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Asentada en la ciudad de los rascacielos.
Poco tiempo después de que Marlene
regresara a Los Angeles, volvieron a acontecer circunstancias difíciles, nada
extraño en la familia Lahnstein, siempre dando espectáculo con sus escándalos. Aquellos sucesos fueron una de las causas del tormento y tristeza para Rebecca. Sin su amor y acosada por
todas partes, se hundió en una
gran pena que casi acaba con ella.
En esta noche de su arribada a New york,
mientras contempla el cielo a través del cristal de las ventanas y sentada en el
diván de su apartamento, evoca también la primera vez que, después de la
fallida boda de Marlene con Tristán, le propuso escapar a New York. Tras los
conflictos familiares que se generaron y las profundas heridas emocionales producidas en
su hermano, motivaron durante un tiempo que Tristán persiguiera a Marlene tratando de
vengarse de lo que él consideraba un agravio a su persona producido al pié del altar. A ello se añadieron los
problemas profesionales de Rebecca en
esas fechas. Había dimitido de la LCL. “Nunca
debí regresar a la LCL. ¡Nada de lo sucedido habría pasado!” Piensa que aquella primera oportunidad, era el
momento oportuno. “No debí aceptarlo y
ahora seríamos felices. Ella no habría perdido la voz. Y yo no me hubiese comportado
como una auténtica estúpida egocéntrica vanidosa y egoísta.”
Rebecca se incorpora, reflexiona sobre ese pasado, camina
hacia el ventanal desde donde contempla Central Park. Esta noche lo único que perciben sus ojos son
las luces de los edificios del otro lado, la Central Park West Ave en el Upper West Side. Las pocas farolas del inmenso
jardín neoyorquino dejan entrever algunas de las sendas, el contorno del lago
frente a su ventana, y el Teatro Delacorte. “Echo
de menos correr por las mañanas. Aquí lo haré, como muchos vecinos del barrio.”
Piensa, al tiempo que da un sorbo a la
bebida. “Tengo que poner un orden nuevo a
mi vida.” Vuelve a reflexionar. Rebecca se sienta y busca su teléfono móvil en el interior del bolso.
Hojea los contactos hasta que encuentra el número de Marlene. Mira su foto desesperada por llamarla y escuchar
el dulce sonido de su voz. Tiembla por dentro, se le pone un nudo en la boca
del estómago y respira con profundidad. - ¡Cuánto te echo de menos!- Hace una ligera pausa y vuelve a inspirar a fondo.
- ¡No ha sido fácil! Defender nuestro
amor no ha sido fácil. Todo pudimos superarlo por la fuerza del cariño y el
deseo de estar unidas… ¡No puedo soportar estar sin ti! Echo de menos tus
caricias, tu mirada de ternura, los momentos que con devoción nos dedicábamos,
esos besos robados a escondidas en cualquier rincón…- Cierra el teléfono y
regresa al ventanal.
Marlene ha marcado una época muy importante
en la vida sentimental de Rebecca. No solo el amor que le profesa es grande. Es
fuerte. Las penalidades sufridas, antes y después de entregarse, le dieron una pujanza
inquebrantable. Fue una relación firme, en la que el romanticismo y la pasión se
transformaron en una necesidad natural de estar juntas, como el respirar. Rebecca percibe el revoloteo incontrolable
de su corazón, Marlene, la boda, sus problemas familiares. Se sienta de nuevo
en el sofá tirando de las rodillas bajo la barbilla. Cierra los ojos y se
relaja sobre los almohadones del diván. Pensamientos nebulosos asaltan su
mente, rememora el juego botella, su
corazón late con fuerza al recordar el beso que compartieron, un beso que
significó para Rebecca percibir cual era el verdadero sentimiento de Marlene. Se
toca los labios con los dedos en una sonrisa. - Siempre podré recordar esos momentos.-
Un imperdonable error de Rebeca rompió con
todo al dejarse llevar por las adulaciones, las lisonjas, su dedicación casi
obsesiva al trabajo y no ver claro que
se estaba transportando al púlpito de la vanidad. Todo ello la condujo al
barranco de la decepción, al fracaso y ser abandonada por Marlene. Marlene regresó a Los Ángeles hace ya tiempo, había estado en Düsseldorf diez
meses después de la ruptura. No ha vuelto a tener noticias suyas desde entonces y la invade el terror de no volver a verla. En el tiempo consecutivo a
su segunda partida, desolada por haberla perdido de nuevo, Rebecca se entregó en
cuerpo y alma a su labor creativa. Trabajaba de noche y de día hasta que, víctima
del cansancio llegó al agotamiento, cayendo en una gran apatía que le hizo perder
la ilusión. La intensa actividad la
había agotado completamente. La creatividad la abandonó y todavía permanece ausente.
