Te quiero. Pero no a mi lado.
Pasan unas dos semanas antes de que las recién casadas,
Carmen y Paloma, den señales de vida. Al regresar de su luna de miel se han
dedicado a poner las rutinas de su nueva vida matrimonial en orden. Al tiempo
van contactando con sus amistades, entre las que, obviamente está Marian.
Una tarde mientras se acicala esperando a Laura suena el
teléfono, descuelga al ver quien llama.
- ¡Carmen! ¡Que
sorpresa! ¿Ya habéis vuelto?- Responde con preguntas.
- ¡Sí! Ya llevamos
aquí unos días. Teníamos muchas cosas pendientes y no hemos tenido tiempo de
hacer otra cosa que ordenar la casa, hacer papeles. Pero ya hemos acabado.- Le
cuenta de una tacada. - ¿Tienes algo que
hacer esta tarde?-
- ¡Bueno
he quedado! ¿Por qué?- Pregunta intrigada.
– Para
vernos. Tenemos mucho que contarte. ¿Te apetece?- El comentario
despierta curiosidad en Marian.
– ¡Sí que me
apetece…! Te llamo en un rato.- Cuelga y llama a Laura. No le responde. Le
extraña y vuelve a marcar, sigue sin responder. Decide esperar unos minutos
mientras termina de arreglarse. Laura en
ese momento está aparcando cerca del domicilio de Marian. Sale del coche y
ahora es ella quien la llama. Marian descuelga.
- ¿Dónde estás?
– Pregunta con intranquilidad.
-
Delante de tu casa, acabo de llegar.- Responde extrañada Laura.
– Bajo ahora mismo.
- Marian cuelga, coge el bolso y sale a toda prisa. Se encuentra con Laura
en la puerta de la cafetería de Raúl. Se besan en la mejilla fraternalmente.
- ¡Dime! ¿Qué
pasa?- Pregunta intrigada.
- ¡Vamos, tomemos
un café! - Le dice algo inquieta. Entran en el local de Raúl y piden sendos
cafés con leche. Toman asiento en una mesa. Marian sacia la curiosidad de
Laura.
– ¡Verás! Acabo de
hablar con mi amiga Carmen. Ella y Paloma han vuelto de su luna de miel. ¿Te
acuerdas la noche que nos encontramos y me asaltaste en aquel cuarto de baño?- Laura
asiente. – Ese día se habían casado. Lo
estábamos celebrando. No las he vuelto a ver desde entonces. Carmen es una gran
amiga desde que éramos niñas. Por más que no me he acordado de ella desde que
estoy contigo. Necesito hablarte de ellas…-
Poco a poco Marian le va narrando la historia de su
infancia, el descubrimiento con Carmen y todos los sucesos acaecidos con los
padres de ambas. Cómo se volvieron a encontrar. La amistad que las une y lo
contenta que está porque ella ha encontrado el amor de su vida en Paloma, su
esposa.
Le relata que al reencontrarse descubrió a una Carmen madura,
nada que recordara a aquella joven flaca casi sin pecho ni caderas. Carmen había crecido lo suficiente para
presentar un físico hermoso y un rostro más bello de lo que ella recordaba. Le
explica que durante semanas no hicieron otra cosa que hablar del pasado, de
cómo les había ido en la Universidad y en el trabajo.
– Esta tarde me ha
llamado y quiere que nos veamos. Tiene mucho que contarme.- Por fin
respira.
- ¡Vaya!
Por fin sé algo más de ti. Eso que me has contado de tus padres es muy duro.
Deberíamos hablar de ello más despacio. Necesito saber de tu vida. ¡Bueno! ¿Y
qué vamos a hacer?- Pregunta curiosa.
- Quiero
que vengas conmigo, me gustaría que las conocieras. Te aseguro que vas a estar
muy a gusto a su lado. - Marian mira con recelo a Laura que parece dudar en la
respuesta.
- ¡Cariño…! No sé.
¿Quién sería yo, según tú? ¿Una amiga o tu novia?-
- Lo que tú desees.
