Las
tormentas de la vida.
- ¡Rebeca!
- Llama Elisabeth. Ella
rápidamente gira su cabeza lejos de la ventana.
- ¿Si? – Responde cortés. - Hace un hermoso día ¿Te gustaría sentarte
en la terraza? – Le pregunta. - ¡Si!
Me apetece. - Le expresa feliz. -
¿Quieres probar a caminar o consigo la silla de ruedas? – Le plantea, poniéndose
el suéter. - ¡Caminar! Mientras sea
despacio. – Le dice poniendo una mueca y agarrándose la pierna izquierda.
Se apoya en el bastón y Elisabeth la coge por el brazo, Rebecca da cortos pasos, los necesarios para desplazarse
hasta la terraza, le apetece tomar el sol de este principio de verano. - ¿Puedo hacer que Justus traiga café o té? –
Le sugiere, mientras Rebecca sufre un dolor agudo en la pierna. No se queja
pero el gesto dolorido la delata. - El té
suena bien, con limón por favor. – Expresa con una sonrisa forzada. Justus
trae una bandeja con té y limones. - El
doctor Kessler llamó esta mañana y tal vez tengamos una buena noticia. – Le
cuenta a Rebecca mientras ella estira la cabeza. - ¿De verdad y qué podría ser esa noticia? - Pregunta con
curiosidad. - Un nuevo cirujano
ortopédico viene de los Estados Unidos a Düsseldorf, parece que tiene una solución
que podría ayudar a tu situación. – Elisabeth le cuenta. - ¿Un médico americano? – Le pregunta con
precaución. Ella se frota el antebrazo. -
Espero que pueda ayudar, no pierdas la esperanza y mantén la cabeza en
conseguirlo. - Elisabeth sonríe entre dientes apuntando con un dedo índice
hacia ella. Rebecca suspira profundo. - No
sé si podré, tres operaciones son suficientes, si luego no puedo conseguir la
movilidad completa, ¿Qué haré? – Suspira de nuevo casi al llanto. - Ahora vale la pena intentarlo, ¿no crees? -
Ella le aconseja. - ¡Veremos! Habrá
alguna esperanza. - La mente preocupada de Elisabeth se alivia con sus
palabras positivas. - ¿Lizette volverá
pronto? - Elisabeth le consulta y le da un trago a su té. - Tiene un pase en Amsterdam y luego se irá
a Bruselas para una sesión de fotos. - Rebecca responde. - ¿Por qué? – No entiende el interés de
Elisabeth por Lizette. - Tristan vendrá
también y sabes que cuanta menos disensión tengamos, mejor será su visita. -
Le recuerda. - ¡Ugh! - Gruñe Rebecca en voz baja. - Él debería superar los sentimientos
negativos sobre Lizette. - Cruza sus
brazos y mira de reojo a Elisabeth. - ¡Lo
siento! Tristán la siente de esa manera, él hace que el resto de la familia no
sea muy positiva. - Rebecca rápidamente interrumpe. - ¡La amo! Qué más puedo yo decir, ¡Sí!, ella es agresiva y desacertada.
- La voz de Rebecca se intensifica. -
¡Tranquilízate Elisabeth! - Le dice con sosiego. - ¡Nosotras! Al menos desde el accidente ella se ha asentado. - Habla
cautelosa. - No es culpa suya. -
Rebecca se pone a la defensiva, y repite que fue culpa de ella. - No quiero discutir con mi hermano, pero él
tiene que parar esto, ella es mi novia y me ha apoyado en todo. - Le
implora. Elisabeth volvió a recordar el terrible accidente de motocicleta que
casi le cuesta la vida. - ¿Cuándo viene
ese nuevo Doctor? - Pregunta cambiando de tema. – El doctor Kessler me dijo que iba a concertar una cita para ti tan
pronto como tenga confirmación de su llegada. – Le comenta Elisabeth. - Empiezo
a estar cansada, ahora si no le importa, me gustaría volver al invernadero. -
Elisabeth la acompaña hasta la puerta. -
Tengo un poco de papeleo, debo terminar las declaraciones trimestrales. -
Mira a Elisabeth mientras la ayuda a sentarse a la mesa. – Las revisamos después de la cena. - Le ordena y la deja pensando.
