de todo mi rechazo cuando entrabas en cualquier habitación que yo estuviera,  mis ojos se obsesionaban contigo, fantaseaba con besarnos, soñaba contigo constantemente. - Ella sonríe y retira el dedo para besarla de nuevo.
- Todo lo que quería hacer era besarte Marlene,  secretamente me volvías loca, enamorarme de ti fue difícil, porque en mi corazón sentía que no había posibilidad de que estuviéramos juntas. Te perseguí porque me obsesionabas y sabía que en el fondo podrías enamorarte de mí también.-  Una lágrima cae por su mejilla. Marlene se da la vuelta y se aleja de ella  acercándose a la ventana para contemplar el paisaje. - Yo te traté mal y rompí tu corazón un millón de veces Rebecca, no podía soportar lo que estaba pasando porque creía que era feliz con Tristán.  Nuestras vidas iban bien, te mentí, a Tristán y a mi misma. Después de aquel encuentro del juego tonto de girar la botella mi curiosidad se disparó.  La necesidad de satisfacerla comenzó a ser muy fuerte.-  Rebecca sonríe caminando hacia ella.
- Esa no fue la primera vez que nos besamos.-  Rebecca baja la cabeza con cierto pudor. Marlene la mira con expresión perdida.
- No recuerdo que nos besáramos antes de eso, me dedicaba a Tristán.  Tampoco recuerdo sobre cualquier sentimiento oculto por ti o tus sentimientos por mí.- Responde  estudiando  la expresión del rostro de Rebecca.
- Tengo que hacerte una confesión.-  Ella comienza.
– Te acuerdas del libro de moda que me regalaste?- La mira haciendo memoria  del libro.
- ¡Sí! ¿Y qué?-  Rebecca comenzó con calma. – Recuerdo que fui a buscarte, estabas en la gran sala durmiendo, leyendo  un libro te quedaste dormida. Te cubrí con una manta y me senté a tu lado. Te deseaba y nunca soñé que tendría la oportunidad besarte, de verdad, no en la realidad, así que lo hice, te besé. Hiciste un gruñido dando un respingo y de repente oí que desde fuera Tristan te llamaba. Tuve miedo de que abrieras los ojos y verme, así que me escapé antes de que lo hicieras.- Ella sacude la cabeza y mira  sorprendida. Marlene sonrió. 
- Me acuerdo de ese día, abrí los ojos para ver a Tristán sentado junto a mí y le pregunte sobre el beso que me había dado, él me besó otra vez, pero  no fue igual de intenso.- Marlene conjetura.
- Lo siento, no debería haber hecho eso, fue un poco raro, incluso para mí.- Le comenta. Marlene empieza a frotar los lados del brazo de Rebecca.
- Es halagador, de alguna manera, pero no es menos extraño.- Caminan por el pasillo hasta la siguiente habitación.
- Me gustaría que este fuera el cuarto de los niños.-  Explica. Rebecca sale de la puerta y mira por el pasillo.
- Es el más cercano a nuestro dormitorio, seguro.- Ella sonríe.
- ¿Podrías decidir sobre un color? Podría ser neutro o podemos esperar hasta que sepamos si es chico o chica.- Marlene le propone tomando su mano y colocándosela en el vientre.
- Estoy pensando en un amarillo claro, pero quiero un tema.- Ella le contesta.
– ¿Animales del Zoológico? - Rebecca se ríe.
- ¿Y qué hay de malo en animales de zoológico?-  Su tono se pone serio.
 - ¡Uh, uh!- Rebecca tropieza con sus palabras, Marlene se cruza de brazos al no ser capaz de mantener la cara seria. Ella se ríe ya en voz alta y abraza a Rebecca por la cintura dándole la vuelta hasta llevar su cara a la de ella.  
- ¿Dónde has estado toda mi vida?-  Ella le aparta la cara con las yemas de los dedos. Rebecca le toma suavemente la mano besándola y le responde.
