5.- Tenemos que hablar
Laura y Marian continúan besándose en aquel
callejón. La noche no es fría y es muy tarde. Apenas pasa gente por la calle.
Alguien se detiene y las observa unos segundos para después seguir su camino.
De pronto Laura recuerda que ha dejado a su hermano y amigos sin darles ninguna
explicación.
– Debo
volver, me he marchado sin decir nada y se estarán preguntando donde estoy. - Marian
la detiene un momento.
- ¡Espera!
¿Qué más da? Eres mayorcita para justificarte. -
- ¡No puedo! Mi
hermano se preocupa por mí, yo… tengo que regresar. - Insiste.
- ¿No hay nada
con lo que pueda retenerte? - Pregunta Marian un
tanto desesperada.
- ¡No!
Quiero que me entiendas. Debo regresar. Mañana te veo. - Le da un beso en
la mejilla y desaparece. Marian no entiende lo que ha pasado. Se pregunta a que
ha venido ese comportamiento infantil.
– Tengo la
impresión que ha salido huyendo como el primer día. - Expresa en voz alta.
Marian también regresa al Pub, Laura ha
desaparecido, se dirige a las recién casadas y se despide de sus amigas. En la
puerta toma un taxi y se dirige a su casa, para refugiarse en el calor de su
hogar. Ya en pijama y cubierta con una bata, se sienta sobre la mecedora dentro
de la balconada, contempla las luces del puerto y piensa en la escena del
callejón, aquellos besos.
- ¡Que
bien besa! - Sonríe complaciente y se deja llevar por la imaginación. “¿Cómo será hacer el amor con ella?
Comparado con sus besos, puede ser algo fabuloso.”
Poco a poco se va dejando llevar por esos pensamientos y por el sueño que la abraza en un ratito.
El domingo por la mañana la despierta el
constante repiqueteo del móvil. Durante la noche se trasladó de la mecedora al
dormitorio, completamente somnolienta y casi inconsciente. Allí ha dormido de
un tirón sin la molesta posición de la mecedora. Busca el teléfono entre la
ropa allí tirada. Lo encuentra y mira la pantalla, es un número desconocido.
– ¡Son
las ocho! Es Domingo ¿Quién será? - Descuelga - ¡Diga! - Dice con voz sin aclarar.
- ¿Marian? - Pregunta la voz al otro lado.
- ¡Si! Soy yo
¿Quién es? - Inquieta responde. No reconoce la voz en el
teléfono, le suena familiar.
- ¡Laura! - Marian hace la estatua de
rodillas sobre la cama, abre los ojos incrédula mirando al infinito. Durante un
segundo guarda silencio, gira su cabeza y mira hacia la ventana para descubrir
que es realidad lo que está viviendo y no es un sueño. La luz del día, entra
por las rendijas de las contras. Aunque la luminaria no es intensa, le anuncia
que ha amanecido y que está despierta.
- ¡Pero!
¿Cómo…? ¿Por qué…? - No sabe que decir la ha cogido por sorpresa y aún no
puede reaccionar. Es un auténtico mar de dudas.
- ¡Te noto algo
confusa! Anoche te dije hasta mañana. - Le
dice mientras sonríe. Marian no ha encajado todavía la situación. Con algo de
nerviosismo le contesta tartamudeando. No se cree que esté hablando con ella.
- ¡Sí!
Si… Pero pensé que te habías equivocado, en realidad creí que te referías al
lunes. ¡Pero bueno! ¿Por qué me has llamado? - Está intrigada. No sabe que
pretende Laura.
– Invitarte
a desayunar. ¿Te parece que compartamos un café y unos bollos en la cafetería
de tu amigo Raúl? - Marian va de
sorpresa en sorpresa. La cafetería de Raúl está enfrente de su balconada.
- ¿Cóoomo? ¿Qué
estás delante de mi casa?
- Corre a través del salón y mira desde detrás de los cristales hacia la acera
de enfrente. Detrás de la cristalera del bar puede ver la figura de Laura con
el teléfono en el oído y sonriendo. – Pero
¿Cómo sabías…? ¡Espera! Bajo ahora mismo. - Corta la llamada, mira al techo
resoplando, sin saber que pensar. Rápidamente se moja la cara y se repeina
discretamente recoge el pelo en una coleta. Unos pantalones vaqueros una blusa
y un jersey encima, toma el bolso del recibidor, las llaves y sale escaleras
abajo. Traspasa el portal y corre atravesando la calle. De repente se detiene y
afloja el paso, por un momento piensa que debe aparentar tranquilidad. Con ese
aire entra en la cafetería.