No voy forzar la situación. Ya lo sabes. Tú decides.- Laura piensa por un
momento.
No
existe un manual mágico para comenzar a salir del armario. Hay que ser
consciente de que es un proceso que se repetirá en infinidad de ocasiones.
Armarios hay muchos y motivos para no salir de ellos más; pero no se puede olvidar,
que al no hacerlo se aleja uno de los que te rodean y puede cambiar a una
persona alegre y abierta en alguien distante y aislada.
- ¡Está bien! Tengo
claro que he vencer mis miedos. Voy a dar un paso, pero necesito tener la
certeza de que nadie más lo sabrá. Soy tu novia y habrá que empezar a decirlo
por algún sitio. Si tus amigas son de confianza. ¡Novia! - A Marian se le ilumina la cara.
- ¿De verdad
cariño? ¿Estás decidida a dar este paso?- Marian no acaba de creerlo.
– Eso he dicho.
Pienso mucho las cosas antes de dar un paso. Llevo días dándole vueltas a mi
cabeza de cómo enfrentarme a ello, ésta parece una buena oportunidad para dar
un primer paso. Cuando decido mirar hacia adelante lo hago sin dudas. Supongo
que contarlo en ambiente desconocido pero fiable, puede estar bien. - Le
dice con solemnidad. Marian la abraza y besa su mejilla como si fuesen sus
labios.
Salir
del armario, quizá sea una de las decisiones más complicadas y a la vez más
satisfactorias de la vida de todo homosexual. Vivir fingiendo ser otra persona
y sintiendo miedo a ser rechazado por ser una misma, en ocasiones, puede
convertirse en algo muy angustioso que puede generar un constante estado de
alerta. A la vez que de forma inconsciente se construye un muro para no ser
lastimada, muro que igual que nos protege de las flechas, también nos distancia
de los besos. Laura adolece de tener ya un muro, levantado hace tiempo, para
proteger su intimidad de agresiones externas, siempre se ha sentido protegida
tras esa coraza de aparente personalidad recia e inquebrantable. Ahora tiene ya
creada una nueva defensa donde proteger esa posibilidad de reconocerse
homosexual. Pero comienza a ver claro que debe reconocerse como tal y salir del
armario comienza a inquietarla. Acaba de encontrar un lugar seguro donde poder
hacerlo sin riesgos de que otros puedan inmiscuirse en su intimidad y espera
que la fortuna le acompañe.
– No
te arrepentirás, vida mía.- Marian le susurra al oído, coge el móvil y marca el
número de Carmen. Es Paloma quien contesta. Habla con ella un instante.
-
Quedamos en su casa, Carmen está en la ducha. En lo que llegamos estarán
listas.-
Se meten en el coche y parten rumbo a la
Plaza del Comercio.
Paloma y Carmen las esperan en la calle.
Laura aparca el vehículo. Marian presenta a Laura a sus amigas sin decir nada
de su relación. Han hablado que sea ella quien se reconozca como su novia. Las
recién casadas ya han decidido donde ir y se encaminan hacia el Pub cercano,
regentado por unos amigos de Paloma. Durante el paseo Carmen habla con Marian
de las cosas comunes, van haciendo risas. Paloma y Laura caminan una al lado de
la otra.
– Me
ha dicho Marian que estáis casadas.- Comenta Laura a modo de interés.
– ¡Sí!- Responde Paloma con cierta
seriedad.
– También
me ha dicho que Carmen es amiga de toda la vida.-
- ¡Es cierto!
Han pasado mucho.- Le
comenta a modo de aclaración.
- ¡Lo sé! Me lo
ha contado. Debe ser una gran persona. Marian parece que le tiene mucho
cariño.- Expone
Laura sin intención.
– ¡Lo es! Me he casado con ella por eso. Y
tú ¿Qué relación tienes con Marian?- Laura se siente atrapada por la
pregunta. Lo primero que piensa es decirle que es su novia, pero duda.
