A Palos piedras
- ¿Estamos
listos? - Tristán pregunta
a Rebecca, emocionada. - ¡Lo estoy! -
Se desliza hacia la silla de ruedas. Marlene dobla la esquina del pasillo
cuando salen de la habitación. -
¡Marlene! - Hace una mueca de dolor. -
Creo que estamos listos. - Rebecca la mira. - ¡Bien! Entonces, te veré mañana a eso de las nueve. Sólo vine a ver
si necesitas algo antes de que te marches. - Le comenta con alegría previo a que Rebecca
se marche a casa, pero sabe que no la extrañará, seguirá viéndola a diario para
la fisioterapia. - ¡Marlene! ¿Puedo
hablar contigo un momento? - Tristán le pide a la enfermera que se encargue
de la silla de ruedas y comienza a rodarla por el pasillo. - ¿Sí, Tristán? - Pregunta Marlene. - Gracias por hacerte cargo de su caso y ofrecerse a trabajar con ella
en casa. – Le dice en un tono realista.
– Estoy feliz de hacerlo. Pero no voy a bombardearla para obtener información
sobre Lizette, debo permanecer fuera de eso, ella parece feliz Tristán. -
Le devuelve la mirada, él también la mira y asiente. - ¡Entiendo! – Tristán mira su reloj. - Tengo un vuelo a Zurich esta tarde. - Camina por el pasillo con
ella hacia el vestíbulo. - Rebecca
descansa cuando llegues a casa. Te veré mañana. – Contempla como se sube al
Rolls de la casa Lahnstein y los ve alejarse camino del castillo.
-
¿Se fue Rebecca? - Mark
pregunta colocando su barbilla sobre el hombro de Marlene. - ¡Sí! Ya está camino de casa. - Regresan a sus respectivas
oficinas.
Rebecca se prepara mientras
Elisabeth entra con una bandeja de café en la orangerie. - Me levanté temprano. – Le dice a Elisabeth nada más aparecer por
la puerta. - ¿A qué hora esperas a
Marlene? - Pregunta sirviéndose una taza de café y se sienta a la mesa. - A las nueve. – Le responde sentada
frente a ella. - ¡Bien! Entonces tenemos
tiempo para hablar. ¿Estar trabajando con Marlene es un problema para ti? –
Rebecca abre los ojos, pero no se sorprende por la pregunta. - ¡En
absoluto! Ella es muy dedicada a su
trabajo y deseosa por ayudarme a salir recuperada de esto. - Tomó un sorbo
del café. - ¿No hay sentimientos
enterrados? - Rebecca se mueve en la
silla. - Puedo decir que Marlene está
felizmente casada y mi vida se desarrolla con Lizette. - Elisabeth pone una
mirada desconcertante. - Debe
de ser difícil mirar a esa persona de la que una vez estuviste tan enamorada. -
Punzada hacia su corazón. Rebecca
frunce el ceño. - Lo que tuvimos fue muy
especial. Pero no pudimos hacer que funcionara. – Sonríe. Sus pensamientos se remontan a
un tiempo antes de que su corazón se rompiera. -
Marlene decidió, no había mucho que pudiera hacer para detenerla y tuve que
vivir con esas decisiones. - Asiente
Elisabeth. - ¡Bueno! Espero que las dos
podáis arreglaros y que ella pueda ayudarte en estos tiempos difíciles. – Le
dice. No está muy segura de lo que Rebecca realmente siente. - Eso es todo lo que me pregunto. – Rebecca
se pone de pie y se balancea con seguridad con ambas piernas. - Diría que ya lo hace. – Le dice
optimista. Elisabeth sonríe y levanta la bandeja. Se despide saliendo del
invernadero. Rebecca observa como cierra la puerta y vuelve a sentarse. Baja la
cara entre sus manos y pensó en la conversación que ella y Marlene compartieron
el día anterior. - ¡Dios! - Gime con dolor pensando en lo cerca que estuvieron
sus labios.
Marlene llama a la puerta que
Rebecca abre solícita y se presenta vestida para lo que le espera. - ¡Entra! - Abre la puerta ampliamente. - ¿Preferirías trabajar aquí o en el
gimnasio? - Le pregunta con franqueza.
