- ¿Ya te has recuperado? - Pregunta Marina dos días después de la lipotimia de Laura. Ha descansado veinticuatro horas y ya está en su puesto de trabajo. Marian sonríe con satisfacción al verla de nuevo al otro lado de la cristalera. La jornada pasada sin ella en la oficina le ha parecido eterna. No poder ver su sonrisa a través de los cristales, cada vez que levantaba la mirada, ha sido como un ataque de nostalgia. La tarde anterior se acercó a su casa para estar a su lado. En la mañana la llamó por teléfono y hablaron un rato. Y por la noche hablaron como todos los días. Ahora está cerca de nuevo y es una satisfacción para ambas ese contacto.
Manolín se acerca a ella con expresión
compungida.
- ¿Qué
quieres Manolín? Estoy muy ocupada. - Le dice en un tono seco y distante.
– Quiero
pedirte disculpas por lo del otro día. No pensé lo que hacía y después, lo que
te pasó… me siento mal. Ya sabes que soy un poco burro… estaba de broma.-
- ¡Siempre estás
de broma! Tienes que aprender a calcular esas bromas, un día tienes un disgusto
serio. - Laura
acepta la disculpa con la promesa de no repetir burlas de ese tipo con ella. – Y lárgate ya, que tienes el reparto con
retraso. -
Con un gesto de casi reverencia, Manolín
sale disparado hacia el muelle de carga para hacerse cargo de su furgoneta y
comenzar el recorrido por las farmacias de la ciudad. Durante el día los
compañeros se van acercando para interesarse por ella, gesto que agradece con
una sonrisa.
Al día siguiente el gerente llama a su
despacho a Laura. De muy malos modos le dice que tiene una falta grave por
ausentarse del trabajo durante dos días sin avisar. Laura responde que ha
traído los justificantes reglamentarios y que no tiene que llamarle la atención
por eso.
– Tendría
que ser más educado, primero no me hable a gritos, no insulte y mantenga un
poco de respeto conmigo. No soy su criada ni su esclava. Soy una trabajadora y
cumplo con mis obligaciones.- El
gerente embutido de soberbia trata de rebatirla. – Aquí eres la recepcionista, el empleo más bajo de la empresa. Y te
diré lo que me dé la gana, cuando me dé la gana. Para eso soy el que manda
aquí. ¿Me entiendes bollera de mierda?- Laura se enerva y el rostro se le
llena de ira.
- ¿Qué me ha
llamado? Repita eso que no lo he oído bien.- Le espeta cargada de furia.
– Te he llamado
bollera. ¿O es que no sabes que aquí todo el mundo está enterado que tú y esa
pelirroja os morreáis por la ciudad? - Laura está por golpearle
repetidamente. Indignada sale del despacho, llega al mostrador, se sienta en su
silla en la recepción y rompe a llorar. Marian no está en su sitio. Esther oye
los sollozos y abre la puerta del despacho de administración y se acerca.
- ¿Qué
pasa?- Le pregunta inquieta.
- Ese hijo de su
madre. Es un perfecto canalla. ¿Cómo se puede ser tan hijo de…?- Esther no entiende muy bien,
pero se compadece de Laura porque en otras ocasiones ha sido ella la víctima de
las iras del gerente.
– No
sé qué decir, a mí me lo hace pasar mal también.- En eso Marina sale
también al pasillo y contempla la escena. Pregunta que ha pasado. Laura le dice
que ha tenido una bronca con el jefe, pero obvia los epítetos alusivos a su
sexualidad. Inmediatamente se da la vuelta y se dirige al despacho del gerente.
Entra sin llamar. - ¿A ti que te pasa?- Le
increpa desde la puerta. - ¿Tienes que
amargarle la existencia a todo el que se te antoje? - No responde. - ¿Qué te ha hecho Laura para que esté en un
mar de lágrimas? ¿Qué le has dicho para dejarla en ese estado? El otro día se
desmayó y su salud es delicada. ¿No conoces la consideración y el
respeto?- Él, con gesto despectivo
se incorpora de su silla.