- ¡Buenos
días Marian! - Raúl le saluda con cordialidad. Raúl es un hombre grandote
de unos cincuenta años y el dueño del establecimiento, además de buen amigo.
– ¡Buenos
días Raúl!... Ella se gira hacia su izquierda para contemplar la figura de
Laura sentada frente a ella y con una sonrisa en los labios. - ¡Hola!
- Dirige ahora el saludo hacia ella
en un tono suave, con voz aterciopelada y completamente sobrecogida por el
encuentro, que nada tiene de casual.
- ¡Hola!
¿Te he sorprendido? - Le dice en tono de broma y sonriendo ampliamente.
Marian tarda en reaccionar unos segundos.
- ¡Pues, sí! - Le confirma mientras se va
sentando en la silla frente a ella. Raúl las observa desde la barra mientras
pone un cruasán en un plato y un café con leche en vaso, como le gusta a su
vecina. Marian está admirada con la expresión fija en el rostro de Laura, gesto
que no pasa desapercibido para el barman, hace una mueca de media sonrisa y se
dirige a la mesa con el café y el bollo.
- ¿Quieres
alguna otra cosa Marian? - Le pregunta antes de retirarse.
- ¡Sí!
¿Te importa hacerme un zumo de naranja antes de esto? – Le pide casi sin
apartar la vista de Laura.
- ¡Ahora
mismo te lo traigo! - Se acerca a la barra y saca unas naranjas del
frigorífico, las exprime y a continuación lleva el vaso de zumo a la mesa. En
todo este rato ambas mujeres no dejan de mirarse la una a la otra sin
pronunciar palabra. Laura sonríe, Marian atisba esa sonrisa, pero mantiene el
gesto de intriga que no es capaz de desprender de su cara.
- ¡Bien!
¿Qué te trae por aquí? - Pregunta Marian un tanto severa de tono.
– Anoche dijiste
que teníamos que hablar. Ya ves que no se me ha olvidado. - Expresa con seriedad. Marian duda, aunque el
gesto le parece convincente.
– Estoy de
acuerdo. ¿Qué propones? Y ¿Cómo sabes dónde vivo? - Marian va directa y sin miramientos. - ¿Y por qué conoces a Raúl? -
- Está
en tu ficha, tengo una lista de los empleados en mi agenda de trabajo, no he
tenido más que copiarla y ya ves… De Raúl has hablado de sobra en el trabajo.
¡Bueno! ¿Pasamos el día juntas? No tenía ningún plan para hoy y que mejor que
pasarlo contigo después de lo de anoche. ¿Te apetece? Tendremos tiempo para
hablar de todo lo que se nos antoje... La verdad es que estoy hecha un lío y
necesito aclararme. - Le propone. La necesidad de acercarse a ella está en
su mente desde hace tiempo, pero no era capaz de tomar la iniciativa. Alguna
tarde había aparcado delante de la casa de Marian a la espera que apareciese y
poder hablar con ella y esclarecer la situación, pero se echaba atrás nada más
verla asomar por el portal, se escondía en su propio vehículo presa de un
pánico irracional. En este momento tiene esa misma sensación, pero se ha
prometido resolver esta incertidumbre. Y de paso, cumplir con la palabra dada,
aunque tuvo un momento de duda antes de marcar el número de teléfono de
Marian.
Cuando la abandonó en aquel callejón la
noche anterior, ya había decidido que era la hora de dar un paso adelante, ese
segundo beso la ha lanzado al encuentro de Marian con decisión. Casi no ha
dormido, dándole vueltas a la pequeña charla que sostuvieron, y, a los besos
que se dieron en aquel oculto rincón.
La idea de pasar el día juntas es atrayente
para Marian. Muchas horas para intentar aclarar la situación, conocerse mejor y
acercar sus vidas en la medida de lo posible.
– Me
parece una idea estupenda. - Marian ya ha pasado de la ansiedad a cierta
entereza que le da la compañía de la mujer más hermosa que haya conocido nunca.
Y de la que se ha enamorado a partir de un beso. “Y qué beso”. La cautivó al instante, después todo han sido dudas,
inquietud y emociones sin salida. Acaban el desayuno y salen del local.
Marian necesita volver a su casa para
adecentarse algo, ha salido de estampida y le hace falta cambiar de vestimenta.
– He
de volver a mi casa. Estoy un poco sudada. ¿Me acompañas? - Laura duda,
tiene aprensión a quedarse a solas con ella y tarda en darle una respuesta.