– Somos
compañeras de trabajo, y somos muy buenas amigas. - Responde huyendo de la
verdad, un poco sonrojada y con una sonrisa forzada. Paloma la mira y hace un gesto de
contrariedad, algo le dice que esa respuesta es obligada, no hace ningún
comentario, pero la mira con intriga. Caminan hasta el Pub de Guillermo y Pablo
que reciben al matrimonio con abrazos y felicitaciones.
- ¿No
fue aquí donde nos besamos por segunda vez? – Pregunta Laura en voz baja al
oído de Marian. Ella le sonríe con cara de felicidad.
- ¡Sí!
En ese servicio. – Le responde señalando con el dedo. Ambas se ríen con
regocijo.
Durante un rato las recién casadas saludan
a conocidos y algunas amistades allí presentes. Casi parece un acto de
protocolo social. Paloma y Carmen saludan, hablan y reciben enhorabuenas
continuas. Por fin se sientan en compañía de Marian y Laura. Carmen está feliz,
se le ve en la expresión, Paloma parece algo más seria, pero no deja de
traslucir cierto contento de la mano de su esposa. La conversación circula por las cosas que les
han sucedido en el viaje de luna de miel, lo narran con todo lujo de detalles.
Más tarde pasan a hablar del trabajo, la política, la ciudad, y temas de lo más
trivial, hasta que en un momento dado Carmen, algo intrigada, le pregunta a Marian
sobre ella y su acompañante.
- ¿Así
que sois compañeras de trabajo?- Pregunta con inocencia.
- ¡Sí!
– Responde Laura atropellada.
- ¿Seguro
que nada más?- Laura no sabe que decir. Regresa la duda. No sabe cómo
decirle a una desconocida que ama a Marian y que es su novia.
- ¡Bueno! ¡No sé! Es difícil explicarlo…-
- ¡Que te gusta
Marian! Se nota a la legua.- Paloma ejerce de adivina.
-
¿Queeé?- Brama una sorprendida Laura.
– He visto como
la miras, son cosas que no sabemos esconder cuando estamos enamoradas. No debes
sorprenderte ella te mira igual.- Laura no sale de su asombro. De repente
Paloma llama la atención de Marian.
- ¡Marian!
Laura dice que sois compañeras de trabajo. ¿Es cierto?- Marian se gira
hacia ella sorprendida de lo extraño de la pregunta.
- ¡Sí!
Es cierto.- Expresa dubitativa.
– Es raro porque
me ha parecido ver que os coméis con los ojos.- Laura se queda petrificada, balbucea algo
incomprensible y mira hacia otro lado, como enfadada. Carmen mira con sorpresa
a Marian que a su vez ojea preocupada a su novia. Antes de decir nada se acerca
a ella para susurrarle al oído.
–
Tranquila cariño, a Paloma le gusta jugar. Siempre puedes tomártelo a broma.- Acto
seguido mira a Paloma con severidad.
-
¡Vale, vale! Lo pillo. Y lo siento, no quería molestar.- Se disculpa
Paloma. Laura baja la cabeza y mira al suelo, respira y levanta la mirada.
- ¡Está
bien! No tienes que disculparte. Soy yo quien tiene los problemas…- Marian
la interrumpe, se acerca a su oído.
– No
tienes que decir nada. Otro día. - Carmen muestra curiosidad.
– ¿Es
que hay algún problema? ¿Qué te ocurre?
¿Podemos ayudarte?- Le dice a una Laura temblorosa.
- ¡No! No es
necesario. - Responde,
toma aire y habla. – ¡Está bien! Es la
primera vez que lo voy a decir y estoy algo nerviosa... Marian y yo estamos…
enamoradas, solo es que me cuesta decirlo, admitirlo y adaptarme a estar en
compañía de una mujer. Me muero de vergüenza, no sé… ¡Me cuesta superarlo! Solo
es eso. - Laura respira hondo.
Marian la abraza.
