Una separación necesaria

Una separación necesaria

lunes, 8 de febrero de 2021

Te quiero. Pero no a mi lado.

 4. Insospechada aparición. 

Han pasado más de dos meses desde el suceso en la discoteca con aquel beso en medio de la pista de baile. Poco han cambiado las cosas entre Marian y Laura, su relación es correcta y sobre todo muy profesional. No hay un acercamiento manifiesto, pero tampoco hay una sensación de separación notoria. Marian hace su vida sin exponerse emocionalmente. Aunque la distancia en el tiempo ha aumentado, el peso de lo sucedido con Laura no desaparece. Está convencida que hasta que no puedan comunicarse con naturalidad, nada hará que la situación mejore o cambie. Poco a poco ha crecido en su interior un sentimiento algo más que afectuoso hacia la recepcionista, sufre al no poder dar salida a esa sensación. La firme presencia de la imagen de Laura en su mente se ha convertido en una constante y no abandona sus pensamientos. 

Pasaron las Navidades y cada una en su ambiente, Laura con toda su familia y Marian con su circulo de amistades mas cercano. Nada ha entorpecido el pensamiento de ambas, cada una recapacitando sobre la otra como si de una conexión cósmica se tratara.

Ya está cerca la primavera y los preparativos de boda de Carmen y Paloma se van acelerando. Marian las contempla con sana envidia al verlas tan enamoradas y felices por el próximo enlace de sus vidas. Como era de prever nadie de la familia de Carmen la acompaña en el día más importante para ella.

De alguna manera ante tanta dicha, Marian se siente algo desventurada. No parece estar interesada en buscar, encontrarse con alguien que pueda hacerla feliz. Esa necesidad básica de afecto la cubre con sus amigas. El sexo que con carácter ocasional a veces se presentaba oportuno ya no le interesa, se siente desganada. Porque no hay continuidad y tampoco encontraría satisfacción en ello en las circunstancias actuales. Esas aventuras han desaparecido de su lado. Está sola con sus pensamientos, que inopinadamente están constantes en la figura de Laura. Sueña con ella despierta o dormida, se ha acomodado en su pensamiento y también en su alma. El sabor que le dejó aquel beso en su espíritu, es como haber labrado su nombre en el corazón. A veces piensa que es una pesada broma del destino lo sucedido con aquel beso.

Que a partir de esa fecha Laura levantase un muro en su trato personal le parece inconcebible. “¿Por qué lo hizo? No ha hecho más que complicarme la existencia” Piensa a veces. El hecho es que ella debería desatascar la situación en algún momento. “Pero… ¿Cómo hacerlo si ella no recuerda o no quiere recordar nada de aquella noche? Se escuda en que estaba muy borracha, la amnesia es su coartada. Pero su actitud la delata, que diera ese cambio radical a sus relaciones conmigo, es que debe recordarlo, pero no quiere admitirlo. Si realmente no se acordase de nada, no habría motivo para ese cambio tan drástico en su conducta, la relación no habría cambiado. Debo intentarlo en cuanto pueda. Esto no puede seguir así. ¿Es que tiene algún prejuicio con ello? ¿Por qué si no? No hay otra explicación, rechaza tener una relación homosexual.” 

Y llega el día de la boda. Carmen y Paloma lucen espléndidas y felices. Se celebra en el juzgado en presencia de una tropa de amigos. Un hermano de Paloma ejerce de padrino para ella y a Marian le toca ser la Madrina de Carmen. Se lo pidió después de una desagradable visita a sus padres. Salió llorando de su casa con el alma encogida. Afuera la esperaba Paloma que la acogió entre sus brazos con todo el amor que le fue posible. La intolerancia y falta de comprensión fueron la conducta dominante en unos padres que no soportan que su hija sea homosexual y que quisiera casarse con otra mujer, era una ofensa inaceptable. Con gritos y muy malos modos la echaron de su casa por segunda y última vez. Carmen se prometió que nunca volvería a pisar ese sitio. Todo lo contrario que Paloma, por su parte cuenta con el aprecio de sus hermanos, sus padres fallecieron hace tiempo.