Rebecca examina las declaraciones
trimestrales de LCL, ahora está a cargo de la producción, ya no diseña, dirige un grupo de modistas que
se deben ajustar a los conceptos de moda exclusiva de LCL. Sentada en su silla
y tira la pluma a la pila de papeles en los que ha estado trabajando. Enseguida
se frota el costado de su pierna y comienza a flexionarla como le había
enseñado a hacer la fisioterapeuta acabada la cirugía el año anterior. - ¡Maldita sea! - Se muerde la lengua al
sentir la tensión del músculo que le produce un dolor agudo. Rebecca se levanta
moviendo su pierna de un lado a otro en un intento de relajar la tensión. Al atravesar
el dormitorio tropieza, pero consigue enderezarse. Vibra el móvil y extrae su
teléfono celular del bolsillo, lee el mensaje de Lizette. “Te echo de menos” Sus dedos tocan la pantalla pensando en ella. Mira
de nuevo la pantalla que se queda en blanco, arroja el aparato a la cama
haciendo muecas hasta que puede maniobrar para colocarse en una posición
relajada. Cierra sus ojos tratando de aliviar el daño que había experimentado.
Suena el ding, ding del móvil, de nuevo el texto, recoge su teléfono encuentra
un nuevo mensaje de Lizette. "Te
amo” Lee debajo de una foto de sí misma vestida con un bikini que estaba a
punto de mostrar en un desfile. - ¡Wow! -
Rebecca gimotea separando sus labios y silbando. "Nos vemos pronto. Te amo" Le envía y ella le contesta. "Y yo, te quiero" Responde Rebecca.
Cierra los ojos y comienza a adentrarse en un sueño tan reparador como
necesario.
*
¡Rebecca! * Una voz suena
en el fondo de la nube brumosa que la cubre.
*
¿Hay algo que quieras decirme? *
La voz de una mujer llama desde su sueño.
Rebecca comienza a
retorcerse, hace una mueca. * ¡Lizette! *
Exclama mientras su cuerpo mueve los ojos desordenada dando vueltas alrededor
de su amante. * ¡Sí! Yo. * Entonces se
hace la oscuridad completa. Rebecca empieza a moverse y hace una mueca. Exhala
un grito y se despierta, el sudor de su frente la empapa, se levanta jadeando. La
cicatriz en forma de media luna que flanquea la comisura de su ojo derecho
molesta insidiosa. - ¡Dios! - Se recuesta
colocando sus manos detrás de su cabeza y mira al techo. Alguien golpea en la
puerta. - ¡Condesa! La cena está a punto
de ser servida, en pocos minutos debo llevarla a la mesa. - Justus le comenta
desde la puerta: - ¡Gracias, Justus! Está
bien. - Se sienta en la cama balanceando los pies sobre el suelo. - Dame un poco de tiempo y estaré allí
enseguida. – Exclama complaciente. - Podría ayudarte a ir hasta el comedor. –
Añade el mayordomo y ella suspira profundamente. - ¡No, gracias Justus! Esto es algo que tengo que hacer por mi cuenta.
- Le gimotea en alusión a su restricción de movimientos. – Coge
todo este papeleo y llévalo al estudio, debo informar a Elisabeth después de la
cena. Estaré abajo en breve. - Él recogió la carpeta llena de papeles, sale
cerrando la puerta. Rebecca se levanta y comienza la dura y desalentadora tarea
de caminar hasta el comedor. Al entrar se sienta al lado de Elisabeth. Ella le pregunta.
– ¿Has descansado? - Rebecca piensa
de nuevo en el sueño y en la nebulosidad de su significado. - ¿No tienes hambre? - Elisabeth inquiere al ver que no está
recogiendo la comida en su plato. - No
realmente. - Baja la cabeza. - ¡Rebecca! ¿Hay algo que te preocupa? -
Le pregunta con cautela. - Sigo teniendo
ese sueño y no sé que significa. - Frunce el ceño frotando sus sienes.
