Una separación necesaria

Una separación necesaria

viernes, 28 de septiembre de 2018

3ª Entrega


Viejas amistades

Correr por Central Park al amanecer resulta muy agradable. Es otoño y el colorido de la vegetación es espectacular. La estación cambia el aspecto de árboles y plantas. Una ligera brisa da frescor al rostro de Rebeca mientras corre, le obliga a  entrecerrar los ojos para evitar ese lagrimeo que provoca el frio. Levanta la frente en busca de alivio del sudor que comienza a cubrir su cuerpo. Esa tensión de frescura, estira la piel de su rostro creando una mueca similar a una sonrisa. Se siente a gusto mientras baja por la senda camino del lago.  Todas las mañanas sale de casa en dirección al parque. Con atuendo deportivo arranca a la carrera cruzando la quinta avenida y entra en Central Park por la calle setenta y nueve. Rodea la laguna pasando cerca de Strawberry fields. Allí cambia de rumbo dirigiendo sus pasos hacia Bethesda Fountain por el camino cercano a la orilla.  Contornea el lago por el laberinto de sendas que lo rodean para volver a Strawberry fields. Repite el circuito anterior hasta llegar cerca de la puerta de la calle setenta y dos. Ahí gira a su izquierda por un camino que discurre entre la valla de la quinta Avenida y  la pequeña laguna que sirve a los modelistas para navegar sus barquitos. Llega de nuevo a la puerta de la salida de la calle setenta y nueve y regresa a su apartamento.
Después de cada carrera se da un baño relajante. Es lo mejor para afrontar el día. A su memoria retornan las escenas en las que, ella y Marlene hacían gimnasia la una al lado de la otra. Para acabar haciéndose masajes corporales mutuos de recuperación. - ¡Qué felicidad!-

Se ha propuesto no disponer de una agenda que le marque lo que debe hacer cada jornada, pero al cabo de un tiempo ya está inmersa en una rutina, que si bien no es estricta, si proporciona algo de orden en el ciclo diario. Parte de su tiempo lo emplea en la lectura, en Alemán o Inglés, según le apetezca elige algo de la amplia biblioteca del salón. Casi a diario sale a la compra. Ha aprendido a cocinar, sin alardes, y se satisface al comprobar el buen resultado de sus cocimientos.  Por las tardes se va a curiosear por las tiendas de moda en los alrededores. Caminando por la quinta Avenida, un día llega al pie del Empire State. Se sienta en un banco y contempla el edificio recordando con nostalgia las sesiones de cine junto a Marlene. “Algo para recordar” con Cary Grant y Deborah Kerr. – Que hermosa historia de amor.- La vieron juntas en la Orangerie donde Rebeca tenía su apartamento en el castillo de la familia Lahnstein. Recuerda que ambas lagrimearon con las escenas más tiernas de la película. No es éste el único lugar para la nostalgia, en realidad cualquier circunstancia, detalle o fábula puede sugerir un recuerdo. Las prolongadas tardes de lectura, sentada a lado de la ventana frente a Central Park, dan rienda suelta a su imaginación, cualquier frase  hace que recupere escenas de sus recuerdos. Lee y lee páginas enteras a veces sin darse cuenta del contenido con el pensamiento en Marlene. Su comprensión ha sido invadida por esa rubia de ojos azules que le tiene encandilada la memoria.

Algo que no es capaz de dejar es la moda, adquiere las revistas más exclusivas, que devora con la vista para mantenerse al día en las novedades de la alta costura. Son los únicos ratos que comparte su pensamiento con algo más que Marlene.
Comienza a visitar galerías, desfiles de modelos e inicia contactos con modistos y modistas, intermediarios y galeristas. Viejas amistades de la época de aprendizaje en la escuela de diseño. Un día se presenta inesperada en la puerta de la tienda de la calle Stanton, entra y comienza a explorar la ropa expuesta para la venta. La gerente reconoce al instante su presencia dándole una bienvenida efusiva. Le presenta al resto de las dependientes y costureras.
En estado anímico de satisfacción regresa al apartamento y decide que poco a poco se debe ir incorporando a la tarea de la moda. Al lado de sus empleadas podrá ponerse al día en  asuntos relacionados con el mercado textil, aunque no tome parte activa en el movimiento del negocio, su presencia allí le da cierta sensación de estar ocupada.



