Viejas amistades
Correr por Central Park al amanecer
resulta muy agradable. Es otoño y el colorido de la vegetación es espectacular.
La estación cambia el aspecto de árboles y plantas. Una ligera brisa da frescor
al rostro de Rebeca mientras corre, le obliga a entrecerrar los ojos para evitar ese lagrimeo
que provoca el frio. Levanta la frente en busca de alivio del sudor que
comienza a cubrir su cuerpo. Esa tensión de frescura, estira la piel de su
rostro creando una mueca similar a una sonrisa. Se siente a gusto mientras baja
por la senda camino del lago. Todas las
mañanas sale de casa en dirección al parque. Con atuendo deportivo arranca a la
carrera cruzando la quinta avenida y entra en Central Park por la calle setenta
y nueve. Rodea la laguna pasando cerca
de Strawberry fields. Allí cambia de rumbo dirigiendo sus pasos hacia Bethesda
Fountain por el camino cercano a la orilla. Contornea el lago por el laberinto de sendas
que lo rodean para volver a Strawberry fields. Repite el circuito anterior
hasta llegar cerca de la puerta de la calle setenta y dos. Ahí gira a su
izquierda por un camino que discurre entre la valla de la quinta Avenida y la pequeña laguna que sirve a los modelistas
para navegar sus barquitos. Llega de nuevo a la puerta de la salida de la calle
setenta y nueve y regresa a su apartamento.
Después de cada carrera se da un
baño relajante. Es lo mejor para afrontar el día. A su memoria retornan las
escenas en las que, ella y Marlene hacían gimnasia la una al lado de la otra.
Para acabar haciéndose masajes corporales mutuos de recuperación. - ¡Qué felicidad!-
Se ha propuesto no disponer de una
agenda que le marque lo que debe hacer cada jornada, pero al cabo de un tiempo
ya está inmersa en una rutina, que si bien no es estricta, si proporciona algo
de orden en el ciclo diario. Parte de su tiempo lo emplea en la lectura, en Alemán
o Inglés, según le apetezca elige algo de la amplia biblioteca del salón. Casi a
diario sale a la compra. Ha aprendido a cocinar, sin alardes, y se satisface al
comprobar el buen resultado de sus cocimientos.
Por las tardes se va a curiosear por las tiendas de moda en los
alrededores. Caminando por la quinta Avenida, un día llega al pie del Empire
State. Se sienta en un banco y contempla el edificio recordando con nostalgia
las sesiones de cine junto a Marlene. “Algo para recordar” con Cary Grant y
Deborah Kerr. – Que hermosa historia de
amor.- La vieron juntas en la Orangerie donde Rebeca tenía su apartamento
en el castillo de la familia Lahnstein. Recuerda que ambas lagrimearon con las
escenas más tiernas de la película. No es éste el único lugar para la nostalgia,
en realidad cualquier circunstancia, detalle o fábula puede sugerir un recuerdo.
Las prolongadas tardes de lectura, sentada a lado de la ventana frente a
Central Park, dan rienda suelta a su imaginación, cualquier frase hace que recupere escenas de sus recuerdos. Lee
y lee páginas enteras a veces sin darse cuenta del contenido con el pensamiento
en Marlene. Su comprensión ha sido invadida por esa rubia de ojos azules que le
tiene encandilada la memoria.
Algo que no es capaz de dejar es la
moda, adquiere las revistas más exclusivas, que devora con la vista para
mantenerse al día en las novedades de la alta costura. Son los únicos ratos que
comparte su pensamiento con algo más que Marlene.
Comienza a visitar galerías,
desfiles de modelos e inicia contactos con modistos y modistas, intermediarios
y galeristas. Viejas amistades de la época de aprendizaje en la escuela de
diseño. Un día se presenta inesperada en la puerta de la tienda de la calle
Stanton, entra y comienza a explorar la ropa expuesta para la venta. La gerente
reconoce al instante su presencia dándole una bienvenida efusiva. Le presenta
al resto de las dependientes y costureras.
En estado anímico de satisfacción
regresa al apartamento y decide que poco a poco se debe ir incorporando a la
tarea de la moda. Al lado de sus empleadas podrá ponerse al día en asuntos relacionados con el mercado textil,
aunque no tome parte activa en el movimiento del negocio, su presencia allí le
da cierta sensación de estar ocupada.