Lleva tiempo desconectada del mundo de la moda. Falta ese apremio personal que
la encamine de nuevo al señorío creador que la distinguía. Toda su capacidad
imaginativa e inventora en el diseño era algo más que un trabajo, era su forma
de vida. La absorbía en gran manera tiempo y energías. Ahora su mente está en
blanco para las telas, los patrones y las costuras.
Desde que Marlene se marchó de su lado, no
duerme a gusto, vive intranquila y algunas noches llora desesperada. La
medicación le ayuda pero no es la solución, necesita desprenderse de ella, es
uno de los motivos por los que ha huido de su casa. Su familia ha dejado de
importarle y las relaciones sociales las ha desechado. Su amigo Ricardo, siempre
interesado en su estado emocional no la perdía de vista. Olly y Cristhian
observaban con preocupación sus pasos, sus gestos y comportamiento. Apreciaban que con el paso del tiempo lejos de
mejorar, su estado de ánimo empeoraba. Tristán, su hermano, le recordaba a Marlene, siempre
con algún comentario insidioso y sus sarcasmos. Sebastián estaba alejado
siempre, se justificaba en sus ocupaciones, Tania exigente y dura como es ella
y su hermana Helena, que regresó, no era ningún consuelo.
Rebeca vive en soledad emocional aislada
del mundo que la rodea. Nada satisface su interior melancólico deseoso de su
amada Marlene. Su corazón y su cabeza solo se ocupan de ella, nada más atrae su
atención.
Decidió marcharse de Düsseldorf y dejarlo
todo, después que estallara el ambiente en la Lahnstein Corp. Los unos y los
otros, todos familia, se tiraban los trastos a la cabeza. Estas luchas
intestinas se desarrollaban ante la
impasible actitud de Rebeca, no le importaba nada lo que estaba sucediendo. Contemplaba
aquellas disputas con estupor. Cada cual buscaba el beneficio propio, sin
importarle la situación de la empresa familiar.
Juzgó que no había arreglo para aquella situación y decidió que lo mejor era desaparecer
un tiempo, evaporarse de allí, ya no lo soportaba más. Huir a un lugar
donde hallar tranquilidad, que nada
enturbiara su vida y su nostalgia era lo más razonable. Necesitaba salir, irse muy lejos de las
presiones que soportaba a diario con su presencia en Düsseldorf.
Mientras contempla la noche neoyorquina a
través de la ventana, sigue recordando las dos veces que en el pasado decidió
hacer lo mismo. Ahora está arrepentida de no haberlo llevado a cabo.
En el presente, de pié ante la ventana de su
apartamento de la ciudad de New York, piensa
que podrá encontrar esa vida nueva que la permita crecer siendo ella misma. Vida
que ideó sola. Pero la mejor de todas sus ilusiones sería vivirla en compañía
de Marlene. Todos los proyectos que organizó con ella antes del desastre,
permanecen frescos en su memoria. “Algún
día los haré realidad. Será mi homenaje a la única persona que amo.”
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