-
¡Muy bien, amor mío! Te quiero.- Le susurra al oído. A Laura se le escapa
una lágrima por la tensión, Marian le responde de forma positivista. Ha
superado ese primer paso, tenía pánico a realizar una confesión de algo tan
íntimo y comprometido. No es fácil salir del armario y tampoco hace que los
problemas se solucionen de forma instantánea. A la larga las cosas pueden ser
mejores y al hacerlo con personas que se espera comprendan la situación, la
tarea resulta algo más fácil de armar y de expresar. Para ella las amigas de
Marian aún son unas desconocidas, pero confía en su novia.
- ¿Te
da vergüenza decir que eres gay? – Pregunta Carmen con curiosidad.
- ¡Sí! Me da
mucha vergüenza. Tengo miedo a las críticas, al qué dirán, mi familia, el
trabajo… Esto nunca me había pasado. Es la primera vez que me enamoro de
verdad… y de una mujer. – En ese momento Carmen y
Paloma se miran con incertidumbre.
- ¿Por
qué? Hoy en día no debe ser un problema, a menos que no lo aceptes. – Le
responde Carmen con seguridad.
– Ese
es mi problema, no me considero homosexual, solo me he enamorado de Marian sin
percibirlo. Estoy en un mar de dudas y asustada con este sentimiento. Me
horrorizan las opiniones ajenas y todavía me avergüenza el que me vean con una
chica como pareja. Pero creedme, quiero a Marian con todo mi corazón. –
Laura se explica con cierto nerviosismo.
- ¡Te
creemos! Pero debes dejar de pensar de esa manera, no es saludable. Sabemos lo
difícil que es salir del armario. Enfrentarse a la selva que es la sociedad,
cuesta. Pero insisto debes alejar esos pensamientos de ti. – Le dice Paloma
con cierto candor.
– Lo
que opinen los demás es solo eso, opiniones, opiniones diferentes a las tuyas.
Es el contraste, si todos opináramos lo mismo, esto sería un aburrimiento de
sociedad. Tómalo como lo que es, una opinión diferente a la tuya. – Carmen
argumenta con sobriedad.
– Quien
te critique solo está diciendo que es alguien que no está preparado para asumir
tu personalidad. – Marian ratifica con aplomo el argumento anterior.
– Tu
ama a Marian como lo estás haciendo, de esa manera tan bonita que has dicho. Si
alguien se molesta por ello, es porque ha decidido molestarse. En una palabra,
es su problema, no el tuyo. – Paloma habla con sabiduría mirando fijamente
a los ojos de Laura que acepta el argumento como bueno.
– Nunca
me he cuestionado mi sexualidad, siempre he creído que era hetero, no necesité
hacerlo, no tenía dudas porque nunca se me presentaron como ahora. -
- La
sexualidad forma parte de nuestra identidad como personas y es muy importante
definirla. Mientras no te la cuestionas, es difícil entender la importancia que
puede llegar a tener, y debes tener la certeza que forma parte importante de tu
propia realidad. – Paloma ilustra el pensamiento de Laura que escucha con
atención sus palabras.
- Si de
verdad te enamoras, lo haces de una persona, de sus cualidades y sus
atractivos. Ella hace que te sientas bien a su lado. El que sea hombre o mujer,
llega a ser un aspecto secundario. Si ese amor hace que vivas en paz a su lado
y, que cuando te emociona, notas que es de felicidad. Entonces, estás en el
camino del amor verdadero. – Laura se estremece inquieta ante la reflexión
de Paloma, que despliega toda su inteligencia hacia ella. – La sexualidad es una parte de tu ser, no una
razón de existir. También nos define en cómo nos relacionamos con el resto de
la sociedad que nos rodea. Pero insisto, debes sentirte a gusto al lado de la
persona que amas, al lado de Marian. Es una mujer, ¡Sí!, pero es la persona de
la que te has enamorado y eso es lo bonito.-
En todo momento Marian no se separa de
Laura, cree que necesita sentir su apoyo y que esté a su lado en un momento tan
delicado. Sus manos entrelazadas, una suave caricia de sus dedos serenan el
ánimo de Laura. No necesita preguntarle, mira a sus ojos y a su sonrisa para
entender. Confesar públicamente su amor por Marian pensaba que le sería muy
costoso. Ahora Laura se siente algo más relajada, ni por un momento se sueltan
de la mano. La conversación ha tomado un sentido que a Laura le resulta
reconfortante al percibir cierto apoyo emocional.