Han pasado varias semanas desde que
llegó a New York. Ya se encuentra con energía suficiente para emprender algún proyecto.
Aunque ha pasado las Navidades en soledad, el nuevo año marca un comienzo
diferente, siente que está recuperando
la inventiva perdida. De vez en cuando dibuja modelos y patrones en esa libreta
de grandes dimensiones que ya ha regresado como su compañera permanente. La
energía de los tiempos pasados va reapareciendo a pequeñas dosis. Aquel ardor
que la hizo tan creativa va aumentando de intensidad. A pesar de llenar su tiempo
de nuevo con su inventiva y la gestión de la tienda, no puede evitar, que al
volver al apartamento de la calle setenta y ocho, encuentre la más absoluta
soledad y una gran añoranza por Marlene.
Cierto día que se encuentra visitando una firma de moda
en la que hay un desfile de modelos de un modisto local, reconoce, entre las
modelos que exhiben los trajes, a su antigua amiga Juliette, quien hace varios
pases con distintos vestidos. Es en el pase final cuando ésta se percata de la
presencia de Rebecca. Abre los ojos con una sonrisa espectacular y la saluda agitando
su mano derecha. Le hace una señal para que la espere. Al poco rato aparece por
la puerta detrás del escenario.
Expectante, espera a que Rebecca levante la mirada. La recibe con una
amplia sonrisa de alegría contenida. Entre sorprendidas y cierta complacencia
se abrazan con afecto. Siempre es una alegría encontrarse de nuevo con una
persona conocida y en otros tiempos muy querida. Juliette no solo fue una gran
amiga, también fueron amantes en la primera época que Rebecca estuvo en New
York. No se volvieron hablar después que metiera la pata publicando una
fotografía de Marlene y Rebecca durmiendo juntas en un sofá. La portada de la
revista se preguntaba si la protagonista de Lilly Rose, Marlene, era lesbiana.
El enfado de Rebeca con Juliette fue monumental. Le dijo que no quería volver a
verla. Sin embargo, ha pasado mucho tiempo y aquello está olvidado. - ¿Cómo te vá? – Pregunta la modista. – Muy bien. Bueno, según se mire. Trabajo
muchísimo.- Le responde la modelo. –
A ti no te pregunto. No he dejado de seguir tus progresos. Tu fama ha llegado
hasta S. Francisco.- Juliette sigue trabajando de modelo. Alguna vez Rebecca
la ha visto fotografiada en revistas de moda. Es muy buena profesional y se
cuida. Sabe que eso un día se acabará y trata de que suceda lo más tarde
posible. - ¿Qué te trae por aquí?- Le
pregunta Rebecca. – ¡Trabajo!- La
llegada de su amiga coincide con un momento importante para Rebecca. Está
ultimando la colección para la temporada de Verano que ha diseñado durante el
invierno, y que ha de tener lista en cuatro días. - Por eso estoy aquí, para lucir tus modelos. Cuando la agencia me lo
comunicó, no me lo podía creer. Volvemos a trabajar juntas como antaño. –
Rebecca pone cara de ironía. - ¿No lo habrás provocado tú?- Le dice
Rebeca, recordando viejas prácticas de Juliette para estar junto a ella. – No, no, te lo juro. Esta vez ni me enteré
de tu desfile hasta que la agencia me dijo que debía venirme a New York. He
llegado esta mañana sin tiempo para avisarte. ¡Y aquí estoy! -
Rebeca muestra su satisfacción
porque gran parte del trabajo, que exige instruir a una modelo antes de un
pase, está hecho. Juliette es una profesional veterana y conoce perfectamente
sus exigencias, que a veces lindan con la paranoia. El presunto ahorro de
energías que supone, relaja mucho a Rebecca. Lo mismo que de distracción de su
melancolía, estar entretenida le ayuda a pasar mejor el tiempo.
En estos días, cada tarde al
terminar la jornada de trabajo, las dos amigas salen a cenar, pasear y lo que
surja como diversión. Largas charlas sobre el pasado y los proyectos que cada
una tiene en mente. Se divierten en el teatro, musicales o se van a bailar. Una
noche al salir de una discoteca Juliette tienta a Rebecca. Desea volver a
intimar con ella, como hace años. Siente todavía algo especial por ella y su corazón
le pide una distancia más cercana a la que mantienen en la actualidad.