– Me
toca los cojones la bollera esa y su amiga la pelirroja. Son inmorales y
viciosas. En cuanto pueda me las cepillo y las mando a la puta calle.- Espeta soltando los consabidos perdigones
de saliva al hablar. Marina se enfurece.
– Así que esto
es porque, en una borrachera hicieron algo censurable según tú.-
- ¡No solo eso!
Pregúntale a Adela. Ya verás que no es producto de una juerga solamente.- Marina pone cara de sorpresa.
- ¿Qué
tiene que ver Adela en esto?- Pregunta con asombro.
– Pregúntale
a ella que las ha visto dándose el lote en plena calle. -
- Y a ti te
parece que eso es motivo para montarle un espectáculo como el de ahora. Eres un
impresentable y un insensible.- Da media vuelta y sale de la habitación encolerizada. Se
acerca a Adela la mete en su propio despacho y habla con ella gesticulando en
forma de amenaza. Vuelve al pasillo y se acerca a Laura que ya está más serena.
En su cara se aprecia el enfado y el disgusto.
- ¿Dónde
está Marian?- Le pregunta en un tono un poco seco.
– En
el almacén con Quique. -
- Quiero veros a
las dos en cuanto vuelva. - Marian aparece a su espalda. No puede ver a Laura, Marina
está interpuesta y se da la vuelta.
– ¡A
mi despacho! - Indica con autoridad. Se
separa de ellas, Marian la mira extrañada, vuelve la vista hacia Laura y puede
darse cuenta en su expresión, que algo le ha sucedido. Aprecia los vestigios
del llanto anterior y se asusta.
- ¿Qué
te ha pasado?- Pregunta algo ofuscada. A Laura no le da tiempo a responder.
Marina las apremia y entran en su oficina, Marina bloquea la puerta.
– Sentaros. ¡A
ver! ¿Qué está pasando con vosotras?- Interroga directamente mirando a los ojos
de las dos. No hay respuesta, ambas dudan, se miran entre sí. Marina es perro
viejo y los gestos de ambas le proporcionan la certeza de lo que le han
contado.
- ¡Venga
ya! Así que es cierto. ¿Estáis saliendo? – Laura quiere esconderse, Marian
no sabe qué decir, en parte no se sorprende, pero está desconcertada con lo que
está pasando. Necesita una aclaración y pregunta que es lo que ocurre. En pocas
palabras Marina la pone al corriente, sin mencionar la artera maniobra de
Adela. No quiere añadir más conflicto en la empresa. Vuelca toda la
responsabilidad en el gerente, al que claramente todos desprecian por su
conducta déspota. – Necesito conocer
vuestra versión, si queréis que os proteja. Temo que Fernando haga cualquier
barbaridad y cometa un atropello injustificado. Bien ¿Qué tenéis que contarme?
Os prometo que lo que aquí se hable no saldrá por esa puerta.- Marina
espera paciente. Laura mira a Marian y con un gesto algo espantado le da pie
para que hable. La noticia ya es conocida y poco importa que la verbalicen.
– ¡Es
cierto! Estamos saliendo desde hace unas semanas. Hemos tratado de tenerlo
oculto por nuestro interés personal. En el trabajo no hemos dado motivos para
que se sospeche, pero parece que ni escondidas podemos estar a salvo.- Marian narra de forma realista.
– Y tú ¿No
tienes nada que decir?- Dirigiéndose
a Laura.
- ¡Estoy
asustada! Nadie debía saber nada de mi vida privada ni la de Marian. Ahora temo
que todo el mundo va a meter las narices en lo que hay entre nosotras. Y me da
pánico solo pensarlo, no estoy en condiciones de soportar...- Marian interrumpe. –
Laura es hipersensible en situaciones afectivas. Esta le puede hacer daño
emocional. Nunca la he visto como está ahora y me preocupa.- Marian
extiende su mano hacia Laura que la aprieta con fuerza. Marina escucha con
atención y durante un segundo las observa con connivencia.