Han pasado varias semanas desde que llegó a New York. Ya se encuentra con energía suficiente para emprender algún proyecto. Aunque ha pasado las Navidades en soledad, el nuevo año marca un comienzo diferente, siente que está  recuperando la inventiva perdida. De vez en cuando dibuja modelos y patrones en esa libreta de grandes dimensiones que ya ha regresado como su compañera permanente. La energía de los tiempos pasados va reapareciendo a pequeñas dosis. Aquel ardor que la hizo tan creativa va aumentando de intensidad. A pesar de llenar su tiempo de nuevo con su inventiva y la gestión de la tienda, no puede evitar, que al volver al apartamento de la calle setenta y ocho, encuentre la más absoluta soledad y una gran añoranza por Marlene.
Cierto día  que se encuentra visitando una firma de moda en la que hay un desfile de modelos de un modisto local, reconoce, entre las modelos que exhiben los trajes, a su antigua amiga Juliette, quien hace varios pases con distintos vestidos. Es en el pase final cuando ésta se percata de la presencia de Rebecca. Abre los ojos con una sonrisa espectacular y la saluda agitando su mano derecha. Le hace una señal para que la espere. Al poco rato aparece por la puerta detrás del escenario.  Expectante, espera a que Rebecca levante la mirada. La recibe con una amplia sonrisa de alegría contenida. Entre sorprendidas y cierta complacencia se abrazan con afecto. Siempre es una alegría encontrarse de nuevo con una persona conocida y en otros tiempos muy querida. Juliette no solo fue una gran amiga, también fueron amantes en la primera época que Rebecca estuvo en New York. No se volvieron hablar después que metiera la pata publicando una fotografía de Marlene y Rebecca durmiendo juntas en un sofá. La portada de la revista se preguntaba si la protagonista de Lilly Rose, Marlene, era lesbiana. El enfado de Rebeca con Juliette fue monumental. Le dijo que no quería volver a verla. Sin embargo, ha pasado mucho tiempo y aquello está olvidado. - ¿Cómo te vá? – Pregunta la modista. – Muy bien. Bueno, según se mire. Trabajo muchísimo.- Le responde la modelo. – A ti no te pregunto. No he dejado de seguir tus progresos. Tu fama ha llegado hasta S. Francisco.- Juliette sigue trabajando de modelo. Alguna vez Rebecca la ha visto fotografiada en revistas de moda. Es muy buena profesional y se cuida. Sabe que eso un día se acabará y trata de que suceda lo más tarde posible. - ¿Qué te trae por aquí?- Le pregunta Rebecca. – ¡Trabajo!- La llegada de su amiga coincide con un momento importante para Rebecca. Está ultimando la colección para la temporada de Verano que ha diseñado durante el invierno, y que ha de tener lista en cuatro días. - Por eso estoy aquí, para lucir tus modelos. Cuando la agencia me lo comunicó, no me lo podía creer. Volvemos a trabajar juntas como antaño. – Rebecca pone cara de ironía.   - ¿No lo habrás provocado tú?- Le dice Rebeca, recordando viejas prácticas de Juliette para estar junto a ella. – No, no, te lo juro. Esta vez ni me enteré de tu desfile hasta que la agencia me dijo que debía venirme a New York. He llegado esta mañana sin tiempo para avisarte. ¡Y aquí estoy! -
Rebeca muestra su satisfacción porque gran parte del trabajo, que exige instruir a una modelo antes de un pase, está hecho. Juliette es una profesional veterana y conoce perfectamente sus exigencias, que a veces lindan con la paranoia. El presunto ahorro de energías que supone, relaja mucho a Rebecca. Lo mismo que de distracción de su melancolía, estar entretenida le ayuda a pasar mejor el tiempo.