Marian se da cuenta de que algo pasa. - ¿Hay
algún problema? - Pregunta con dudas.
- ¿Te importa
que espere aquí? No estoy segura de querer subir. - Le dice con cierta timidez.
– ¿Por
qué? No lo entiendo. - Duda antes de seguir. - ¿Hay algo más que no me has dicho? - Esta vez la pregunta va con
intención. Laura mira al suelo y contesta algo avergonzada.
- ¡Sí! De eso
también debemos hablar. - Responde insegura.
- ¡Está
bien! Vuelvo en un ratito. ¿Seguro que estarás aquí? ¿No vas a salir huyendo? -
Marian ya pregunta con incertidumbre.
– Estaré aquí.
No te preocupes. Te he propuesto pasar el día juntas. ¿Lo recuerdas? Te espero
en el coche. - Marian
la mira con extrañeza. Da su conformidad y regresa a su domicilio para aparecer
de nuevo quince minutos más tarde, ya preparada para la inesperada aventura de
este día, que no es precisamente bueno en cuanto al clima. Laura propone salir
de excursión, no se siente cómoda en su ciudad, aunque no tiene una idea
concreta de dónde ir. Marian le plantea viajar hasta Santiago de Compostela,
pasear por el casco viejo, visitar la catedral y comer en alguna de las tascas
que ella frecuentaba de estudiante. Lejos del lugar que habitan, la Coruña,
donde, en cualquier rincón te puedes encontrar con amigos, familiares y otras
gentes conocidas. Que no harían otra cosa que distorsionar el diálogo entre las
dos.
Marian comienza a sospechar que Laura tiene
un problema de aceptación interna que debe resolver. En un lugar alejado donde
se puede ocultar de su entorno habitual, podrá mostrarse más relajada y
mantener un diálogo más fluido sin interrupciones inoportunas.
De pronto Laura le extiende su mano para
que la acerque, es ella ahora quién la acaricia con suave tacto. Marian la
observa con una sonrisa, empieza a sentirse optimista. Laura sonríe y también
de vez en cuando mira hacia ella con gesto pícaro.
Pasean por la Rúa del Vilar la una al lado de la otra sin contacto y calladas. Marian piensa que debe provocar la conversación por difícil que le pueda resultar a Laura. Necesita aclarar un montón de cosas y el silencio no conduce a ninguna parte.
- ¿Por
dónde empezamos, Laura? - Rompe el silencio entre las dos. Laura duda un
momento, quiere hablar, pero algo la atenaza. Por fin rompe el mutismo en el
que estaba refugiada y descarga su ansiedad de forma atropellada.
- ¡Todavía estoy algo asustada!... Me siento incómoda conmigo misma. Lo que siento me resulta muy agradable, pero todo esto es nuevo para mí, desconcertante y no sé qué hacer. Me preguntabas en la puerta de tu casa, si iba a salir huyendo. Esa sensación me asalta cada vez que estamos cerca. No sé lo que me ocurre, me siento inquieta y muy nerviosa. Tenerte al lado me produce sensaciones muy inquietantes…- Marian la interrumpe. - ¿Como la de besarme de improviso? - Le comenta con una sonrisa. En realidad, trata de que se relaje. Percibe que Laura se expresa con tensión y quiere que se encuentre cómoda, que se pronuncie con naturalidad. No se lo hará complicado, no le pedirá que se etiquete, ni la va a presionar para salir de un armario que ni conocía. La anima a vivir al máximo el momento y disfrutar de sus emociones. - ¡Ya! Lo siento si te hice sentir mal, no era mi intención. Fue un impulso, ya lo sabes. Ese impulso es lo que no acabo de comprender. ¿Por qué me atraes de esa manera? Siempre me he tenido por ser una persona normal, una mujer a quien le tienen que gustar los chicos. -
- Heterosexual.
- Matiza
Marian.
- ¡Sí!
Eso… Desde que te conozco… El día que nos presentaron, no sé si te acuerdas,
nos dimos un abrazo superficial, así… como informal. ¡Sentí un calor interior
al tocarte! Una sensación que nunca he tenido. - Lo dice con afecto. – Fue agradable. No sabía quién eras, ni
siquiera que eras gay. Solo percibí un estremecimiento que me impresionó. Nadie,
repito, nadie me ha producido esa emoción en un primer encuentro. Algo de
curiosidad se despertó en mi con aquella especie de sacudida al abrazarnos.