– Conozco esa
mirada. Ya me lo había parecido, pero no estaba segura, me fijo poco. Esta vez
he acertado. Estáis enamoradas. ¡Os felicito!- Marian y Laura se miran con desconcierto.
-¡Sí!
¡Os felicito! Cualquiera que no fuese un poco valiente lo hubiese negado.
Vosotras no. Demostráis valor y cariño. Veo que estáis muy unidas. ¡Qué
narices! ¡Me alegro! En mis tiempos era más difícil, a veces casi imposible.- Vuelven
las miradas de desconcierto.
- ¿Tú también…?-
Marian no
termina la pregunta pero Marina la entiende.
- ¡No
y sí! De aquí no puede salir esto. Nadie en la oficina conoce mi vida y espero
que siga siendo así. Soy hetero.- Afirma con rotundidad.-Pero tengo un hermano gay, que es un cielo
de chico y eso me hace ser solidaria con la homosexualidad, sea la que sea.
Contáis con un aliado en este lugar. Seguir haciendo vuestra vida como hasta
ahora. Yo me ocupo de Fernando, soy la única a la que respeta.- Marian y
Laura sonríen. - ¡Laura! Trata de olvidar
el incidente y tú Marian no te lances al cuello del gerente, haz el favor de
contenerte, que te conozco. Ahora contarme. ¿Cómo surgió esto entre vosotras?- Aunque
con dudas le comentan cuatro detalles sin mucha
importancia pero clarificadores.
Marina se dio por satisfecha y cerraron el incidente.
Laura sigue algo compungida por el suceso
de la mañana. Al terminar la jornada ella y Marian salen juntas en su coche.
Laura aparca delante de la casa de Marian que se hace la reticente para
apearse, ni la ha besado en la mejilla, como de costumbre aunque, se vean poco
después.
– ¡Venga!
¡Bájate! - Le dice con autoridad.
- ¡No
me apetece! Veo tu cara y me parece que no estás del todo bien. Necesito tener
la certeza que te has recuperado. - Le dice con preocupación.
– ¡Estoy bien! - Responde, el tono le parece a
Marian que no es del todo convincente.
– Es lo que
quería saber. Para el motor del coche.- Le ordena. Ella la mira sin entender el
porqué, pero le hace caso y gira la llave. –
Estás estresada, necesitas relajarte. Conduces a trompicones y estás
continuamente haciendo un gesto con la boca que solo dice una cosa. ¡Estás muy
nerviosa! - Laura rompe a llorar con las manos cubriendo su cara. Marian la
abraza y reposa la cara sobre su hombro. A Marian se le saltan las lágrimas.
Acaba de comprobar que no puede verla sufrir. Esconde su cara en el pelo de su
novia. Comparte el sufrimiento y eso la llena de satisfacción. Una idea se va
formando en su cabeza, hay un cordón emocional que las une, solo ocurre cuando
sientes que has encontrado la persona a la que perteneces, al amor de tu vida.
Se emociona y sonríe. Permanecen así durante un instante. Se seca las mejillas
antes de recuperar la mirada de su amada. Con una sonrisa pone su rostro frente
al de ella, con un pañuelo le enjuga las lágrimas, tiene la cara empapada. Con
pausa le hace discurrir su mano por el rostro y finalmente le da un corto beso
en la punta de los labios. - ¿Estás
mejor? - Laura responde que sí con
un movimiento de su boca. Le asaltan unas ganas terribles de besar a Marian.
Tiene un momento de duda.