En estos días, cada tarde al terminar la jornada de trabajo, las dos amigas salen a cenar, pasear y lo que surja como diversión. Largas charlas sobre el pasado y los proyectos que cada una tiene en mente. Se divierten en el teatro, musicales o se van a bailar. Una noche al salir de una discoteca Juliette tienta a Rebecca. Desea volver a intimar con ella, como hace años. Siente todavía algo especial por ella y su corazón le pide una distancia más cercana a la que mantienen en la actualidad.
Con timidez coge la mano de Rebecca cruzando los dedos de ambas. El pensamiento de Rebeca está en ese momento en “No Limits” en Düsseldorf, cuando bailaba con Marlene. Pero se recupera a la realidad al ver que quien le da la mano no es ella. Con cierta vehemencia suelta la mano de su amiga. Juliette capta el mensaje.  “¡Amigas y nada más!”

Falta solo un día para el desfile de los  modelos que ha diseñado Rebecca en su tienda. Han trabajado duro para poner a punto todos los detalles del evento, después el consabido reposo. Durante un relajado paseo, Juliette decide  interesarse de forma más profunda sobre la vida afectiva de Rebecca. Hasta ese momento, y por lo sucedido con el intento de tomarle la mano, no se ha atrevido a ello. - ¿Qué quieres saber? ¿Si tengo compañía? A estas horas deberías saberlo. ¡Estoy sola! Y quiero seguir así. – Juliette está muy intrigada. – Pero ¿Porqué? Eres una persona encantadora, inteligente y triunfadora ¿Por qué esta soledad? – La modelo está confusa. Sabe que ella y Marlene se separaron, desconoce los motivos. Estima que Rebeca puede relacionarse con quien quiera. – ¡No tengo porqué darte explicaciones! ¡Quiero estar sola y nada más! – Rebeca se detiene. Con cierto afecto le dice a su amiga que no insista. – Es mi decisión. He decidido vivir inmersa en el trabajo. Es la única forma en la que sé que puedo vivir. Es lo único que me llena la vida, y no del todo.- Juliette calla pero en su pensamiento cree saber la causa, Marlene. Rebecca debe seguir enamorada y no la puede olvidar.

El pase de moda de la colección de Rebecca, donde Juliette se mostró exuberante, es todo un éxito. La celebración posterior es una felicitación continua, llena de anécdotas y simpatía. Rebecca se siente feliz por el éxito alcanzado y por escuchar de la crítica que era la revelación alemana de la nueva moda en Nueva York. La celebración duró hasta bien entrada la madrugada. Rebecca se retira a su apartamento con la nostalgia de no poder compartir el triunfo con el amor de su vida y pensando en ella se duerme plácida.
Al día siguiente Rebecca y Juliette se han citado para el almuerzo en un restaurante cercano, y celebrar el éxito juntas. La modelo ha mostrado su mejor versión durante el pase. Actuación que Rebecca desea felicitar y agradecer de forma muy personal.  – Ayer estuviste espléndida en el desfile. Me ha alegrado mucho tenerte cerca de nuevo. Tu compañía ha sido lo mejor de estas últimas semanas. – Juliette le responde.  – Lo sé. – Ella insiste en la intimidad de los sentimientos de su amiga.  - ¡No entiendo! ¡Sabes que todavía tengo sentimientos por ti! Y no pierdo la esperanza de conseguirte algún día. – Rebeca levanta la vista algo molesta. - Pero yo no te quiero nada más que como amiga. Fue muy bonito lo que tuvimos en el pasado. Pero no puedo quererte como te mereces.- Rebecca no quiere herir los sentimientos de su amiga. - ¿Es por Marlene? ¿Verdad? ¿Todavía sigues enamorada?- Responde con sinceridad.   ¡Sí! No quiero volver a defraudarla. Espero que algún día volvamos a ser la pareja enamorada y feliz que fuimos en Düsseldorf. – Juliette se muestra resignada. -¡Te entiendo! Yo también te esperaba, pero creo que no volverás.- Expresa lacónicamente Juliette.  – Mis sentimientos por ti siguen la senda de la amistad. Te necesito, pero solo como amiga. Ir más lejos supondría, más tarde o más temprano, exponernos al fracaso, y te perdería incluso como amiga. -

Rebecca aprecia los sentimientos de su amiga, pero en su conciencia se ha instalado un principio que está dispuesto a respetar, aunque ello le lleve a la soledad más absoluta, la fidelidad a sus propios sentimientos de amor por Marlene, nadie entrará en su vida si no es ella.




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