Con timidez coge la mano de Rebecca
cruzando los dedos de ambas. El pensamiento de Rebeca está en ese momento en
“No Limits” en Düsseldorf, cuando bailaba con Marlene. Pero se recupera a la
realidad al ver que quien le da la mano no es ella. Con cierta vehemencia
suelta la mano de su amiga. Juliette capta el mensaje. “¡Amigas y nada más!”
Falta solo un día para el desfile
de los modelos que ha diseñado Rebecca
en su tienda. Han trabajado duro para poner a punto todos los detalles del
evento, después el consabido reposo. Durante un relajado paseo, Juliette decide
interesarse de forma más profunda sobre
la vida afectiva de Rebecca. Hasta ese momento, y por lo sucedido con el
intento de tomarle la mano, no se ha atrevido a ello. - ¿Qué quieres saber? ¿Si tengo compañía? A estas horas deberías
saberlo. ¡Estoy sola! Y quiero seguir así. – Juliette está muy intrigada. – Pero ¿Porqué? Eres una persona
encantadora, inteligente y triunfadora ¿Por qué esta soledad? – La modelo
está confusa. Sabe que ella y Marlene se separaron, desconoce los motivos.
Estima que Rebeca puede relacionarse con quien quiera. – ¡No tengo porqué darte explicaciones! ¡Quiero estar sola y nada más!
– Rebeca se detiene. Con cierto afecto le dice a su amiga que no insista. – Es mi decisión. He decidido vivir inmersa
en el trabajo. Es la única forma en la que sé que puedo vivir. Es lo único que
me llena la vida, y no del todo.- Juliette calla pero en su pensamiento
cree saber la causa, Marlene. Rebecca debe seguir enamorada y no la puede
olvidar.
El pase de moda de la colección de Rebecca,
donde Juliette se mostró exuberante, es todo un éxito. La celebración posterior
es una felicitación continua, llena de anécdotas y simpatía. Rebecca se siente
feliz por el éxito alcanzado y por escuchar de la crítica que era la revelación
alemana de la nueva moda en Nueva York. La celebración duró hasta bien entrada
la madrugada. Rebecca se retira a su apartamento con la nostalgia de no poder
compartir el triunfo con el amor de su vida y pensando en ella se duerme
plácida.
Al día siguiente Rebecca y Juliette
se han citado para el almuerzo en un restaurante cercano, y celebrar el éxito
juntas. La modelo ha mostrado su mejor versión durante el pase. Actuación que
Rebecca desea felicitar y agradecer de forma muy personal. – Ayer
estuviste espléndida en el desfile. Me ha alegrado mucho tenerte cerca de
nuevo. Tu compañía ha sido lo mejor de estas últimas semanas. – Juliette le
responde. – Lo sé. – Ella insiste en la intimidad de los sentimientos de su
amiga. - ¡No entiendo! ¡Sabes que todavía tengo sentimientos por ti! Y no
pierdo la esperanza de conseguirte algún día. – Rebeca levanta la vista
algo molesta. - Pero yo no te quiero nada
más que como amiga. Fue muy bonito lo que tuvimos en el pasado. Pero no puedo
quererte como te mereces.- Rebecca no quiere herir los sentimientos de su
amiga. - ¿Es por Marlene? ¿Verdad?
¿Todavía sigues enamorada?- Responde con sinceridad. – ¡Sí! No quiero volver a defraudarla. Espero
que algún día volvamos a ser la pareja enamorada y feliz que fuimos en
Düsseldorf. – Juliette se muestra resignada. -¡Te entiendo! Yo también te esperaba, pero creo que no volverás.-
Expresa lacónicamente Juliette. – Mis sentimientos por ti siguen la senda de
la amistad. Te necesito, pero solo como amiga. Ir más lejos supondría, más
tarde o más temprano, exponernos al fracaso, y te perdería incluso como amiga. -
Rebecca aprecia los sentimientos de
su amiga, pero en su conciencia se ha instalado un principio que está dispuesto
a respetar, aunque ello le lleve a la soledad más absoluta, la fidelidad a sus
propios sentimientos de amor por Marlene, nadie entrará en su vida si no es
ella.
Muy interesante como nos Irenes acostubrado el sr.fransisco Gracias
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