Marian sigue en su monótono pensamiento, es incapaz de quitarse de la cabeza a Laura. Algo que empieza a parecer un tormento o una paranoia. Esa dosis diaria de tener que verla a través de la cristalera actúa como lenta intoxicación para sus sentimientos. No sabe cómo actuar. Durante la ceremonia está absorta, su mente se separa de la realidad y contemplando a sus amigas se ve en ellas con Laura cogida de la mano y diciendo un sí quiero dentro de una nebulosa. Despierta al escuchar el pueden besarse, que cierra la ceremonia.

Pero los pensamientos sobre Laura siguen azotando su mente de forma machacona. Es un comportamiento obsesivo, se dice a sí misma, Marian no deja de pensar en su compañera de trabajo.

Durante el banquete se encuentra como aislada, permanece callada casi todo el tiempo, aunque una de sus amigas más cercanas, Rocío, trata de levantarle el ánimo. - Estás ausente Marian. ¿Qué te pasa? - Le pregunta en un momento que le pilla con la guardia baja. - No lo sé. Es que esto de la boda y que últimamente no duermo bien, estoy muy cansada. -  Se exprime el cerebro para encontrar una justificación. Rocío, que la conoce bien, no se lo cree. - ¿Estás segura? ¿No estarás enferma? - Le pregunta, ella responde que no, pero su amiga es insistente. – Entonces creo que tienes algún problema sin resolver. Dime cariño ¿Qué es lo que te agobia? Puedes confiar en mí, no se lo voy a decir a nadie.- Marian vuelve la vista hacia ninguna parte como queriendo no hacer caso. Hace una inspiración profunda y expulsa el aire con violencia. ¡Creo que estoy enamorada de alguien! - Expresa en voz baja. - Me lo imaginaba. ¿Pero? Hay algo más. ¿Verdad? - Rocío hurga en la llaga sin querer. No me siento correspondida y eso me está doliendo mucho. Nunca imaginé que me ocurriría algo así, está siendo muy duro. - En pocas frases resume su situación. Bueno pues eso lo explica todo. Ahora ven a mi lado, necesitas algo de consuelo. Aquí tienes una amiga para lo que haga falta. - Rocío se muestra como bálsamo para Marian y la abraza con afecto. Ella esconde su cara en el hombro de Rocío para sollozar, no quiere arruinar la fiesta de sus amigas. Carmen y Paloma se acercan a ellas entre risas y gestos de cariño. Al verlas abrazadas se paran y Carmen pregunta que es lo que pasa. Rocío hace un ademán para que se alejen gesticulando, que después hablará con ellas. Carmen se preocupa, pero Rocío insiste con gestos, ellas se alejan llenas de dudas.

¿Estás mejor? Ya te has desahogado. ¡Toma! - Le ofrece un pañuelo con el que se seca el rostro, tiene los ojos irritados por el llanto. Nunca le había pasado algo semejante. Plañir de esa manera no es su estilo, raramente lo hace, pero esta vez su emoción la desborda, una sensación imposible de controlar. - ¡Gracias Rocío! Eres una buena amiga. - Mira su cara que le está diciendo que quiere saber más. – Es una compañera del trabajo, preciosa y encantadora. Un día me dio un beso, fue una sorpresa enorme. Un beso lleno de pasión y eso lo desencadenó todo. Desde entonces se muestra distante, huye de mí, aunque a veces tengo la sensación de que me vigila. Y me he enamorado de ella como una idiota sin obtener nada a cambio… Me enamoré de quien no imaginé y de quién no esperaba. Me he dado cuenta que el amor no se elige. Es él quien te elige a ti. -  Rocío escucha con cariño a Marian. Reflexiona durante unos instantes. Voy a decirte algo. Puedo equivocarme, pero no puedo dejar el darte mi opinión. Creo que a ella le sucede lo mismo que me pasó a mí… Esa conducta de rechazo es solo miedo. Hace lo contrario de lo que realmente desea porque en el fondo está asustada de sus sentimientos. Te preguntarás porque lo digo. Yo viví esa situación la primera vez que me enamoré de una mujer. Lo rechacé durante tiempo, no era consciente de quien era en realidad y mi respuesta fue parecida a la que me has contado. Me escondí de mi misma. Debes ser paciente, si es como te digo un día vendrá a ti sin cargas, pero debes esperarlo con tranquilidad. Ella necesita reconocer esos sentimientos como algo positivo, y no es fácil precisamente, exige mucha madurez y reflexión, pero al final todo estará bien. - Marian la mira sorprendida y agradecida.          Espero que tengas razón. - Marian responde sin convencimiento, pero se anima algo. El vaciar su ansiedad con alguien en quien confía le hace sentirse mejor y renueva su espíritu para afrontar el resto de la fiesta. Después del banquete se citan en el pub cerca del domicilio de las recién casadas, para acabar la fiesta tomando unas copas. Las novias se retiran a su casa para cambiar el atuendo y refrescarse algo. De paso celebran a su manera en la intimidad otra ceremonia más íntima y afectiva que la social. - ¡Te quiero con toda el alma, Paloma! - Le dice mirando tiernamente a sus ojos. - ¡Lo sé! Eres lo mejor de mi vida y yo también te amo con todo mi corazón. - 