– La
homosexualidad no es signo e infelicidad. Ser lesbiana no implica que una
persona sea alguien llena de conflictos internos o externos, que sufre y que
puede llevar a terminar su vida de forma dramática. Eso solo ocurre en las
películas y en las noticias. La normalidad es la que está oculta a ojos
públicos, la mayoría de las parejas homosexuales, y somos muchas más de las que
puedas imaginar, viven sus vidas cómodamente, sin las trabas que tanto se
publican por ahí. - Paloma remata su
discurso quitando dramatismo a los pensamientos de Laura, que de pronto se
siente acogida en forma agradable por las que ya considera sus amigas.
La tarde termina entre risitas y pasándolo
bien. Cuando las cuatro salen del Pub, Carmen las invita a la última copa en su
casa. Allí se dirigen las cuatro abrazadas por parejas formales. Entran en la
casa, Laura pide un refresco, dice que tiene que conducir y quiere dejar a
Marian en su domicilio, sana y salva, y ella también. Un rato de charla y en un
momento dado desaparecen Carmen al baño y Paloma a ponerse algo más cómodo. Al
verse a solas Laura se acerca a Marian y la besa con toda la dulzura que le es
posible.
- ¡Gracias!
Ha estado perfecto, me siento bien. -
- Has sido muy
valiente. ¿No ha sido tan difícil, verdad? Por eso te quiero.- Repiten el beso esta vez con
intensidad. Ensimismadas besándose no se percatan de la presencia de Carmen que
regresa del baño. Se oculta detrás de la puerta y las observa con una sonrisa.
Por el pasillo aparece Paloma atándose el cordón del pantalón. Carmen le hace
señas para que no haga ruido y se acerque a observar. Ambas ríen en silencio,
se vuelven a esconder y Paloma finge que tose. La reacción inmediata de Laura
es separarse bruscamente y mirar para otro lado, Marian se queda con mirada de
espanto. El matrimonio entra en el salón medio sonriendo.
– Veo
que habéis aprovechado el rato.- Dice Carmen riendo de buena gana.
- ¿Por
qué lo dices? – Pregunta Marian.
– No, por nada.
¿Os ha sentado bien el beso?- Laura se pone roja de vergüenza y se tapa la boca, mira a
Marian que tiene repartido todo el carmín alrededor de los labios e
inmediatamente suelta una carcajada. Marian no entiende el motivo, Laura se
quita la mano del rostro y entonces entiende lo que pasa. Todas se ríen sin
tino.
En su despacho el gerente está liquidando
unos papeles con Marina. Cuando terminan, la directora se va a sus ocupaciones.
Un poco a escondidas llama a la puerta Adela, la administrativa.
- ¿Da
su permiso Don Fernando?- Pregunta con voz aniñada, empequeñecida.
Mostrando el carácter retorcido del que es portadora.
– Pase, pase
Adela. ¿Qué la trae por aquí?- Pregunta el gerente con ese tono de voz de la prepotencia
estúpida.
– El caso es que
quiero comentarle algo, que ya se sabe, pero…- Es interrumpida con soez pronunciamiento de
su jefe.
- Si se sabe.
¿Qué coños quieres ahora?- Le espeta casi escupiendo en su cara. Adela pone la mano
delante de su rostro a modo de escudo contra los perdigones que le salen de la
boca.
– Sabe
usted que las señoritas Marian y Laura tuvieron a bien hacer algo pecaminoso
después de la cena de la empresa. –
- ¡Sí!
Y ¿Qué pasa?- Pregunta casi
gritando.
– Pues
que lo han vuelto a hacer. Y lo que más me indigna es que lo hicieron en mi
cara.-
- ¿Aquí en la
oficina?- Comienza
la ira.