Elisabeth piensa que Rebecca todavía está experimentando algunos problemas con
su memoria. - Sueño que Lizette me está
llamando, pero no sé por qué, me quedo en blanco y luego la oscuridad. - Tiembla
mientras habla. - Tal vez te estás esforzando
demasiado en recordar. – Le razona Elisabeth, Rebecca suspira. - No sé qué significa eso y estoy frustrada,
me molesta no saber que pasa. - Confiesa mientras llora. Elisabeth se
esfuerza en explicar la causa. - Has sufrido un fuerte golpe en la cabeza y
has estado inconsciente varios días, sé lo difícil que debe ser y tus
frustraciones se muestran por tu ansiedad. - Ella la consuela racionalmente,
acaricia su brazo sobre la manga de la camisa de Rebecca. - Pero no puedo evitar pensar que algo importante sucedía. – Expresa
en forma de súplica. - Lo recordarás,
pero no te decepciones, vendrá a ti cuando menos te lo esperas. - Su
sonrisa anima a Rebecca. - ¿Vendrá pronto
Tristán? - Rebecca pregunta cambiando de tema. - ¡Sí! Tiene un negocio bancario que atender y espera estar aquí tan
pronto como se concierte tu cita con el doctor americano. Le conté la emocionante noticia. - Rebecca
suspira dejando su tenedor en el plato. -
Le echo de menos a él y a Ann y por supuesto a las chicas. En Zurich hizo su
mejor jugada. - Elisabeth se ríe entre dientes. - No le molesta que Ann sea de allí, lo hace mucho más fácil para él. –
Rebecca da por terminada la cena. - ¡Lizette!
¿Has hablado con ella? - Elisabeth regresa al tema. - ¡Sí! Antes, hoy ha tenido
un desfile y lo más probable es que salga para Bruselas mañana. - Contesta felizmente. - Supongo que regresará antes del fin de
semana. - Rebecca nota seca la garganta y bebe agua. - ¡Sí! La echo de menos. –
Rebecca coloca la copa de
vino ya caliente a un lado, luego se recuesta en la bañera y se relaja con los
ojos cerrados. - ¡Señora! - Una voz
calmante suena a sus espaldas. - ¿Te
gustaría que refrescara tu copa de vino? - Rebecca de repente abre sus ojos.
- ¡Lizette! Bienvenida a casa. - Ella
sonríe y se besan. – Ahora me meto contigo en el agua. – Le
dice mientras se arrodilla al lado de la bañera. -
¡Hummm! – Rebecca hace una mueca burlona
al tiempo que le indica que se incorpore a su lado con el dedo índice.
Lizette Marlow es alta y bien
formada con ojos de color miel, sobre sus hombros cae el cabello castaño claro,
sonrisa atractiva, labios ligeramente curvados, tiene una nariz pequeña y respingona.
- ¿Te he dicho lo mucho que te amo? -
Le pregunta a Rebecca trazando los labios con la punta de su lengua. - ¿Por
qué no me lo muestras? – Le suplica que se acerque y desembarace de su
ropa. Lizette rápidamente se desnuda y se desliza en el agua caliente junto a
ella. Los ojos de Rebecca observan las marcas del bikini. - Parece que Bruselas estuvo soleado. -Lizette miró hacia abajo a
su pecho. - ¡Uh! Sí que mostramos una
colección de bikinis en el paseo por el río, fue un trabajo de todo el día. –
Le dice directamente. - ¡Ya veo! - Le coge el vaso, y lo
deposita de nuevo a un lado de la bañera, se acerca a ella para abrazarla y besarla.
- ¡Hagamos el amor! - Le dice Lizette, casi como una orden, pasando
su lengua entre los labios de Rebecca. Salen de la bañera cayendo en la cama
para vivir una tarde de romance.
Elisabeth está sentada en el
estudio revisando los informes trimestrales de LCL cuando de repente la
interrumpe una voz familiar. - ¡Buenas tardes! - Saluda Tristán desde
la puerta apoyado en el marco. - ¡Tristán!
- Se levanta para acercarse, a mitad de camino y se abrazan. - ¿Ann y las chicas? - Él sonríe. – Con sus padres, estarán con ellos unos
días. - Él toma un vaso y se sirve
un escocés. - Teníamos ganas de veros. – Le comenta y se sienta. - ¿Cómo
está mi hermana pequeña? – Pregunta dando un sorbo y haciendo una mueca. – Tiene buenos y malos días, espero tener
buenas noticias, como te dije por teléfono.- Tristán se sienta con el vaso
medio vacío en el escritorio. - No voy a
bajar la guardia. – Sonríe.