Desde ese día, comencé a darme cuenta que mi interés por ti aumentaba, una
sensación que no he sentido jamás con nadie. Cuando estás cerca es como si
nadie más estuviera, mi cabeza no deja de dar vueltas a tu alrededor, me atraes
y necesitaba, de alguna manera, acercarme. No sabía cómo hacerlo, hasta ese día
que no pude evitar besarte. Primero con la conversación, fui algo torpe, lo
reconozco y después en medio del baile, estábamos medio abrazadas y volví a
percibir aquel calor que surgía de dentro. Esa vez era intenso, estar abrazadas
en un baile me impresionó mucho más que otras veces, sí, esa sensación la tuve
en otras ocasiones. Por un impulso, es que me atraía con mucha fuerza, como un
imán, llevé mi boca hacia la tuya y te besé. Al separarnos, me maldije y salí corriendo,
no porque no me gustase aquel beso. Todo lo contrario, me gustó… me encantó,
fue algo maravilloso y eso fue lo que puso en mi alma el miedo. Me asusté
porque me sentí fascinada. - Laura se detiene en medio de la Rúa y mira
severamente a Marian. - ¿Me has echado un
embrujo o algo así? - Marian se ríe con ganas ante la pregunta tan
extravagante de Laura.
– Ya me
gustaría. ¡Pero no! No tengo esa capacidad. Mis sensaciones contigo siempre han
sido agradables, pero no al punto que tú relatas. Nunca soñé con que te
acercases a mí de esta manera. Siempre presumiendo de ligona, que si los chicos
aquí, que si los chicos allá. Ni en mis mejores sueños pensé en lo que está
sucediendo ahora. Le has dado la vuelta a mis emociones para contigo… Fijarse
en ti es sencillo acaparas el escenario donde estés. Acercarse, sin embargo, es
difícil no dejas que nadie entre en tu cabeza, si tú no quieres…- Laura se sorprende por el
comentario.
- ¿Cómo sabes
eso? ¿Me has psicoanalizado, o algo así? - Marian le responde con placidez.
– Sé muchas
cosas de ti. Lo dices todo con tu comportamiento. -
- También puedo
estar mintiendo, no todo lo que digo puede ser verdad. -
- ¡Es cierto!
Mientes mucho, bueno en las cosas superficiales o en trivialidades. De eso me
di cuenta muy pronto. Por ejemplo, presumes de ligona. ¿Por qué no liga en el
trabajo? Me preguntaba. Hay chicos de nuestra edad que estarían encantados de
estar contigo. - Laura
la mira como con espanto.
– ¿Estás segura
de lo que dices? - Marian
asiente, Laura no puede creer lo que le está diciendo. En su mente resuena la
gran mentira que le acaban de descubrir.
- ¡Es una Táctica! Una táctica que
es efectiva, así los contengo. Nada asusta más a un hombre que el temor de que
una mujer pueda ir a por él. De esta manera los mantengo alejados. - Le
explica a Marian entre risas.
– Inteligente.
A mí no me hace falta usar tácticas ni engaños, soy directa, esté donde esté,
siempre soy honesta con mi sexualidad, no lo voy pregonando, solo mantengo mi
posición. Si hay alguien a quien le gusta o no, es algo que no me importa. Es
una forma de saber el lugar que ocupamos cada uno. Tú tienes que recurrir a
subterfugios porque lo has elegido así. ¿Qué necesidad tenías de hacerlo? ¿Eres
homosexual y necesitas esconderte? - Esta pregunta pone en un compromiso a
Laura que no sabe que responder.
- ¡No lo sé! No me lo he planteado, no he sentido atracción ni por hombres ni por mujeres. Esta situación es estresante para mí. ¿Por qué crees que me siento tan mal? No sé qué me pasa, bueno sí, tengo una atracción contigo que no puedo explicar. Nunca he tenido esta sensación, y menos con una mujer, estoy confundida y con mi cabeza muy revuelta. Ser homosexual es algo que nunca ha pasado por mi cabeza. Y tampoco siento que lo sea. - Lo explica lo mejor que puede. Sentir atracción por otra mujer, creyéndose heterosexual, es un lio. Ahora está aquí enfrentándose al hecho de ser homosexual, lo que conlleva el olvidar todo lo que, desde niña, le han enseñado y, por tanto, plantear su vida con una perspectiva completamente distinta a lo que ha sido su realidad hasta el presente. Ve a Marian, a esa mujer en concreto, y encuentra en ella todo aquello que esperaba de alguien desde hace mucho tiempo. Para Laura es como la panacea del universo, se ha enamorado porque a su lado ha encontrado esa sensación tanto tiempo deseaba. No condiciona el amor en el género para ponerse una etiqueta, simplemente eso no le importa, le gusta ella, a su modo está embelesada por ese amor que la ilusiona, pero ve que la sociedad, los prejuicios y otros factores lo hacen muy complicado. A su modo también ella misma no deja de ponerse barreras justificándolas según las circunstancias. En estos dos meses desde el primer beso no ha hecho otra cosa que sentir pánico. Atenazada, no era capaz de dar un paso en un sentido u otro, simplemente se sentía como si sus pies estuviesen metidos en un bloque de cemento, impidiendo cualquier movimiento.