- Me
siento muy rara. Todo lo que ha pasado hoy es como si un camión me hubiese
atropellado. No me repongo de esa emoción de vergüenza de ver que todo el mundo
conoce lo nuestro. ¿Por qué me siento así? Dime algo que no sepa, no sé cómo
enfrentarme a ello. - Laura se siente algo perdida.
- ¡No sé! Yo no
he vivido mi salida del armario de ésta forma. Lo mío fue un schok familiar, muy traumatizante. Lo que pensaran
los demás me traía sin cuidado, me importaba lo que mis padres hicieron
conmigo. No tuve ni tiempo ni ocasión de sentirme como te sientes tú ahora.
Simplemente decidí llevar mi vida como a mí me apetecía y miré hacia adelante
sin hacer caso de lo que pudieran pensar los demás.- Marian le explica con pausa y
mirando a sus ojos con sinceridad.
- ¿Crees que
debo dejar de lado ese miedo? Y dime ¿Cómo lo hago?- Interroga con severidad.
– No sé cómo se
hace ¡Cariño! Yo solo miro hacia donde me interesa y obro en consecuencia. No
tengo una varita mágica. Sé que es difícil, lo he visto en otras personas.
Enfrentarse al mundo real donde posiblemente nos sintamos rechazadas es muy
fuerte, eso lo sé, pero cuando los temores son internos, solo quien los tiene
sabe la forma de vencerlos. - Laura escucha con atención. En su interior masculla lo que
Marian acaba de decir y cierta sensación de orgullo emana en su ánimo.
- ¡Escucha!
- Le dice con firmeza a Marian. – Yo
no sé si esto es lo que la vida tiene escrito para mí, o es una broma del
destino. Hace días que pienso en ello y, de verdad, trato de excluirte de mi
pensamiento por si encuentro alguna referencia en otra dirección, pero no sales
de ninguna de las maneras. Tengo la sensación de que estoy destinada para ti,
que tú, eres mi destino, cuanto más dudo más me enganchas y veo que no hay nada
más en el mundo que me esté esperando. - Marian sonríe con complacencia y
trata de decir algo, pero no le sale. De repente Laura la sorprende. -
¿Vamos a tu casa? - Marian sonríe con agradable extrañeza.
- ¿Estás
segura? - Pregunta con cierto
asombro.
- No lo diría si
no fuese así. ¿No dices que hay que mirar hacia adelante? Ante todo, quiero
esconderme contigo, si tengo que hacerlo por un tiempo, quiero que nos
escondamos juntas. Aunque creo que después de lo sucedido hoy, esconderse no
sirve de nada. - Rápidamente salen del vehículo y se dirigen
al portal, entran en el ascensor. Antes de que éste pare, Laura ya ha cubierto
de besos a Marian. Se introducen en la vivienda en medio de un atracón de
besos, pasan al salón para caer en el amplio sofá frente a la balconada. Marian
besa alocadamente a Laura. Ella se deja hacer, recorre su cuello besando hasta
el lóbulo de la oreja. Entre besos pasa un rato sin que suceda nada más. Hasta
que Laura empieza a acariciar el pecho, el costado y con su mano recorre el
abdomen de Marian hasta llegar al rincón más sensible, Marian experimenta un
espasmo precipitado en ese instante. Comienza
a besar el cuello de Laura, baja besando su fina piel hacia el pecho y le
desabrocha algo la camisa. Laura se deja llevar, siente que los labios de
Marian pasean por su abdomen hasta notar que la mano hábil de su amante se posa
en el lugar de máxima excitación. Laura se retuerce de placer. Coge la cara de
Marian entre sus manos y besa su boca al tiempo que la invade una convulsa
sensación provocando un intenso espasmo corporal. Continúan sus bocas
conectadas y jugando cada una en el interior de la otra. Laura comienza a
desabrochar la camisa de Marian, que hace lo propio con ella. Se pone de pie
para contemplarla en todo su esplendor. - ¡Ven!