- Aquí si no te importa. - Marlene extrae la alfombrilla de yoga en el
suelo. - Vamos a colocar la alfombra aquí.
- Paradas en el medio con los brazos en el aire. Rebecca obliga a Marlene a
caminar detrás de ella agarrando sus muñecas. – ¡Mantente así! – Le ordena mientras acerca las manos a la cintura
de Rebecca que percibe cómo la electricidad la atraviesa como un rayo de luz.
La mano de Marlene le abraza por la parte baja del abdomen, le pide que respire
profundo y suelte lentamente el aire. - ¡Otra
vez! – Le ordena tratando de mantener la compostura, pero el dulce olor de
Rebecca, ese aroma de su piel le da un motivo para una pausa. Rebecca recibe el
cálido aliento de Marlene en la nuca, se estremece al bajar los brazos y volverse
para mirarla. - ¿Estás bien? -
Marlene pregunta, puede sentir la tensión en sus músculos corporales. - No estoy segura de que los ejercicios de
contacto cercano sean en nuestro mejor interés. - Ella inclina la cabeza y
vuelve a mirarla. -Tu eres parte del
programa Rebecca. Si quieres tener otro terapeuta entonces puedo arreglarlo. –
Le observa con delicadeza. - ¡No! No es
eso lo que quería decir. – Suspira, su expresión facial se hace solemne. -Tenemos…- Replica Marlene. - Ya hemos superado eso, estoy casada y tú estás
con la mujer con la que pretendes pasarte la vida. - Se cruza de brazos y
la mira fijamente. Marlene termina con los ejercicios de la pierna de Rebecca. – Es
todo lo que quería hacer hoy, me tengo que ir. – Le dice, ayudando a
Rebecca a levantarse del suelo. Rebecca la retiene durante un momento. - ¡Rebecca! Acabamos de trabajar, estoy aquí
para ayudarte y si te sientes incómoda con mi cercanía…- Se sobresaltan al oír
que se abre la puerta. Lizette se acerca y rodea por la cintura a Rebecca y la
besa. -Te he echado de menos. - Se gira
hacia Marlene con una mirada aguda. – Ha
sido sólo un día. - Rebecca niega con la cabeza, Marlene traga saliva. - ¡Si me disculpas! Te veré el lunes por la
mañana. - Expresa mientras enrolla la colchoneta de yoga y se la coloca
debajo del brazo. - ¡Oh Marlene! ¿Debe
salir corriendo? Ciertamente, podrías quedarte a tomar el té, tú y Rebecca
podéis informarnos sobre cómo van las cosas. – Le dice a Marlene con media
sonrisa. - Tal vez en otra ocasión, tengo
trabajo en el hospital y estoy seguro de que mi marido me está esperando. –
Marlene sale del invernadero con no muy buena cara. Lizette se gira hacia
Rebecca. - ¿Sucedió algo para enfadarla?
- Rebecca hace una mueca. - ¡No! Todo
está bien. - Sonríe tratando de encubrir la preocupación que tenía por el
encuentro anterior con Marlene. - ¿Por
qué no vemos lo que la señora Lentz hizo para el almuerzo? ¡Estoy muerta de
hambre! - Rebecca la agarra por el brazo. Ella le dice en un tono de
falsete. - ¡Claro! Voy a ayudarte. -
Y la escolta hasta la cocina.
Marlene llega por los jardines
hacia el hospital. Encuentra un banco y se sienta en él. El encuentro anterior
con Rebecca despertó grandes deseos de besarla. - ¿Qué estoy pensando? - Exclama en voz alta, en un tono
enfurecido, respirando y exhalando un suspiro de desconcierto. - ¿Qué haces aquí? - Mark le pregunta a
corta distancia, se acerca y se sienta a su lado. - ¿Qué haces aquí? - Ella, a
su vez, le pregunta sorprendida. – Me
dirigía hacia la puerta. Lo siento si te molesté, pero parecías disgustada.