-
¡Hola Tristán! - Oye desde
la puerta de su habitación mientras se endereza la corbata y tira de la solapa
de la chaqueta preparándose para la cena. La voz de una mujer llama desde el
pasillo. Lleva una botella de vino en la mano. - ¿Tristán? - Lizette saluda con un tono ladino. - ¡Lizette! - Él aprieta su garganta con ansiedad. - ¡Hmmm! Una botella. Dime Lizette ¿Es lo
que necesitas? - Exclama con voz ronca. -
¿Y qué puede significar eso? - Ella juega en sus palabras. - ¿Es eso lo que necesitas para perjudicar a
mi hermana? - Señala la botella de vino que lleva en la mano y rápidamente
la mira. - ¡Vete a la mierda Tristan! - Exclama con enojo, él se ríe. - No
desees lo que tu necesitas. - Se acerca cara a cara. Le agarra un mechón de pelo en la mano. - Así que dime. – Habla Tristán. - Mientras estabas fuera, ¿Cuantas marcas has
hecho en la culata? – Ella se pone roja, apretando los dientes con cólera y
se aparta de él. - Amo a tu hermana. -
Ella comienza a alejarse de él. - ¿Qué quieres decir? - Ella continúa caminando
tímida, su mirada cambia a un enfado importante. - Sabes exactamente lo que quiero decir, Rebecca se dará cuenta un día
de que tu nada más la necesitas por su dinero. - Se estremece golpeando con el puño contra la
pared. - ¿Sabes lo que creo? Que eres un
envidioso, triste y amargado. – Le espeta fríamente. - Bueno, no quiero llegar tarde a mi reunión. – Se ajusta una vez más
su corbata y la mira con desprecio. - Dile
a Rebecca que pregunté por ella. - Le
dice dando media vuelta y dejándola de pié en el pasillo. Los ojos de Lizette
siguen su caminar ágil y desenfadado, aprieta la botella de vino con más fuerza
y recapacita sobre lo que él piensa sobre ella, sus extraños deseos de
separarla de Rebecca la abruman. Regresa
a la compañía de su novia. - ¿Dónde has
estado? - Le pregunta levantando los brazos y la mira esperando una respuesta.
- ¡Uh! – Tartamudea al responder. – Me encontré con Tristán por el pasillo.
– Coge dos copas para el vino y las
deposita con la botella sobre la mesilla de noche. - ¡Hmmm! ¿Él está aquí, con Elisabeth? - Lizette se recuesta en la
cama y ella se encara con mirada inquieta. -
Él estaba vestido de traje y se fue a algún lugar, una cita… ¡No sé! – Le
dice besándola y luego se levanta, Rebecca abre la botella de vino y lo sirve en
las copas. - ¡Ven aquí! – Le ordena a
Lizette golpeando con su mano encima de la cama, se acerca ella de nuevo y sus
labios se encuentran en un beso romántico. Rebecca con inquietud se estremece
repentinamente. - Rebecca, ¿Estás bien? -
Lizette pone una mirada de preocupación, ella se agarra y se frota la pierna
con ímpetu. - Sólo un poco de tensión. - Le
comenta algo nerviosa. - ¿Puedo ayudarte? - Ella ofrece a
socorrerla, a masajear el lado de su pierna. - Tengo algunas noticias. - Le cuenta entrecortada. - ¿Noticias? - Lizette pregunta algo sorprendida. - ¡Sí! Hay un nuevo doctor que viene de los
Estados Unidos, un cirujano ortopédico que podría ayudarme. – Rebecca habla
positivamente, Lizette la mira con cautela.
- ¿No crees que los últimos tres no han sido ya demasiado? - Rebecca frunce el ceño. - ¡Lo sé! Pero al menos puedo oírlo, ver si lo que tiene que ofrecer es
lo conveniente para mí. No pasa nada por
escuchar que puede ofrecerme. – Trata de ser positiva, pero siente lo que
es la angustia y los temores de pasar por otra cirugía. - Recuerda que la fisioterapia fue muy dura y difícil para ti. - Le
recuerda. Lizette acaricia un lado de su cara, Rebecca coge su mano y la besa.
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