- La coge de una mano y la conduce hacia el dormitorio. Allí comienzan a
desnudarse mutuamente. Marian le retira la camisa, desabrocha el pantalón, que
cae al suelo, la ropa interior de ambas termina de igual forma. Se introducen
en la cama sin decir palabra alguna. Después de un largo beso Marian la
contempla con mirada embelesada. - ¡Te
quiero! - Le dice. Rueda sobre ella apartándose el pelo de la cara, le
sonríe una vez está sobre su piel. Entrelazan sus cuerpos, se acoplan de forma
perfecta. Marian la besa de nuevo y comienza un suave bamboleo de sus caderas
que poco a poco va aumentando, sus bocas conectadas como sus almas, los ojos
cerrados, la respiración entrecortada y el rítmico baile dan paso a una
exhalación de aire al culminar en un espasmo corporal conjunto que las deja
exhaustas. Con los ojos cerrados permanecen abrazadas durante un buen rato.
Marian abre sus párpados, sonríe contemplando a su amor que muestra paz en su
semblante.
- ¿Estás
dormida? - Ella abre sus verdes ojos y sonríe.
- ¡No!
No quiero dormir, y luego despertar pensando que ha sido un sueño. ¿Es esto el
sexo del amor? Porque me ha parecido algo maravilloso. Nunca me he encontrado
más feliz. ¡Te quiero! - Un largo beso es la continuación de la palabra.
Abrazadas y apretadas la una contra la otra, yacen descansando en la cama.
- ¿De
verdad nunca has hecho el amor con una mujer? - Marian pregunta curiosa.
- Nunca he hecho
el amor con nadie, ¡Con nadie! - Especifica.
- Debo
creerte. No tienes por qué esconderlo, pero es que me parece tan poco común. El
mundo de la Moda es muy… promiscuo y pensé que…- No termina la frase.
-
Nunca me interesó. Pude haberlo hecho en cientos de ocasiones. Me lo proponían
a diario, pero yo no quería entrar en ese juego. Veía algunas de mis
compañeras, que si lo hicieron, y después las encontraba defraudadas y en
muchos casos tristes. Les prometían el oro y el moro, al final se encontraban
con la cruda realidad, ni lo uno ni lo otro. Aunque también las había que les
importaba poco, unas cabezas huecas. Yo no quería verme en esa situación. - Se
explica con claridad.
- ¿Y
no te atraían las otras modelos? Sé de buena tinta que también hay lesbianas en
ese mundillo. - Pregunta intrigada Marian.
– Es
posible, pero no. La verdad, sí que me fijaba con bastante frecuencia en sus
cuerpos, pero nunca creí que fuera por una atracción sexual, solo curiosidad,
los comparaba con el mío. Ahora puede ser que tenga algo de sentido esa
curiosidad. Pero nunca he sabido lo que era el sexo hasta ahora. Y estoy
encantada de haberlo descubierto contigo, eres maravillosa, soy una mujer feliz
– Laura racionaliza su vida actual.
– Y
yo estoy encantada de que estés encantada. - Hace una pausa. - Ahora necesitaría una ducha. - Comenta
Marian. - ¿Te apuntas? - Pregunta.
- Lo que tú
quieras cariño. - Responde y se levantan. Laura se detiene un
segundo a contemplar la figura de Marian desnuda delante suya.
- ¿Qué
ocurre? - Le pregunta intrigada. Laura está admirada al contemplar en su
real dimensión el cuerpo armonioso de Marian, una figura menuda pero perfecta.
No recuerda haber visto un cuerpo tan agraciado a sus ojos.
- ¡Eres
preciosa! - Se acerca a ella
insinuante. – Cada día te quiero más. - La
besa de nuevo románticamente.