- Él se explica mientras le pasa el brazo por el hombro. - No lo estoy, estoy bien. – Responde. Desea desesperadamente decirle
a Mark la verdad sobre Rebecca, pero no tiene el nervio o la fuerza. - ¿Cómo fue tu sesión? - El estómago de
Marlene se hace un nudo. - Creo que
estamos haciendo progresos, trabajamos en algunos ejercicios de estiramiento y
luego en doblar esa pierna. - Responde con calma. - Ella entiende que habrá… - Mark la interrumpe. - ¿Dolor a veces? - Él pregunta con
seguridad. - Sí, ella es consciente y muy
decidida a sanar, me he dado cuenta de que tiene una gran tolerancia al dolor. -
Señala y luego piensa. “Excepto cuando se trata de un corazón roto.” Mark
sonríe discreto y la besa en los labios. Marlene cierra los ojos e imagina que
esos eran los labios de Rebecca. -
Deberíamos irnos a casa. - Comenta. -
¡Hmmm! - Marlene musita trazando su rostro con la punta de su dedo. - ¡Te amo! - Le dice a su bella esposa. Antes de que Marlene comience a hablar
su teléfono suena. - ¡Mi paciente! - Responde sin convencimiento. - ¿Qué te queda hoy? – Pregunta Mark
mientras caminan de la mano hacia el hospital. - ¡Jones! - Ella sonríe. - Voy al trabajo debo despachar cosas antes de
irme a casa, tengo papeles que revisar y firmar. – Le comunica. Marlene y Mark se separan cada uno a sus
deberes.
Rebecca y Lizette terminan de
almorzar. - La Sra. Lentz siempre sabe cómo
hacer las mejores ensaladas. - Lizette habla mientras ella y Rebecca
regresan a la orangerie. - ¡Sí! Lleva con
nuestra familia desde hace años. – Explica Rebecca sintiendo que el músculo
de su pierna se endurece por el ejercicio.
- Parece que necesitas descansar un poco. - Se interrumpe al ver a Rebecca
cojear. - ¡Sí! Sabía que iba a
experimentar algo de rigidez. Me gustaría acostarme si no te importa. -
Lizette la ayuda a llegar a la cama, la cubre con una manta y le besa la
mejilla. - Creo que voy a pasear por los jardines. Descansa. - Le dice antes de cerrar la puerta y escapa
hacia un terreno alejado. Coge el teléfono y marca el número que la había
estado llamando repetidas veces. - ¡Francisco!
- Dice su nombre rastreando con la mirada por si alguien la puede oír. - ¡Por fin! Me has devuelto las llamadas. –
Una voz profunda de un hombre suena al otro lado. - Te he dicho mil veces que no me llames cuando estoy en Düsseldorf. - Ella se enfada con su interlocutor. - ¡Vamos Lizette! Rebecca no sabe nada de mí y lo que te echo de
menos. – Le susurra sensualmente. - Te
veré en las Bahamas el próximo mes, pero ahora mismo debes dejarme tranquila,
Rebeca me necesita ahora. - Le implora en voz alta. – Y de ella necesitamos hablar cuando nos veamos. – Él apunta con
dureza. Cuelga y comienza a darle vueltas a su mente, deseando calmarse antes
de regresar a lado de Rebecca.
- ¡Te noto muy tranquila esta noche! - Mark le da un codazo a Marlene
para que se vuelva hacia él, poniéndole las manos sobre el pecho desnudo. - ¡Te amo tanto Marlene! – Le dice en
plan sentimental. - Yo también te amo. –
Un beso romántico. - Me encanta hacer el amor contigo. - Él
habla de nuevo, se da la vuelta y se acurruca sobre la almohada en la que apoya
su cabeza. Marlene le rodea con suavidad alrededor de la cintura. - ¿Estás
despierta? - Una lágrima cae de su ojo, su mente está en Rebecca, ella se aclara
la garganta. - Estoy despierta. – Le
dice triste Marlene. - ¿Qué te pasa? No
has sido tú misma durante los últimos días. – Pregunta con algo de preocupación. - ¡Estoy
cansada! Suceden cosas a mi alrededor. Me alegraré cuando Grace llegue aquí. –
Contesta triste por una excusa fútil para evitar sospechas acerca de Rebecca. - Ella estará aquí la próxima semana y la
tendrás durante un mes entero. - Suspira continuando. - Odio que ninguna de las dos podáis asistir al seminario. Me han dicho
que Zurich es una ciudad hermosa en esta época del año. - Le dice Mark y le
acaricia el costado. - Entiendo que los
dos tenéis reuniones y seminarios para asistir, además tengo mucho que mostrar
a Grace por aquí y nos dará tiempo para ponernos al día. - Ella se relaja,
Mark empieza a besarle el cuello burlón con un "Te quiero” de nuevo. Le
echa los brazos al cuello y le da un beso. Hacen el amor de nuevo. En su mente
ella está segura que ha tomado su píldora anticonceptiva.