- ¡No, no señor!
En plena calle. Pasaba yo por allí y las vi en un rincón dándose un asqueroso
beso en la boca. Lo hacían como locas. Nuestro señor las enviará al infierno.
Son unas inmorales. Se frotaban el cuerpo con las manos de manera pecaminosa y
obscena. Un espectáculo repugnante don Fernando.- El gerente la escucha con la boca casi
abierta, el cigarrillo colgando de los labios se le cae sobre el pantalón
haciendo que dé un respingo hacia atrás que casi le hace caer de la silla.
Recompuesto y sacudiéndose las cenizas de
la ropa le pregunta a Adela.
- ¿Qué
quieres que haga yo ahora? No me encargo de la moral de mis empleados. Aunque
ganas me dan de echarlas a la calle por bolleras.-
- Y ¿A qué
espera?-
- ¿Cómo a que
espero? ¿No sabes que no se puede despedir a la gente por eso? Es
discriminación por condición sexual. ¡Estúpida!-
- Usted manda.
Yo solo vengo a advertirle. Luego no me diga que no lo he hecho.- Colocada la calumnia abandona
el despacho con un rictus de sonrisa estampado en su cara de harpía. Sin
comentar nada regresa a su mesa y continúa con su trabajo.
Manolín, el conductor, ronda por las
cercanías de Laura, hace que busca algo y poco a poco se va acercando. Tiene
ganas de hacerse el gracioso y provocar a Laura para ver si consigue morder el
anzuelo. Como todos los graciosos, que no lo son porque difícilmente cuentan lo
que es oportuno en tiempo y circunstancia. Vuelve a la carga.
– ¿Te
cuento un chiste muy gracioso? - Laura lo mira severa.
- ¡No! No me
hacen gracia tus chistes- Rechaza la propuesta. Pero como todos los inconscientes,
insiste.
– ¡Si es muy
gracioso! -
- Tu no
entiendes el significado de la palabra, no ¿Verdad? - Repite su negativa.
– Pues
aunque no quieras te lo voy a contar de todas maneras. Soy Bisexual.- Laura levanta la mirada hacia él preguntándose qué
narices está diciendo. Manolín continúa.
– Me
gusta hacerlo con dos.- Laura pone cara de no entender, aunque si descifra
a que se refiere. Pone gesto de desagrado, coge unos papeles y los mete en una carpeta
que pone “MARINA.” Se levanta y sale de
su rincón detrás del mostrador, le da la vuelta y al pasar por delante del
conductor éste la coge por el brazo y se pone detrás apretándose contra ella.
Trata de decirle algo pero antes de que pronuncie palabra alguna, de forma
violenta Laura se da vuelta y le da una bofetada. Sorprendido por la reacción,
suelta el brazo para llevarse la mano a la cara. Laura continúa su camino hasta
la administración sin decir nada. Entrega la carpeta a Marina y regresa a su
mesa. Manolín ha desaparecido, supone que avergonzado. En ese momento le da un
estremecimiento que la bambolea, a duras penas consigue sentarse. Respira
profundamente y poco a poco se le va pasando. Marian se acerca a ella al verla
sentada con las manos tapándose la cara.
- ¿Te
ocurre algo?- Laura no responde, mantiene la misma posición. Oculta su cara
a Marian, no quiere despertar alarmas, pero no se encuentra bien. Marian
sospecha que algún problema le está sucediendo. Rodea la mesa y se agacha a
su lado. Contempla la palidez de la cara
de Laura. - ¿Qué te ha pasado, cariño?- Laura
sigue sin responder, se echa hacia atrás y en ese instante pierde el
conocimiento y cae al suelo deslizándose por la silla.
- ¡Laura,
Laura! ¡Socorro! Que alguien me ayude.- Rápidamente acuden Marina y Esther,
las más cercanas en ese momento. Esther se pone a los pies de Laura y le levanta
las piernas por encima del cuerpo. - ¡Por
favor, cariño, despierta! ¿Qué te pasa? – Marian expresa casi llorando. Al
segundo Laura recupera la consciencia.