– Soy
muy feliz por estar contigo. Dios mío, nunca he dicho eso a ninguna de mis
novias pasadas. - Expresa Marian. – La
verdad es que nunca me había enamorado así, esta sensación que tengo contigo a
mi lado es algo nuevo y al mismo tiempo maravilloso. ¡Te quiero amor mío! - Un
beso de nuevo y se dirigen al baño. El agua caliente de la ducha es
reconfortante, solo el discurrir del agua por su piel es una sensación
agradable donde las haya para ellas en ese momento. Se aferran la una a la otra
en un baile sensual debajo de la corriente acuosa. Entrelazan sus extremidades
en ese baile erótico que acaba con una loca convulsión de sus cuerpos. Laura se
promete repetir esta experiencia nueva y agradable siempre que pueda.
De
vuelta a la cama se arropan bajo el edredón y conversan un rato entre besos
cortos y más largos, se acarician con suavidad, despacio llevan a conectar sus
manos en la profundidad de su ser. Por más cursi que se lea, por más empalagoso
que suene, los besos, los abrazos y las caricias son la guía de una relación
sana, no se trata de estar con ellos todo el día, solo hay que recordar que el
contacto físico es sustancial, fortalece los lazos emocionales de cualquier pareja.
Las
sensaciones que están experimentando y el deseo largamente ambicionado,
provocan que los actos de amor sean repetidos, intensos y cortos. Alcanzan el
culmen de forma rápida y viva. Parece
que no hay otra necesidad que la de satisfacerse mutuamente con el mayor ardor
posible. Aún no se han recuperado de un trance y ya están en ese baile rítmico
que las conduce al éxtasis de nuevo. Son felices y nada cuenta a su alrededor.
Repiten una y otra vez, entre frases de cariño, caricias y besos, los actos de
amor sin freno.
Laura se sorprende a si misma al tomar la
iniciativa en alguno de los encuentros. Se desenvuelve como una experta, nunca
ha hecho el amor con una mujer, ni con un hombre. Simplemente se deja llevar
por el instinto y guiada por el sentimiento, pareciera que tuviese una práctica
solvente. Es la pasión la que guía sus manos y movimientos. Marian por su parte
cree encontrase en el cielo. Ella si tiene experiencia, pero jamás ha reiterado
tantas veces seguidas haciendo el amor con nadie. Le llama la atención el
comprobar que no le importa, más bien lo desea, insisten una y otra vez, se
siente inagotable y quiere disfrutar de tanta felicidad como sea posible.
Todos se acaban en un momento, para
regresar a continuación a otro con el mismo ardor.
Ya es de noche y Laura le plantea que debe
irse. Sus padres esperan que regrese, aunque sea tarde. Debe cumplir con su
familia, si bien no le piden explicaciones, pero no quiere preocuparlos, aunque
esté justificado por el estado de felicidad que vive en este momento. Marian
intenta retenerla, no quiere separarse de ella ahora que la tiene tan cerca, le
duele dejarla ir, pero debe ser así.
Durante el retorno a su domicilio habitual
Laura va acompañada de una música celestial que mana de su cabeza. Nunca pensó
que hacer el amor fuera algo tan extraordinario. Se siente en el cielo de los
placeres y ama con profundo sentimiento a esa pelirroja encantadora con quien
ha compartido sus primeras y maravillosas relaciones no solo de sexo, de amor
transformado en entrega carnal.
Una vez que se ha acomodado en su
dormitorio coge el teléfono, marca un número.
- ¿Me echas de
menos? - Pregunta
con una sonrisa.
– Todavía
estoy asomada al balcón por si te arrepentías y dabas la vuelta. - Le dice
Marian con una sonrisa de felicidad.
– Ha sido la
noche más feliz de mi vida. ¡No sabes lo que te quiero! Estoy encantada de
quererte. -
- Yo aún sigo
alucinada, me haces muy, pero que muy feliz, y te digo lo mismo. ¡No sabes lo
que te quiero! -
- ¡Buenas noches
amor! -
- ¡Buenas
noches, vida mía! -
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