Marlene se viste para reunirse con
Rebecca por la mañana temprano, se dirige al castillo y a la sala de
ejercicios. Espera con paciencia a Rebecca pero siente que algo no va bien.
Marlene se pasea y observa que el tiempo pasa, recoge sus cosas y se dirige a
la orangerie. Golpea ligeramente en la puerta, pero nadie contesta, gira
ligeramente la manilla y abre la puerta, llama a Rebecca en voz alta, no hay
respuesta. - ¡Rebecca! - Ahora grita y
se da cuenta de que puede estar en el comedor. Se da la vuelta para salir
cuando Rebecca lentamente sale del dormitorio. - ¡Lo siento, Marlene! Me he dormido, me dejas vestirme. Sé que tu
tiempo está muy ocupado. - Disculpa Marlene el lapsus de Rebecca. Se queda
parada en la puerta y espera. - ¡Buenos
días! - Lizette saluda desde el dormitorio, ella levanta la vista para
verla envuelta en una sábana. - Así que
conoces el camino de la orangery, ¡Extraño! - Marlene siente un nudo en la
garganta, no puede hablar. - Lo conozco,
nos conocimos aquí a principios de semana ¿O lo olvidó? - Le pregunta con
sequedad. - Siento haber mantenido a
Rebeca despierta hasta tarde anoche. -Se ríe cambiando de tema, Rebecca
sale del baño sintiendo la tensión entre las dos. -
¿Que está pasando? - Pregunta con sorpresa. - ¡Nada! – responde rápida Marlene. - Lizette estaba tratando de hacer conversación. - La mira mientras
Lizette se excusa y se mete en el baño. -
¡Lo siento! – Rebecca se dirige a Marlene. - No hay necesidad de disculparse, obviamente tu novia se siente
incómoda conmigo y mi posición contigo. - Lizette sale del cuarto de baño
completamente vestida, se pone el bolso por encima del hombro. - Las dejaré a los dos solas, tengo algunos
recados para hacer y te veré más tarde. – Besa la mejilla de Rebecca al
salir y abandona el lugar. - ¿Cuarto de
entrenamiento? - Marlene hace un gesto a la puerta. - ¡Aquí! Me gustaría probar algunos de esos ejercicios
de estiramiento como el que iniciamos el otro día, es decir, si estás bien
conmigo. – Ella le habla amablemente. - ¿Quieres
decir aquí? - Ella levanta el dedo pulgar, sonríe, Marlene extiende la
alfombra y comienzan el ejercicio. - Relájate
al estirar los brazos hacia arriba. - Ella ejecuta los ejercicios como
Marlene le indica. Camina detrás de ella y comienza el intercambio de calor entre
sus cuerpos. - Voy a agarrarte por la
cintura y presionar sobre tu abdomen, respira despacio cuando lo haga. Ahora
cierra los ojos y piensa en algo relajante. – Respira hondo de nuevo con lentitud.
Rebecca abre los párpados para mirarla. -
¡Ojos cerrados Rebecca! – Le susurra. -
Levanta la pierna.- Rebecca se siente
con apremio y puede sentir la tensión y la opresión comienzan disminuir,
Marlene le ordena que lo haga varias veces, cada vez resulta más fácil hacerlo.