- ¿Laura?
¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?- Semiinconsciente
parpadea con los ojos como alucinada, intenta levantarse pero es
detenida por las demás. - ¡Quieta ahí
hasta que tengas mejor cara!- Le dice Marian. - ¿Estás mejor?- Laura afirma con la cabeza, siente la boca seca y
pide agua. Poco a poco Esther le va bajando las piernas al suelo. Al comprobar
que se ha recuperado la sientan en su silla. – Ya me encuentro bien.- Le dice a Marian. Esther regresa a su
oficina.
- ¿Qué ha
sucedido?- Pregunta
Marian.
– ¡Nada! Me he
encontrado muy mareada. Algo ha debido sentarme mal.- Oculta que se ha encontrado
mal después de la “broma” de Manolín. No quiere crear problemas innecesarios
por una chiquillada.
- En cuanto
estés mejor. Te llevo a casa.- Propone con firmeza.
- Tengo trabajo
Marian.- No
quiere darle mayor importancia.
- Puede esperar
a mañana. Ahora necesitas descanso. ¿Están tus padres en casa?-
- No hace falta,
de verdad.- Rechaza
la propuesta pero con poca convicción.
- ¡Sí! Puede
repetirse otra vez. Así que a descansar
a casa.- Marian
manda, Laura no tiene argumentos para rebatirla, así que cede a la pretensión
de su novia. La escena la contempla con humor Marina que apoya la imposición de
Marian. Recoge su bolso y cogidas del brazo llegan hasta el coche de Laura.
Marian la conduce hasta la puerta de su casa.
Aparca delante y llama al timbre del exterior. Sale Don Luis y se acerca
a Marian que le explica lo sucedido en el trabajo, al tiempo que saca a Laura
del coche, aún algo pálida. La conducen dentro hasta el salón. Con la ayuda de
Lola, su madre, se tumba en el sofá. Marian mira con pavor la palidez que
presenta. Don Luis hace una llamada.
–
Dentro de unos minutos vendrá José Luis. Es un amigo mío que es el médico de la
familia.- Le explica a Marian. No quiere marcharse sin comprobar que está
mejor. Se acerca a ella de nuevo. Laura está como desmadejada y apenas sin
voluntad para hacer nada, Marian la contempla con ojos de preocupación, no le
quita la vista de encima. El padre observa a las dos con expectación. Las
miradas y los gestos le parecen de cómplices más que de amigas. Cogidas de la
mano esperan la llegada del médico. Al poco rato llaman a la puerta y aparece
un hombre mayor con un maletín en la mano.
- ¡A ver! ¿Dónde
está mi chica preferida?- Pregunta y entra en el salón. La mira con extrañeza. Explora
su cuello la garganta y la ausculta. Le toma el pulso y la tensión, le mira los
ojos, los oídos, le mueve el cuello y a cada maniobra que realiza Marian se
asusta más y más. Luego la interroga. Marian le explica lo que ha sucedido. Y
por fin da un dictamen. – Ha sido una
lipotimia, un mareo, le ha bajado la tensión muy deprisa y ha perdido el
conocimiento. Le daré unas gotas para subirle la presión sanguínea y en cuanto
se encuentre mejor debe de tomar mucho líquido. Un susto nada más.- Le dice
a Don Luis. Marian se acerca a ella.
– A
mi tendría que bajármela, me he puesto muy nerviosa. ¿Estás mejor?- Le
pregunta a Laura, ella afirma con la
cabeza. Le acerca la mano a la cara y ella la besa.
- ¡Gracias
cariño!- Le responde. Don Luis oye pero hace como que no ha escuchado nada.
Lola su madre ha ido a la cocina para preparar un zumo de naranja y el médico
no le da importancia a un comentario que está habituado a escuchar, ese
lenguaje es algo corriente entre las enfermeras, no le llama la atención.
– Me
voy. Me llevo tu coche, luego te lo devuelvo y así compruebo que estás mejor.- Laura
consiente y Marian se despide con una sonrisa.
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