– Marlene he estado aquí esperándote toda mi vida, tu, yo, nosotras…- Ella se encoge de hombros con una sonrisa y continúa. - Marlene eres el amor de mi vida, nunca supe lo mucho que podía amar a alguien hasta que…- Sus labios los siente tapados por los de Marlene con el dulce placer del beso enamorado. Se cogen de la mano y caminan hacia fuera de la casa.
- Este lugar es hermoso Rebecca, Nunca hubiera imaginado salir del castillo, pero me alegro de ello  por primera  vez.- Caminaron a lo largo del arroyo el aire frío zarandea  los árboles.     
- Sé los sacrificios que he de hacer para que veas que soy sincera en mi compromiso contigo. La única manera era que nos casáramos, así sabrías que me dedicaría seriamente a nosotras y nuestra vida en común. - Marlene se agarra del brazo con fuerza.
- Una vida no dedicada a LCL, sólo a mí.- Le responde ella.
-Tú y nuestros hijos. Cuando me dijiste que querías niños, no estaba muy segura, pero era parte en lo que tenía que estar de acuerdo. No podía tenerte de vuelta y luego perderte, habría sido demasiado egoísta y tonta.-  Rebecca le  comenta como una revelación.
- Yo no podría obligarte a tener hijos si no lo quisieses, no es algo que discutiéramos en el pasado.-  Caminan por la senda que les dirige hacia el castillo. - ¡Tengo hambre! Y se está haciendo tarde, me pregunto lo que la señora Lentz habrá  cocinado para el almuerzo.-  Se dirigen a la cocina sacando del frigorífico  las sobras del almuerzo.
- Voy a arreglar una ensalada.-  Rebecca se ofrece, Marlene calienta el pollo. La mesa está llena de aderezos para ensaladas y guarniciones de verduras para el pollo y a la jardinera.
- Esto es excelente, es una pena que no podamos contratar a la señora Lentz para cocinar.- Rebecca expresa jugando con su ensalada. Marlene le echa una mirada escrutadora.
- ¿No quieres comer mi comida?-  Bromea.
- Ni siquiera he tenido la oportunidad de probarla. ¿Estás aprendiendo algo en esas clases?- Marlene suspira antes de responder.      
- He preparado un salmón a la parrilla para la clase y tengo que decirte que me salió muy bueno.-  Rebecca sonríe.
- ¿Y cuándo fue eso?-  Marlene piensa brevemente.    
- Mientras estabas en Amsterdam, he aprendido mucho en realidad, ha sido un desafío y Biggi me ha ayudado.  Promete venir cuando nos traslademos a la nueva casa y me enseñará cosas.- Rebecca se muestra irónica.
- ¡Espero! No quiero morir de hambre.-  Exclama. Marlene la agarra por detrás y empieza a hacerle cosquillas. Rebecca deja caer su tenedor.
- ¡Vale, vale!.- Exige juguetona. Terminan de comer y limpiar la cocina. Regresan a la orangerie.
 - ¡Es tarde!-  Dice  Rebecca mirando su reloj.
- Tengo que hacer un trabajo. Entrevisto a un joven el lunes para ser mi asistente y  necesito elaborar una lista de preguntas.- Marlene se puso el abrigo y agarra su bolso.  
– Pues yo me voy a ver a papá, y  decidiré sobre las combinaciones de colores para el cuarto de los niños con él. ¿Tienes algún problema con el amarillo claro?- Rebecca sonríe mirándola de reojo.   
- ¡No! Está perfectamente bien, el amarillo es un buen color.- Se inclina a besarla.
- Espero tener pronto una idea de cuándo podremos mudarnos…- Rápidamente cerró la puerta.

Rebecca abre su agenda y comienza a escribir en su lista las cuestiones que va a necesitar preguntar a Aaron. Ella se acuerda de su primer encuentro con él. Fue en Riga cuando ella y Katherine estaban felices y la moda que creaban marchaba en vanguardia. Hace  varias anotaciones sobre las preguntas y cierra su agenda. Se relaja un momento y se viste el pijama para meterse en la cama.

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