- Lentamente baja la pierna y ahora los
brazos a los lados, toma una respiración profunda. – Continúa instruyendo
Marlene. Cuando Rebecca abre los ojos los rostros están muy cerca. - Así que así es como lo haces. – Le
dice con una sonrisa Rebecca. - ¿Hacer
qué? - Ella sonríe con cautela. - ¿Yoga,
Ehh? - Murmura bajo su respiración, sus ojos marrones son dardos hacia
adelante y hacia atrás mientras mira profundamente a Marlene. Se paran y se
miran sin decir una palabra, Marlene mueve su rostro cerca de los labios de
Rebecca, toca la boca en un beso dulce, se separa y mira hacia sus ojos
nuevamente la profundidad de la mirada de Marlene le dice a Rebecca que todavía
hay una chispa entre ellos. Rebecca siente que su cuerpo tiembla. La boca de
Marlene de nuevo separa sus labios y explora la suya en un profundo beso
apasionado. - ¡Marlene! - Rebecca susurró. -
¡Shhh! No ahora. - Las manos encuentran su rostro, la punta de su lengua
traza el labio inferior de Rebecca. - ¡Marlene
por favor! - Se aparta ligeramente de ella. - ¡No podemos! - Ella duda, Marlene baja la cabeza. - ¡Lo siento! No estaba pensando, me quedé
atrapada en el momento. - Le dijo algo alterada. - ¿Podemos hablar? – Se sientan en el sofá. Rebecca pregunta. - Por dónde empezar. – Expresa sin
preguntar. - Con la verdad. - Marlene
responde deprisa. - ¡Ok! La verdad, no
puedo decir que esos besos no fueron buenos, lo fueron y me trajeron muy buenos
recuerdos, pero el final de nuestra relación fue algo devastador para mí. -
Se siente emocionada para continuar, lleva mucho tiempo deseando vaciar su
corazón. Pero no de cualquier forma ni a nadie que no fuese ella. Percibe la
sensación que el perdón es el mejor lugar al que debe dirigir sus sentimientos.
En su interior necesita que el perdón sea mutuo y esa chispa que aún brilla en
la mirada de Marlene le da esa esperanza. -
Te quería con toda el alma, pero no había ninguna segunda oportunidad para nosotras,
lo dejaste muy claro y tuve que dejarte ir después de lo que quedaba de una
mala situación. – Con su mano acaricia la mejilla de Marlene, Marlene
permanece en silencio. - No te culpo, nunca
te he culpado, no podía hacerlo. Era yo, todo pasó en mí misma, simplemente no
me di cuenta de que todo lo que era sagrado para nosotros se había perdido.
- Retira la mano de la cara de Marlene y retrocede. Hay un momento de silencio
entre ellas un momento para reflexionar. -
Alguna parte de mi siempre te querrá, no he dejado de quererte, lo que has
significado para mí es más de lo que puedas imaginar, aprendí a amar y luchar
por ese amor. - Rebecca pudo ver una lágrima que goteaba por el rostro de
Marlene y se lo limpia con el pulgar. - No
llores, ya hemos derramado demasiadas lágrimas. - Sus palabras hacen que el
corazón de Marlene se hunda en sus pies. -
Sí deberíamos, yo no quiero llorar, pero no me puedo contener. - Logra
sacar las palabras con dificultad. – Has
tenido suerte de haber conocido a un hombre maravilloso y no hay manera de que
puedas traicionar su confianza o su amor y yo… - Hace una pausa brevemente. - He encontrado a la mujer que amo, sí,
estropeada, pero la amo y ella es lo que hace a mi mundo lo que es. -
Marlene sacude la cabeza al darse cuenta de que sus palabras están expresadas
con el corazón. - Debo darte la razón. –
Le dice Marlene. – No podremos ser amigas,
pero me gustaría intentarlo. - Replica Rebecca. - ¡Me gustaría! - Responde ella con calma. - Todavía necesito que me ayudes - Expresa mientras decide cambiar
de pensamiento. - Necesitaría recordar el
día del accidente. ¿Por qué estaba donde estaba cuando ocurrió? - Refunfuña
Rebecca. - Te ayudaré, pero sólo si te
sientes cómoda. No quiero que te esfuerces más allá de lo necesario. -
Marlene la instruye. - Debería irme. -
Se levanta, con su mano acaricia el hombro de Rebecca. - ¡Gracias Rebecca!
– Le dice con una sonrisa.
Ella sonríe también. Marlene sale pensativa y respira profundamente antes de
encaminarse hacia el Hospital. Rebecca se queda sola mirando la puerta, las
lágrimas no tardan en aparecer, no hay llanto, solo dolor.
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