Entrada la noche la mayoría de los participantes en la boda están sentados tomando una copa o bailando en el centro del local. Marian, Rocío y las recién casadas comparten una mesa bebiendo y haciendo risas en un ambiente relajado, aunque un poco ruidoso. Paloma saca a bailar a Carmen cuando suena una canción romántica que invita al arrumaco entre amantes. Rocío le insinúa a Marian para salir a la pista, ella rechaza la invitación, no se encuentra con ganas. - Prefiero seguir charlando. Siempre me ha gustado mucho hablar contigo, eres muy buena conversadora. – Rocío se siente halagada por el cumplido de su amiga. En animada cháchara siguen ambas sentadas en una mesa alejadas de la bulliciosa pista de baile.  Pasado un rato, por la entrada del local, Laura aparece acompañada por otras personas entre las que está su hermano Paco. Marian no se percata de su presencia, pero ella si la reconoce nada más cruzar la puerta, allí sentada al lado de una mujer muy guapa con la que conversa afable y sonriente. Se acerca a la barra escondida entre sus amistades, pide y le sirven una copa. Mientras, observa con el rabillo del ojo como Marian abraza afectuosa a su acompañante. A Laura se le encienden las alarmas, de repente se pone muy nerviosa, y sabe por qué, le entran unos celos terribles, a pesar de reconocerlo le cuesta pensarlo. “¿Será que tiene novia, y no me he enterado?” Piensa por un momento. Durante un rato mantiene una actitud expectante, camuflada entre sus amigos, y muy alterada por lo que está viendo, siente unas dudas terribles, es incapaz de controlarse. En un momento dado, Marian y Rocío se levantan, Marian se dirige al baño y su acompañante a la pista, mezclándose con la gente que está bailando en ese momento. Sin decir palabra a sus acompañantes, Laura sigue los pasos de Marian hasta el servicio. Se para en la puerta y espera.