Hallarse en un lugar donde se siente libre
para expresarse resulta algo más cómodo para Laura. Necesitaba esa sensación
interna de poder hablar con libertad. Conversar con Marian empieza a percibir
que le es más agradable de lo que había pensado. La barrera mental que ella
misma se había generado ha desaparecido como niebla llevada por el viento.
Tiene la sensación de que puede dialogar con ella libremente diga lo que diga,
observa que la escucha con atención todo lo que dice y acaba de darse cuenta
que la conoce mejor de lo que pensaba.
– No
es fácil reconocer que se es homosexual. Tengo amigas que han pasado por el
mismo problema. Cuando te das cuenta que eres distinta a como has creído
siempre, surge un conflicto y la negación es uno de los primeros enemigos que
aparecen en ese campo de batalla. Se niega todo y el rechazo a una misma suele
ser lo más frecuente. Digamos que no quieres ser lo que ya has reconocido que
eres y entras en un conflicto, que no deja de ser otra cosa que un laberinto en
el que parece que no hay salida. - Laura
escucha atenta las explicaciones de Marian.
– Sí,
pero no me importaría reconocer que lo pueda ser, por esta sensación que tengo
en tu compañía tan agradable, estar contigo me gusta. A tu lado tengo la sensación
de que todo encaja de forma perfecta en mi vida. Me siento muy afortunada de
conocerte. Lo que no sé hacer es hallar
la forma de encontrarme a gusto conmigo misma, no quiero vivir con el malestar
de no saber quién soy. -
- Deberás
aceptarlo. El primer paso es hacerte visible a ti misma. Hasta entonces no
encontrarás el equilibrio que necesitas. -
- ¡Está
bien! Y ¿Cómo se hace eso? -
- No lo sé. Cada
persona es un mundo, es un camino que debes recorrer sola en tu interior. Los
demás solo podemos apoyarte con nuestra experiencia y cariño. Pero el rumbo
debes elegirlo tú. -
- Creo que la
negación para mí ya ha pasado. Al menos eso pienso, pero todavía me quedan
muchas dudas. Necesito ir despacio y tener la seguridad de que esto es lo que
la vida me tiene preparado, que no es un juego ni una broma del destino. –
- ¡Bueno! Todos
tenemos dudas con nuestra vida, el futuro, los sentimientos y todo aquello que
nos genera inquietud. Todo eso propicia una ansiedad que nos lleva a dudar de
lo que nos está sucediendo. Si insistimos en buscar una explicación o una
solución, más tarde o más temprano la encontraremos. Es cuestión de paciencia y
constancia.
Laura está pensativa, mira con inquietud a
su alrededor, como buscando una respuesta a todas sus preguntas. En ese
silencio momentáneo se aproxima al costado de Marian y coge su mano con
suavidad. Ella la mira con el rabillo del ojo y con discreción la lleva debajo
de uno de los arcos de la calle. Apoya su espalda en la columna y mira con
firmeza a los ojos de Laura.
- Laura
tengo una pregunta que me interesa hacerte y te pido sinceridad en la
respuesta. Con un sí o un no, será suficiente. ¿Estamos de acuerdo? - Laura
asiente con la cabeza. El misterio se apodera de ella y de lo que quiere saber.
Marian se detiene prolongando el enigma y mira fijamente a los ojos de Laura que
la contempla expectante. – Laura ¿Estás
enamorada? – La pregunta es directa y va franca al corazón. Marian sabe lo
que pregunta, las sensaciones que está percibiendo afirman que ha conquistado
su corazón, pero necesita que se lo verbalice. A Laura se le acelera el pulso
solo pensar que debe responder a una pregunta que no esperaba escuchar. Durante
un instante duda como dar la respuesta. Toma aire mira a su alrededor esperando
que nadie la escuche y vuelve la mirada hacia los ojos de Marian que espera una
respuesta clara.
- ¡Si!
Te quiero. Pero no a mi lado. –
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