Marian termina de lavarse las manos, se las seca y abre la puerta. Su expresión es un poema al ver a Laura allí apostada esperando. Con voz entrecortada la saluda, nerviosa.     - ¡Hola! - No alcanza a decir nada más. Laura la empuja de nuevo adentro, cierra la puerta, la abraza con fuerza, fija la mirada en sus ojos con intensidad y vuelve a besarla, esta vez con ímpetu. Inmovilizada su cara, Marian no quiere responder, pero después de unos segundos se deja llevar. Mezclan sus lenguas entre gemidos. Cuando Laura se separa es Marian quien no quiere hacerlo y continúan besándose unos instantes más. Se miran con ansiedad y con misterio. Marian no sale de su asombro, Laura, al contrario, muestra una sonrisa leve, se siente relajada. - ¿Es esa tu novia? Con la que estabas abrazada. - Le increpa beligerante.  - ¡No! Es solo una amiga. – Toma aire  con fuerza. - Tenemos que hablar. - Expone Marian serena. - ¡Lo sé! - Responde en un tono suave y expresión algo vergonzosa. - Pero no aquí. Vamos a un sitio más tranquilo. - Le propone con alegría contenida. - Vale. ¿Salimos? - Laura contesta con una sonrisa. La besa de nuevo, un beso corto muy intenso antes de abandonar el servicio. De vuelta al recinto se dirigen hacia la puerta de la calle, se cruzan con Carmen que también acude al servicio. - ¿Estás mejor? – Le pregunta. - ¡Sí! En realidad, no me pasaba nada. – Le contesta con soltura y sin dejar de sonreír mientras camina. Se siente como liberada, este nuevo encuentro ha cerrado una crisis que ya se volvía insoportable. Con presteza salen del pub y comienzan a deambular por la calle despacio. - ¿Dónde vamos? - Pregunta Laura en voz baja. Hace buena noche. ¿Te parece que paseemos? -  Propone Marian. ¡Lo siento! He sido una impetuosa. – Laura rompe su silencio después de unos minutos de mutismo. - No quiero tus disculpas, quiero que me digas lo que está pasando. Necesito una explicación. - Marian expone con seriedad. - No sé por dónde empezar. - Dice Laura mientras caminan. - ¿Qué te parece si me dices lo del beso de hace unas semanas? - Marian está aparentemente serena y centrada, pero por dentro es un flan está impaciente por conocer lo que Laura pueda decirle. - ¡Quiero disculparme! Fue un impulso repentino, lo hice sin pensar. De pronto sentí la necesidad de besarte y me dejé llevar. Supongo que le habrás dado mil vueltas. Pero eso es lo que pasó. - Laura no sabe seguir, siente su lengua atenazada y la boca seca. Teme, que si cuenta sus sentimientos puede provocar una situación incómoda.  – ¿Eso es lo que pasó? ¿Eso es lo que pasó? Lo dices como si hubiese ocurrido algo sin importancia. Nadie da un beso así sin darle la más mínima importancia. Me das un beso por sorpresa, huyes y después vas y dejas de hablar conmigo, escapas cada vez que estoy delante. ¿Por qué me dijiste que no te acordabas? ¿Por qué me mentiste? – Marian aparenta estar hecha una furia, deja que la ansiedad acumulada salga hacia la persona causante de la misma. - ¡No es tan fácil! ¡Entiéndeme! Ahora tampoco lo está siendo. Esta es una situación nueva para mí, aparte de inexplicable. Me acobardé. No sabía qué hacer. Y decidí de forma inconsciente esconderme. ¡Perdóname! Quiero pedirte disculpas. No sé cómo lo estás viviendo tú, pero a mí, me está costando un mundo. - Laura trata de justificarse lo mejor que puede. En su interior guarda muchas dudas aún y no se siente segura con lo que le está pasando. - ¿Por qué me has besado esta noche? - Marian pregunta con intención. Después de unos segundos de dudas Laura responde con algo de temor. Porque lo necesitaba desde que te di el primer beso. Me entraron unos celos terribles al verte abrazada a otra persona, ¿Celos?... ¡Por dios! ¿Qué me pasa?...  Y ahora mismo estoy deseando besarte otra vez. ¡Oh dios mío! ¿Cómo se me ocurre?- Marian mira sus ojos verdes con emoción. Ella también está deseosa de besarla de nuevo. – Ni se te ocurra hacerlo aquí en la calle, me muero de vergüenza. - Laura detiene a Marian en sus intenciones. Con seriedad da un paso atrás. Marian se hace más reflexiva. No quisiera descubrir que esto es un juego para ti. O que pretendes acostarte conmigo para divertirte. - Se muestra fría y distante. Laura acusa el golpe, desea decirle que en realidad está enamorada, que la quiere, pero el temor aún está presente, no se atreve. Ese camino oscuro presenta aún muchas incógnitas. Nada de eso ha pasado por mi cabeza. Escucha Marian, me caes bien, más que bien. Desde hace tiempo eres alguien especial para mí. Me gusta tenerte cerca, siento que hay algo entre nosotras, como si nos conociéramos de siempre o de otra vida. No sé qué quieres decir con eso de un juego. Te lo digo totalmente en serio me gustaría acabar con mi farsa y que podamos hablar como lo hemos hecho siempre. - Se va encontrando algo mas suelta y confiada, el estar hablando con Marian de nuevo lo vive como una liberación. - Yo también te echaba de menos. Me has hecho sufrir. Desearía decirte algo más, pero creo que es precipitado en este momento. Ahora deberíamos reposar nuestros pensamientos. ¿Seguimos mañana? Creo que el encuentro de hoy ha sido magnífico. El beso, el paseo, la compañía y lo que es más importante, que volvamos a hablarnos con sinceridad. Echaba de menos tus sonrisas en la pecera - Laura la mira con una sonrisa, le brillan los ojos de la emoción y unas ganas terribles de volver a besarla. – ¡Ven! - Coge a Marian de la mano y se meten en un callejón casi a oscuras. Laura contempla el cabello de Marian y lo acaricia, su mejilla y acerca sus labios y, con dulzura, la besa plácidamente. ¡Eres un amor! – Le dice al concluir ese gesto de cariño. 

 

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